“Los reyes jamás se acordaron de aquel pueblo de pardillos, primero
ganadero, luego vinatero y por fin alcoholero, que todo se lo hizo a golpe de
azadón y madrugones”. “El reinado de Witiza”, FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Es difícil determinar
cuándo fue el comienzo del cultivo de la vid en Tomelloso. Posiblemente en los
primeros años de la historia de la localidad, allá por el siglo XVI, alguien
puso el primer viñedo para probar si la tierra del lugar sería buena para su
desarrollo. No en vano, los lugareños ya habrían descubierto, con desazón, que
el término tomellosero no era, por sus condiciones, muy adecuado para el trigo
o para los pastos. Posiblemente los primeros cultivos de viña se realizarían
por gentes que, dependiendo de Socuéllamos, se acogieran a los privilegios que
esta villa tenía desde su fundación al cultivar el viñedo. Algunos de esos
privilegios parten de 1179, cuando según el Fuero de Uclés se concedían
privilegios al que “maiolo plantaret”, es decir plantase majuelos, que es
como se denomina a la posesión de una viña o la plantación de ésta. Un siglo
después, en 1298
En las Relaciones
de Felipe II en 1575, la villa de Socuéllamos responde en el apartado relativo
a los cultivos de la localidad que “se cultiva vino, que de ordinario criarse
ha en la aldea de Tomelloso” (hay que recordar que en aquel siglo y
hasta 1764 éste era un anexo cuya jurisdicción pertenecía al ayuntamiento
socuellamino).
Como ejemplo del nacimiento y desarrollo de la producción vitícola en la comarca, podemos ver como, incluso, la fe popular y religiosa mira al santoral buscando ayuda ante los males que sufre la vid. Es el caso de Campo de Criptana, que en 1575 responde a las Relaciones de Felipe II que “también se celebra a 9 de mayo San Gregorio Nacianceno por el gusano de las viñas”.
Los privilegios, de hace siglos, que permitían no
pagar impuestos, o la reducción de éstos, por el vino se redujeron a partir del
siglo XVI. Aparecen nuevas presiones
fiscales que llevan por último fin el reporte de beneficios para los señores o
la Corona.
Como sucedió en el resto de la región, Tomelloso vivió
en la época moderna fuertes tensiones por el uso de la tierra entre
agricultores y ganaderos. Esa lucha tenía como escenario central a los
concejos, pues en ellos se redactaban las Ordenanzas y se controlaban los
bienes de propios y comunes. En todos estos siglos los labradores se quejaban
de que la presencia en los ayuntamientos de la oligarquía local ganadera a
través de la compra de cargos había frenado los campos dedicados a cereal y
viña. Además los privilegios de la Mesta (Organización ganadera del Reino de
Castilla) en estos siglos afianzaban aún más la consolidación ganadera en
nuestra comarca.
En 1749, según el Catastro
del Marqués de Ensenada, el término de Tomelloso ocupaba 27900 cuerdas
(fanegas de tierra). De ese total solamente 385 cuerdas, pertenecían a viñas
(de primera, segunda o inferior calidad). Es decir, a mediados del siglo XVIII
sólo el 1,38% de término municipal es dedicado al viñedo.
Siguiendo con la anterior fuente del Catastro de Ensenada, había aproximadamente 487.160 cepas en Tomelloso. En las cepas de buena calidad (110 cuerdas) se determina que se produce, por fruto, de doce a diecisieta arrobas de vino; en las de mediana calidad (200 cuerdas) se valúa la producción de diez a once; y en las de tercera calidad (75 cuerdas) la producción era de seis arrobas. Como referencia, en el mismo catastro, la villa de Valdepeñas tiene un total de 3,600.000 cepas (ocho veces más que Tomelloso).
