Hoy en la madrugada del 31 de agosto, resuenan unas notas
tímidas de “A mi manera”… que interpretan los hermanos Osuna. La música
colándose por mi ventana me recuerda que muchos están celebrando esta última
noche de fiestas embozadas…a su manera.
Se filtra esa melodía recordándome que los días de feria sin
carruseles, sin el chocolate humeante acompañado de un chal que no es capaz nunca
de quitar el frío en esta última noche de fiesta, han terminado. Que no he
comprado el bolso de todos los años que inicié como tradición, desde aquel que fue confeccionado en charol con el
estampado de “la familia Telerín” y que adquirí en los puestos de la feria con
todo mi dinero ahorrado, que las sandalias no se han empolvado de tierra del
parque para la vuelta a casa, que no he conseguido las cucharas de madera para
este año en la venta de los cacharros, y que tantas cosas no han sucedido, que
tengo la extraña sensación que quizá no haya envejecido un año más.
De todas las fiestas que nos ha robado esta enfermedad,
ahora nos tocaba la feria, la que nos hacía recordar la niñez, la juventud, los
hijos menudos, las ausencias… la que todos los años nos hacía sentir pequeños
de nuevo mirando una noria muy grande, que nos hacía jóvenes compartiendo unos botellines en la
misma barra de siempre y al mismo tiempo nos hacía velar por nuestros jóvenes ,
quienes realmente de verdad lo eran envueltos en algodón de azúcar…que nos
hacía bailar y brillar junto con los arcos de luces y los fuegos artificiales y
la que debería convertir en recuerdos lo que
este año no hemos podido vivir.
Nos hemos quedado esperando tantas cosas, que es como si el
tiempo se hubiera paralizado y junto al
paseo, quedamos petrificados… sin que nunca llegaran las madrinas con sus
recién estrenadas bandas honoríficas impuestas en la Fiesta de la Vendimia de
camino hacia la pólvora.
Las fotografías de blanco y negro del tirapichón, con el ojo
guiñado de nuestros padres, parecen recordarme que algo no ha pasado, que queda
pendiente… o que este año la feria ha ocurrido sin mí, en otra dimensión, donde
huele a berenjena y a pollo asado y donde existe un bullicio que yo he dejado
de oír.
La sensación es que todo queda por pasar…igual que no
pasaron los penitentes ni los romeros…dicen que cuando las máscaras se mojan,
los penitentes andan a saltos…pero ¿qué pasa cuando nada pasa?, cuando todo
termina en un Carnaval y da igual lo que les haya pasado a las máscaras si se
han mojado o no…pues no llegaron los penitentes, solamente quedamos las
máscaras, embozadas, ocultando nuestros rostros irremediablemente en un
Carnaval que no acaba…aunque nosotros nos hayamos convertido en penitentes por
una causa de la que no somos culpables.
Esta última noche de fiestas y en la que este último baile
no acaba pues no ha comenzado…me lleva al Teatro Municipal, donde yo de negro
riguroso, recuerdo a un auditorio expectante como cada año en La Fiesta de las
Letras y al que yo recibía recordando la ausencia para mí más importante de la
noche, la de mi hermano José Luis Cabañas que había firmado su última viñeta
con la vida dos días antes sin ello estar en mi guión, y recordando las palabras, imágenes y melodías en torno a un Pavón que Umbral elogiaba como” señorito de pueblo, rubiasco y
muy puesto”, en su pregón de La Fiesta de la Vendimia de
1970 y que yo había encontrado mecanografiado a golpe de Olivetti entre los
antiguos papeles de mi padre, esperando en una copia de calco azul y guardado
para dejarse descubrir en el momento
adecuado.” Tomelloso era para mí un pueblo de la Mancha que tenía los ojos
claros y el empaque señor de García Pavón”, escribía Francisco Umbral.
Aquella noche del 30 de agosto despedimos a los presentes con
las últimas notas del Himno a Tomelloso, como si la sexagésimonovena Fiesta de
las Letras que ya había concluido, esperara a la próxima; e imaginando que
llegaría puntualmente este año junto al resto de nuestras vidas y de todas las
vuestras.
Y las notas de “A mi manera” invitadas en mi salón sin
baile, me llevan a aquella noche que recuerdo entrañable y rodeada de amigos
como: Jesús, Agustín, Lidia, Álvaro, Inocente, María, Marieli e Irene, que la
hicieron real desde un sueño, y que se ha quedado en un álbum entre otras
imágenes de “festejos de ferias” que sucedieron antes de estos, más que los
anteriores, enajenados años veinte.
Todos nosotros quedamos en la fotografía de aquella noche sintiéndonos
felices, ajenos a cualquier peligro que pudiera acechar, mirando un mundo, el
cual confío que pronto nos devuelva su mirada en un día de fiesta, sin peligros
y sin incertidumbres.
Con mis mejores deseos para las próximas ferias y fiestas
que llegarán y desde mi gran admiración a todos aquellos que fueron partícipes
de las anteriores y a otros que harán posible las venideras.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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