La ciudad hace gala de su rango
de musa milenaria.
Hace frío
y el viento entre los coches
empuja al transeúnte a refugiarse al fondo
de los bares cercanos y las cafeterías
que sacan sus estufas a terrazas de invierno.
En una de ésas, mientras
me fumo un cigarrillo, pienso en ti,
mujer que tantas noches desertas de mis manos.
Hay
en este mismo instante
una mezcla de paz y desaliento
-el sabor melancólico de una jornada extinta-
que hace volcar los ojos en los contenedores
que han dejado revueltos los primeros mendigos
y en la elegante urgencia de los escaparates
que exhiben los conjuntos de nueva temporada.
Todavía
puedo ver en tus labios
el vapor tembloroso de tu respiración
con las mismas palabras que erraron el camino,
pero no desistieron
en su terca afición por los milagros,
y ahora
sólo buscan un hueco donde poder airear
sus rutinas domésticas.
Alguien trae el periódico,
y en las conversaciones
se escurren como hielo las últimas noticias:
“Reforma laboral”, “mermas sociales”,
“jóvenes exaltados pagan su libertad a un alto precio”,
“cae la bolsa”, “se eleva la cifra de desahucios”,
“la nieve hace presencia por el norte y centro del país”.
Parece que este invierno va a ser duro
y esta estufa no abriga, vida mía.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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