Como
dato anecdótico esa cantidad de cepas del tercer cuarto del siglo XVIII
representa muy poco con respecto a los cien millones de unidades cuantificadas
en el Censo Agrario de 1962, realizado por el Ministerio de Agricultura; o a
las
La cantidad de producción total del vino que se
obtiene en el pueblo de Tomelloso en aquellos años, varía si la fuente es la
propia población o la Real Hacienda. Los primeros hablan de que dicha producción
no supera los
Siguiendo con el Catastro del Marqués de Ensenada,
observamos que el mayor propietario de viñas de Tomelloso era Don Miguel de
Carranza, que fuera alcalde de Socuéllamos, con un total de 18000 cepas. Le
siguen Francisco Rodríguez Hidalgo con 12000 cepas, Vicente Rodrigo Peláez con
8700 cepas, Francisco A. Cepeda con 8500 cepas, el Presbítero Javier Rodrigo
con 7500 cepas, J. Manuel Cepeda con 7000 cepas, Simón Galdrán con 6500 cepas,
Andrés Cepeda con 6100 cepas y María López de la Parra con 6000 cepas. Estos
diez propietarios tenían 86800 cepas.
Otros cuarenta y dos agricultores figuraban con
propiedades entre 3000 y 5900 cepas, con 172580 cepas en total. Ciento ocho
propietarios con viñedos entre 1000 y 2900 cepas, con 217500 vides y dieciséis propietarios
que no alcanzan las 1000 cepas, con un total de 10300 vides.
De los 176 propietarios de viñas de la localidad, sus
características sociales son también diversas. Como podemos observar en el
gráfico siguiente:
A las propiedades vitícolas detalladas anteriormente,
debemos unir las pertenecientes a tomelloseros pero situadas en localidades vecinas.
Así, en Campo de Criptana, tenemos la presencia de Juan Manuel Cepeda (9.700
cepas), F. Antonio Cepeda (7.100 cepas), Diego Perona (7.000 cepas), Eugenio
Cepeda (6.800 cepas), Isabel T, Rodrigo Peláez (6.300 cepas), Simón Galdrán (6.300
cepas), Bernarda Ramírez (5.000 cepas) y Ortiz Burillo (4.900 cepas). Además el
apellido Olmedo, Carranza, Castellanos junto con otros que se asemejan bastante
a la estructura de la propiedad de la viña en la localidad de Tomelloso.
Quizá podamos entender el cambio que sufrió Tomelloso
en el siglo XVIII en la concepción económica de la explotación del campo en el
estudio de las Tierras del Patronato que
fundó María López de la Parra (archivo Histórico Provincial). Esta mujer,
que murió a mediados del siglo XVIII, es un ejemplo de la mentalidad liberal
ilustrada que en algunos sectores de la población habían calado hondo. Si,
hasta entonces, quien moría sin descendientes dejaba todo su patrimonio al
poder eclesiástico y quien fallecía con una gran fortuna no dudaba en invertir
fuertes cantidades en misas y rezos para la salvación de su alma; en esta
ocasión todo el patrimonio de esta mujer (María López) fue cedido al pueblo y
debía ser administrado conjuntamente entre el Alcalde y el Cura. Para la
salvación de su alma sólo dejó encargada una misa.
El Patronato por ella fundada quería financiar unas
casas para huérfanas y además dejó una importante cantidad (180 reales) destinado
a pan para los pobres en las sucesivas Pascuas. El legado los constituía
numerosas y extensas propiedades rurales por los alrededores del casco urbano.
Al poco tiempo los pobladores de Tomelloso pudieron gozar de esas tierras por
el abono de un censo muy asequible. Generalmente los que optan a una propiedad
de estas características son jornaleros que con mucho esfuerzo adquieren una
parcela de una fanega (1000 cepas) y a la vez compran una mula.
En poco tiempo, del total de la propiedad rústica perteneciente
a María López de la Parra, casi la cuarta parte son convertidas en viñas. El
paisaje del campo tomellosero va sufriendo una profunda transformación. Las
plantaciones de viñas se generalizan gracias a pequeños jornaleros que se hacen
propietarios incrementando la producción de la tierra y haciendo del viñedo una
realidad que abre nuevas posibilidades para los nuevos tiempos que llegaban.
Y así se sientan las bases para que llegado el siglo
XIX la experiencia vinícola dejara de ser algo esporádico y circunstancial y es
cuando se produjo la primera revolución en cuanto a la viña y el vino en la localidad.
