El 2020 ha sido uno de los peores años que se recuerdan en todos los aspectos de nuestra sociedad. La crisis del coronavirus nos paralizó la vida hasta en lo más insospechado, desde nuestra manera de comunicarnos, de interactuar, hasta la repercusión en todas las demás facetas esenciales de nuestra forma y manera de vivir en el día a día. El sector cultural, en su amplio abanico, ha sido uno de los más afectados al tiempo que, paradójicamente es el que más útil nos ha sido en estos tiempos de privación de libertad física. Dentro del mismo, los museos con un mayor enfoque digital nos han permitido la contemplación e interacción con sus obras sin movernos de casa.
El día 18 de mayo celebramos en todo el mundo el día de los museos. Una fecha que además de animarnos en su visita para cuando nos sea posible, nos debe servir de recordatorio para proteger y valorar nuestro acervo cultural. Debemos afianzar la idea de su necesidad como eje cultural desde la infancia para conocer nuestra historia y tradiciones, siendo puente de enlace para un futuro que, aunando contemplación e implicación en un marco atractivo para jóvenes y mayores, nos permita avanzar. Un ocio creativo y enriquecedor que nos ayude a despertar el sentido crítico y, de paso, aprender a obviar las múltiples ofertas cortoplacistas y dañinas que se nos ofrecen.
Los museos ya sean públicos o privados, de arte, historia o ciencia, son espacios abiertos a la sociedad en los que además de aprender, se nos enseña a observar más allá de esa primera impresión, de lo que vemos en ese primer instante. Mario Botta nos dice: “Un museo es un lugar espiritual. Las personas bajan la voz cuando se acercan al arte”.
Interpretar diferentes realidades compuestas desde la mirada del creador que conjuga razón y emoción, perspectiva y espacio, para llevarnos a la magia de la creatividad, despiertan nuestra capacidad de observación. Los museos son un latido de vida que inunda de belleza el espíritu a través de los sentidos. Sobre este punto, Leonardo da Vinci nos recordaba: “La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”. Y esa belleza llevada por el ojo y la mano del artista, nos conduce por caminos insospechados a la hora de la contemplación. Él escoge una idea, y la mima, la pule y la interpreta por encima de lo intelectual, para elevarnos al más puro gozo emocional.
Quizá haya que
reinventarnos ante los nuevos desafíos de este mundo globalizado, en el que se
tiene la sensación de que nada perdura y todo se diluye continuamente.
Conservar nuestra historia se hace indispensable para futuras generaciones. Ojalá pronto
podamos disfrutar de estos espacios no solo en formato digital, sino de manera
presencial y sin limitaciones de aforo.
Por suerte en España, y concretamente en Castilla-La Mancha, tenemos una
excelente representación de ellos. Cuidémoslos.
Mª Teresa Lozano López.
Fotografía: Museo Antonio López Torres. Tomelloso.
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Jueves, 12 de Diciembre del 2024
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