La incoherencia de pensamiento y obra es moneda demasiado común entre los humanos. Nada más tortuoso y nocivo no solo para uno mismo sino para los demás que comportarse de manera incoherente, tanto desde la ideología como desde sus acciones.
Asistimos en estos últimos tiempos a un hecho tan novedoso como insólito, a la vez que peligroso e inútil, cuál es pretender alterar las leyes de la naturaleza y de la lógica. Afanarnos en algo parecido a intentar que las cosas caigan hacia arriba, que sembrando cereales esperemos recoger frutos distintos o que sembrando la nada pretendamos recoger alguna cosa; extremos que antojándose una solemne estupidez, a la hora del comportamiento parece no serlo tanto.
El concepto “causa” viene definido en el diccionario como aquello que se considera origen de algo que, según su propia naturaleza, produce actos, efectos o fenómenos. Así mismo el término “consecuencia” lo es como hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro anterior. También como correspondencia lógica entre la conducta de una persona y los principios que profesa, léase coherencia. La causa es por tanto el origen y la consecuencia el efecto derivado de un determinado hecho.
Aristóteles estudió la ley de causa y efecto o consecuencia, reconocida por ley de la “causalidad” considerando al movimiento como un paso del ser al no ser en potencia y un paso del no ser al ser en acto. A este movimiento, el filósofo universal lo considerará como consecuencia de una causa. Causa y consecuencia son pues a modo de una autovía de doble dirección. La consecuencia de un hecho hará preguntarnos sobre las causas que lo originaron y estas nos interrogarán sobre las consecuencias que pueden ocasionar…o al menos así debería ser, extremo que cuestiono.
Desde que el mundo existe, los fenómenos y acciones acaecidas más primarias siempre se han guiado, han respondido a la lógica como razonamiento en el que la sucesión de los hechos se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas.
Sin embargo asistimos hoy a una dinámica ciertamente desconcertante, que consiste en criticar, descalificar, quejarnos o asombrarnos de las consecuencias de un hecho, manteniendo y sin poner remedio a las causas que los originaron. Una estrategia interesadamente incoherente y absurda que lejos de resultar positiva y beneficiosa, lo único que consigue es crear más caos en el comportamiento personal y colectivo.
Ejemplos podemos encontrarlos en todos los ámbitos, pero sobre todo en lo cultural y educacional. Esperar resultados basados en valores que bien no se han inculcado o se han olvidado, incluso despreciado porque no procuran rentabilidad a corto plazo; sí, estoy hablando de virtudes humanas, como la sensibilidad, solidaridad, educación. También de los valores filosóficos y trascendentes. Repasen, hagan memoria de sucesos y comportamientos que a diario inundan las noticias y verán que la incoherencia es la resultante con mayor éxito.
El problema de fondo en nuestra civilización, creo que es de una preocupante falta de coherencia.
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Viernes, 20 de Diciembre del 2024
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