El cambio es palpable. Mientra que a finales del siglo XVIII (en 1788) en una
carta que se dirige desde Tomelloso a don Tomás López que estaba haciendo su Diccionario Geográfico de España se
indica que no se hable del cultivo de la viña; sesenta años después, en el “Diccionario de Madoz” (1849), se dice
que “en
Tomelloso se cría mucho vino”.
Ya a mediados del siglo XIX (1843) se habla de la existencia
de tres alambiques en el pueblo donde se procedían a la destilación, a gran
escala, del vino y todos los alcoholes derivados del mismo. Viendo esta fecha,
podemos asegurar que en las últimas décadas del siglo XVIII y primeras del XIX
se desarrolló definitivamente en la localidad el cultivo de los viñedos.
Desde esos tiempos a nuestra época el desarrollo de la
actividad ha sido más que notable.
El inicio de la actividad agrícola vinícola unido al
desarrollo industrial que se generó alrededor del vino fue, sin duda, una de
las causas que propició el incremento demográfico en la localidad. Así, de los aproximadamente
tres mil pobladores que había en 1750, se pasó a los 8.400 habitantes que había
en 1850.
Por desgracia, la Reforma también trajo consigo un
aspecto negativo: las fuertes contribuciones fiscales que se cernieron sobre
los productores de uva (contribución rústica) y sobre los transformadores
(subsidio industrial y de comercio), así como el “impuesto de consumos”.
Desde entonces la superficie dedicada al cultivo de la
vid fue en aumento convirtiéndolo en el monocultivo que impulsara la economía
tomellosera durante los siguientes siglos.
Esta dependencia casi total del viñedo ha provocado de
siempre en la villa una desigual evolución económica debida a las alternativas
que la recolección del cultivo podía presentar (cosechas esplendorosas y buenos
precios o años de heladas, pedriscos, plagas y precios paupérrimos).
Evidentemente, al extenderse la producción del viñedo
los agricultores tomelloseros van plantando las cepas en terrenos cada vez más
alejados del casco urbano, incluso en términos vecinos como los de Socuéllamos,
Criptana, Alcázar, La Solana… Desde entonces los carros fueron imprescindibles
para el trasiego de la uva hasta, en primer lugar, las cuevas y,
posteriormente, a las grandes bodegas que iban apareciendo en la población.
Es necesario hacer un paréntesis sobre las cuevas de
Tomelloso. Estas construcciones particulares se hicieron precisamente en la
segunda mitad del siglo XVIII por los “picaores” ayudados de sus mujeres “las
terreras”, y servían para contener las tinajas (procedentes normalmente desde
Villarrobledo) donde se fermentaba el vino y posteriormente se trasegaba a
otras tinajas hasta dejar el vino totalmente limpio.
Según estudios de Lorenzo Sánchez López, localizaba en
Tomelloso en el siglo XVIII un total de 167 casas con cueva (lo que equivaldría
aproximadamente al 30 % de total de casas del casco urbano -606 en total-). Del
total de las cuevas, 57 disponían de tinajas para el vino y 10 de ellas eran
auténticas bodegas particulares. En total había 281 tinajas con una capacidad
de entre 25 y 35 arrobas.
Paralelamente que evolucionaba la importancia agrícola
de la vid se iba desarrollando una incipiente actividad industrial. Primero,
modestos alambiques; luego, las calderas de holandas; evolucionando todo hasta
las grandes industrias de destilación.
Siguiendo con la evolución cronológica, en 1851 ya hay
cuatro alambiques dedicados a la fabricación de aguardientes (uno más que en
1843). Los dueños de estas instalaciones eran Sebastián Cañas, Francisco
Olmedo, Eugenio Parra y Miguel Parrilla. En 1852, un año después, aparece un
boom importante en la actividad de la destilación, existiendo once alambiques.
En 1856, el número de alambique sube a dieciséis que pasan a dieciocho en 1860
y veintiuno en 1868.
En 1856 aparece una figura comercial importantísima
para la evolución del mercado del vino. Eran los especuladores (había seis en
ese año) y son los primeros corredores que promocionaron el vino tomellosero
fuera de la localidad.
El número de fabricantes de aguardiente en 1853, era
ya de dieciocho.
