Rafael Rodríguez, máximo
responsable de Anro, recibe a los periodistas de La Voz de Tomelloso en su
despacho con la cercanía y complicidad que brinda a quienes conoce desde hace
tiempo. Los ventanales ofrecen una
magnífica vista de la llanura manchega, surcada por las autovías de los Viñedos
y A-43 que tienen su punto de intersección muy cerca de las instalaciones.
“Tengo el privilegio de tener un cuadro que cambia con las estaciones”, nos
dice al tiempo que nos acomodamos para iniciar la entrevista. Nos preguntamos
por los seres cercanos, rememoramos episodios de tiempos más jóvenes y echamos
alguna otra risa con un hombre que siempre intenta extraer de la vida el máximo
jugo.
Sesenta años ha recorrido
ya una empresa señera en el sector del metal que pasea con orgullo el nombre de
Tomelloso allá donde planta sus estructuras. Precisamente, la rapidez con que
pasa el tiempo da pie al empresario a mostrarnos un curioso vídeo animado que
enseña, en unos pocos segundos, la fugacidad de la vida.
—Anro ha cumplido ya
sesenta años, ¿qué supone para usted esta efemérides de una empresa que
conserva su marcado acento familiar?
—Nos deja una sensación
de orgullo por los años que llevamos aportando valor a una población y un país,
y eso es algo importante. Tomelloso es una población eminentemente agrícola y
tiene su mérito que haya surgido una industria que, por sus características,
muy bien podría ser del norte. Mi padre creó la empresa y supo dotarla de unos
cimientos que nos han permitido aguantar la
crisis tan brutal que estamos atravesando. Los hijos nos encontramos una
estructura muy potente y hemos seguido empujando para que la empresa siga
manteniéndose, haciendo proyectos muy bonitos tanto en España como el
extranjero. Una trayectoria de muchas batallas, de mucha lucha y, sobre todo,
de hacer bien las cosas.
-Mencionaba usted a su
padre que fue el hombre que inició el gran proyecto de Anro y que fue haciendo crecer la empresa, ¿cómo enjuicia
su figura?
—Mi padre es un ejemplo
más de la mucha gente con iniciativa que tenemos en Tomelloso. El que no se
dedicaba a la agricultura tenía que buscarse la vida por otro lado. Mi padre
empezó en la fragua de mi abuelo con el tema de los aperos de labranza. Pero
supo aprovechar la corriente de industrialización del país para ir metiéndose
con las ventanas, las puertas, las pequeñas estructuras y otras obras...Fue
cogiendo ese nicho y avanzando hasta llegar a acometer proyectos de cierta
envergadura, acompañando a las grandes empresas del país que son las que han
llevado a las subcontratas hacia arriba en los años de bonanza.
—La crisis de 2008 fue
dura, marcó un punto de inflexión y obligó a muchas empresas a reinventarse
¿Cómo afectó esta recesión económica a una empresa como Anro?
—Cogí las riendas de la
empresa en el 2003 en un momento de bonanza de la economía que llegó hasta el
2009. Creo que lo que nos ha salvado a nosotros es haber hecho bien las cosas
precisamente en esos seis o siete años, consiguiendo una capacidad financiera
que nos ha dado estabilidad en estos años tan complicados para todo el sector.
Hay que tener en cuenta que todo va encadenado, las grandes constructoras no
cogen los proyectos en las mejores condiciones y esto arrastra a todas las
subcontratas. En este escenario nos tenemos que mover, como podemos y como nos
dejan.
—El propio sector
obliga siempre a invertir y a apostar por la mejor tecnología, ¿no es así?
—Tenemos que invertir en
la mejora de los procesos, en nuevos sistemas de software para el departamento
técnico…todo va demasiado rápido, y si no vas al día correr el riesgo de
quedarte fuera del mercado. Fue en el 2012 cuando cambiamos toda la maquinaria
y actualizamos los procesos con el objetivo de reducir costes y ser más
competitivos. Pero claro esto lo pudimos hacer porque en los años anteriores se
trabajó con buen criterio.
—¿Resulta difícil
competir con esos países en los que los costes de su mano de obra son
prácticamente irrisorios?
—Depende. En Europa hemos
sido muy competitivos porque España estaba demasiado hundida y eso lo saben los
europeos que nos aprietan cada vez más y es difícil. Moviéndote por Europa
también percibes que se trabaja de forma diferente a España, en Europa lo que
se firma se cumple. En cualquier caso,
estamos trabajando en Hungría, tenemos otro proyecto en Oslo, también en París
donde vamos a construir una pasarela y llevamos ya cinco años implantados en
Chile donde tenemos ahora mismo a cincuenta personas…En fin que no nos podemos
quejar tal y como están los tiempos. El año pasado fue complicado para
nosotros, igual que para todos, pero hemos logrado aguantar y este año parece
que las cosas fluyen de mejor manera.