Obviamente el desarrollo vinícola producía importantes
beneficios a
El 12 de Enero de 1848, el aguardiente se vendía en
varios puntos del callejero de Tomelloso. En concreto, en
La
década de los setenta en el siglo XIX fue bastante lamentable para la
agricultura tomellosera. En 1874 un fuerte pedrisco, en 1875 una gigantesca
plaga de langostas, en mayo de 1876 otro terrible pedrisco… Sin embargo los
impuestos iban en aumento, y por más que se solicitaban moratorias y exenciones
por las críticas circunstancias que se vivían las administraciones
correspondientes no accedían a ello. Toda esta problemática derivó en los
trágicos sucesos de la llamada “Revolución de los Consumos”, acaecida en el
verano de 1876.
En
enero de 1882, se celebró en Ciudad Real una exposición vinícola. Desde
Tomelloso se decidió asistir a la misma “para demostrar la potencia vinícola”,
aunque también aprovechaban la ocasión para quejarse del aislamiento en cuanto
a vías de comunicación que tenía la localidad. A la capital de provincia fue
una comisión formada por Víctor Ramón Cepeda, Moisés Espinosa y Ramón Araque.
Para determinar que artículos se expondrían se designó
a Vicente Pueblas, Félix Torres, Estanislao Gómez, Francisco Antonio Torres,
Víctor Ropero y Santiago Novillo. Los caldos tomelloseros se envasaron en
botellas encargadas de Valencia. A Tomelloso los gastos totales por asistir a
la exposición ascendieron a un total 1.428,85 pesetas.
El miércoles, 29 de noviembre de 1882, en el diario
“La Vanguardia”, en un artículo sobre los vinos españoles, se refleja que “Tomelloso
es un centro de producción considerable de vinos blancos, que producen muy
buenos aguardientes”.
El 12 de octubre de 1883 en la prensa nacional se
hacían eco de la importancia para surtir de vino a la vecina Francia por las
enfermedades que se empiezan a presenciar en sus viñedos. Además aconseja a los
productores a estar preparados para competir con los vinos italianos. En el
artículo correspondiente a
Parece ser que el trabajo se hizo bien, pues una de
las razones que influyó al desarrollo del comercio del vino en Tomelloso fue la
existencia hasta 1890 de un tratado comercial con Francia que permitía la
exportación de grandes cantidades de caldo. El motivo de esta necesidad
francesa se debía a que los viñedos del país vecino se hallaban infestados por
un parásito (la filoxera). Sin embargo, en 1891, Francia canceló el acuerdo
comercial y se produjo unos años de incertidumbre comercial que se solventaron
parcialmente en 1893 y 1894 cuando los vinos manchegos se dirigieron a Málaga
(también afectada por la filoxera). En 1894 otro problema sacudió la economía
vinícola del lugar. Las tarifas ferroviarias que los productores tomelloseros
pagaban por transportar el vino a Málaga fueron incrementándose por lo que
había que aumentar el precio de venta. Los compradores malagueños decidieron
optar por los vinos de Huelva (más baratos) y el comercio con Tomelloso se
venía abajo. Para solucionar este gravísimo problema se nombró una comisión
formada por Julio Brocher y Damián Pavón que se trasladaría a Madrid para
buscar arreglo a la contrariedad existente.
Uno de los pioneros, en Tomelloso, de la floreciente y
moderna industria vinícola en la segunda mitad del siglo XIX fue, sin duda, Don
Leoncio Peinado. Creador de una dinastía y una marca cuyo prestigio ha llegado
hasta nuestros días. Sin embargo, en todo proyecto empresarial es necesario
muchas veces que la fortuna sea favorable. Así le ocurrió a la Casa Peinado.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, Don Leoncio
Peinado, exportó a gran escala a la parte occidental de la vecina Francia sus
riquísimos caldos. Sin embargo, todo quedó cortado de golpe en el año 1886,
cuando un tratado comercial cerró la frontera entre España y Francia. Don
Leoncio se vio obligado a guardar una gran partida que tenía preparada para la
comercialización, esperando que el dicho tratado fuese anulado. Sin embargo,
las fronteras siguieron cerradas y aquellos magníficos aguardientes, al seguir
encerrados durante años en los toneles, se convirtieron en un excelentísimo
coñac, de cuya solera se sigue hablando en los días de hoy.
El coñac no puede ser improvisado sino que proviene
del resultado de la vejez de un aguardiente vínico. Gracias a una maniobra del destino la casa
Peinado se encontró con un coñac de calidad exquisita.
Otro personaje importantísimo para entender el desarrollo de la industria vínica en el Tomelloso del siglo XIX fue Don José María Perales. Además de su gran valor como cosechero e industrial, tuvo un gran peso político llegando a ser Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Tomelloso y además pertenecer a los Comités de grandes políticos de la época como Miguel Maura o Melquiades Álvarez.
Como ejemplo de las negociaciones para el transporte del vino tomellosero a otros puntos de la geografía española, vemos el presente documento fechado el 3 de Noviembre de 1894 entre la empresa Marquina, Armento y Compañía (corredores de vinos y aguardientes de la Provincia de Ciudad Real) y otro corredor de Barcelona.
La consulta es clara y concisa: “deseamos saber que cuesta el
vino por toneladas para Barcelona por ferrocarril y por la mar por Alicante”.
La respuesta desde Barcelona no se hace esperar: “desde aquí son 50 pesetas por
tonelada. Yo siempre he facturado en Socuéllamos al Grao, que cuesta 30 pesetas
pero no puedo decirte lo que desde allí cuesta el flete, aunque supongo será
muy barato”.
Por todas estas circunstancias que afectaban a la industria tomellosera la cuantía de las mismas podía variar de un año a otro de forma considerable. Así, mientras hay año en los que aparecen en gran número las fábricas de aguardientes, otros, por razones de cosecha u otras causas, se reducen a un número inferior. Cuantificación de las Industrias dedicadas al aguardiente en el último año de las tres últimas décadas del siglo XIX. En la década de 1870 había 22, 10 en la de 1880 y 16 en la última del siglo XIX
Pero los problemas en el comercio del vino y alcoholes no acababan: cuantía de los impuestos, expedientes incoados… Para solucionar toda esta problemática los más importantes productores del país, en representación al resto de industriales del ramo de sus respectivas zonas productivas, se reunieron el 17 de Junio de 1894 con algunos diputados de las Cortes que les apoyaban para elaborar un documento con las medidas exigidas al gobierno. El representante de los alcoholeros de Tomelloso fue Don Eladio Peinado.
A todos los problemas a los que, como vemos, se habían
de enfrentar los productores vinícolas de la localidad habría que unir los más
comunes en cualquier transacción económica. Muchas veces después de una
operación más o menos complicada aparecían los inconvenientes de los impagos,
el incumplimiento de lo contratado, …
Como ejemplo el siguiente documento, fechado el 21 de Junio de 1899, donde el cosechero y corredor tomellosero, Felipe Cepeda Cano, reclama 100 pesetas de una última operación comercial. Con buenos términos, solicita la supervisión de las cuentas de la otra parte para encontrar el error que causa la diferencia económica.
Tanto en este documento como en otro mostrado en
páginas anteriores, vemos como el membrete de todos los corredores de la
provincia de Ciudad Real era el mismo. Era una muestra de la unión existente en
toda la provincia para la defensa de los intereses de todos los productores.
En 1903, se produce un cambio legislativo que cambiaría
por completo la organización del mercado del vino en toda España y que para
Tomelloso supuso el comienzo de una
incierta historia del comercio de alcoholes cuya evolución ha llegado a
nuestros días. Así, en aquel año, el Ministerio de Hacienda presenta a las
Cortes la llamada Ley de Osma; la cual reglamentaba y subía de manera
importante los impuestos fiscales sobre alcoholes. Tomelloso, así como otras
plazas vinícolas y alcoholeras, se levantaron en múltiples protestas,
impugnaciones y mítines.
La respuesta del pueblo de Tomelloso ante la nueva ley
no se hizo esperar, y así el 30 de Noviembre de 1903 se acuerda protestar
enérgicamente y por todos los medios para evitar la sanción del proyecto legal,
que “si
llega a subir será ruinoso para este pueblo”. La impugnación al
proyecto legislativo se hizo desde el semanario “El Obrero de Tomelloso”
dirigido por el insigne tomellosero Don Francisco Martínez Ramírez. Se editaron
500 ejemplares, por un importe de 40 pesetas, que fueron entregados en mano a
los diputados y senadores de Madrid.
En febrero de 1904 sigue el enfado en Tomelloso ante el proyecto legislativo. Así, en el periódico “El Demócrata” del día 23 de ese mes, nos encontramos con el artículo titulado “Protesta del Tomelloso”, donde se plasma la interesantísima exposición que el semanario “El obrero de Tomelloso” había formulado ante las Cortes para combatir el proyecto de alcoholes del entonces Ministro de Hacienda Sr. Osma.
El 30 de Mayo de 1904 se acordó que
Pero los agricultores e industriales de la localidad
no cejaron en sus protestas. El 2 de Abril de 1905 se organizó un mitin en el
Teatro Echegaray, organizado por alcoholeros y cosecheros, en el que se aprobó
una serie de conclusiones para ver la forma “de beneficiar a este pueblo de
los rigores de
El 7 de Mayo de 1905 y como refuerzo a las conclusiones
que se habían obtenido en el mitin de Tomelloso y junto a las declaraciones
realizadas en una asamblea organizada en Madrid por el “Sindicato Nacional de
Vinicultores, Viticultores y Fabricantes de Alcohol” el alcalde de Tomelloso
envió al Rey Alfonso XIII el siguiente telegrama:
En un principio las propuestas de reforma fueron bien recibidas hasta el punto que el día 5 de Junio de 1905 fueron puestas en el Congreso de los Diputados. Pero la situación se fue enquistando y los acontecimientos económicos fueron cada vez más críticos para los afectados del sector vínico y alcoholero.
Así, el 15 de Diciembre de 1905, se publica en la
prensa nacional como el alcalde de Tomelloso
Don José Antonio Torres “se lamenta de la situación de pobreza
extrema a que han llegado, pues en estos últimos meses han sido cerradas 68
fábricas que se dedicaban a la industria vinícola”. Además esta autoridad avisaba que el paro
forzoso de obreros por culpa de estos cierres constituía un verdadero peligro “pues
los recursos se han agotado y no tardará
en llegar el conflicto de orden público”.
Como medida salvadora a esta crítica situación, el
edil tomellosero sólo pedía con urgencia una nueva reforma de la ley de
alcoholes, pues sería lo único que “determinaría el funcionamiento de las
Fábricas, y por consecuencia la colocación de los numerosos obreros que sólo de
aquellas viven”.
Justo ese mismo día la prensa se hacía eco de las
diferentes posturas que dentro del Congreso de los Diputados se tenían ante los
intentos de reforma de la controvertida Ley de Alcoholes existentes.
De estas posturas vemos como unos se acusaban a otros de no tener el verdadero interés por su reforma, e incluso se temía que en vez de aliviar la presión fiscal que había sobre los alcoholes se aumentara la cuantía de los mismos.
Quizá en un intento por parte de la Administración para conseguir un apoyo de los viticultores ante la indeseada ley fue conceder, en momentos puntuales, una serie de exenciones de impuesto para ablandar la carga fiscal de los industriales del vino. Así, por ejemplo, el 7 de Diciembre de 1905, desde la publicación “Juventud” se hacen eco de la siguiente noticia:
Pero la situación crítica, lejos de apaciguarse, se
fue complicando cada vez más. Unos meses después, en mayo de 1906 la situación
era insostenible y en todos los pueblos de la comarca se realizaban
manifestaciones, huelgas, protestas oficiales, …
El diario “El Porvenir”, el 29 de mayo de 1906, se hace eco de la “asamblea magna” celebrada en Valdepeñas contra “la abominable ley de Osma”. También en dicho periódico se hace referencia a la situación en Tomelloso.
Definitivamente, el 3 de Agosto de 1907 fue aprobada la indigna ley, y todos los esfuerzos realizados fueron en balde.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 28 de Febrero del 2024
Sábado, 23 de Diciembre del 2023
Viernes, 26 de Abril del 2024