—En España también
están acometiendo proyectos muy interesantes, ¿cuáles destacaría?
—Uno muy importante es el
parking de Santander, de 70.000 metros cuadrados, en el puerto de esta ciudad.
En Anro estamos muy orgullosos de este sistema de aparcamientos en altura que
hemos desarrollado; aparcamientos ampliables, desmontables y reutilizables, que
está dando frutos. Hemos realizado aparcamientos para firmas importantes como
Inditex, BMW y otros públicos que hemos ganado en concursos en las islas
canarias donde formamos parte de un consorcio para construir otro aparcamiento
en un silo de 80.000 metros. Estamos contentos y vamos a seguir fomentando este
sistema por el que las administraciones, sobre todo los Ayuntamientos, se
interesan cada vez más.
—Son muchas las obras
realizadas, pero ¿cuáles considera más significativas?
-Una de las más
emblemáticas fue la ampliación del Museo del Prado, pero también fueron
importantes las de la estación de Atocha, la de Santa Justa en Sevilla, la
remodelación de la cubierta del Bernabeu, aunque en la obra que el Real Madrid
está haciendo ahora no hemos podido entrar y hemos estado en puertas de varios
lotes de obra que han salido, pero al final no ha podido ser. Hay mucha competencia
y la gente está apretando mucho. Sí participamos en la construcción del Wanda
Metropolitano junto a la empresa japonesa que hizo la cubierta. También fue
importante la obra del campus de Iberdrola, quizá la de mayor facturación, de
unos 15 millones de euros. Además, no fue a través de ninguna contrata, la
hicimos directamente.
—Anro se ha
distinguido también en la construcción de puentes en muchos países del mundo,
¿no es así?
—Hemos realizado puentes
formidables, pero de algunos no tengo precisamente buenos recuerdos porque,
como se dice en Tomelloso, nos han costado los cuartos (risas). Hemos hecho
puentes en el norte de Noruega, en Panamá, en Bélgica hicimos otro con un
montaje espectacular que fue un reto para nosotros porque fue en una ría al
lado del mar y muchos más. Los puentes tienen mucho trabajo y responsabilidad y
no se pagan bien. Hay que mimar todos los procesos de corte, ensamblado,
soldadura y, como es lógico, llevan numerosos controles. De hecho, no hay
muchas empresas en España que tengan la clasificación para poder hacer los
puentes.
—Fabrican piezas de
gran tonelaje, las transportan y las montan lo que les obliga a tenerlo todo
muy coordinado…p
—La coordinación es la
clave. Desde que el cliente desarrolla el proyecto, la elaboración de los
planos por los técnicos, las compras de los perfiles y su posterior
transformación, el soldado y la carga final para enviarlo a la obra donde irán
nuestros montadores a culminar la obra. Es como un puzle que hay encajar a la
perfección. La clave es elaborar unos buenos planos de fabricación en la
oficina técnica para que todo el proceso salga bien.
—¿Están invirtiendo
ahora las administraciones en obra pública?
—Salen cosas, pero no
todas las que quisiéramos las empresas del sector. Este verano hicimos el
Hospital Zendall en Madrid, una obra faraónica que hubo que hacer en poco más
de un mes y fue otro reto para la empresa. Todo salió bien y hasta la
presidenta Ayuso nos felicitó. La verdad es que el dinero que pagamos a través
de los impuestos es para que hagan cosas, no para que se lo guarden o que los
políticos presuman de tener superávits. El dinero público hay que invertirlo
con sentido común con el fin de que se genere riqueza y empleo.
—En Anro trabajan más de doscientas personas,
¿de qué obra se siente más orgulloso?
-Más que de una obra, que
hemos hecho muchas y buenas, de lo que me siento más orgulloso es del equipo
que tengo, gente muy profesional en la que he depositado toda la confianza
porque han demostrado su solvencia y buen hacer. Hay trabajadores muy comprometidos con la
empresa, de hecho ahí está la antigüedad de muchos de ellos que quieren seguir
estando aquí, defendiendo los colores de la camiseta de Anro.
—¿Con qué perspectivas
e ideas afronta Anro el futuro?
—Estamos ahora con unos
proyectos muy ambiciosos de viviendas prefabricadas modulares en altura. Y
aprovechando el sistema de nuestro aparcamiento, tenemos ya un desarrollo muy
avanzado. Nos hemos acogido a las ayudas que la Junta ofrece para estos
proyectos y en un par de meses podría salir. Son viviendas que oscilan entre los
38 y 76 metros de superficie. También queremos hacer habitaciones de hoteles y
residencias de estudiantes. Estamos ilusionados porque este sistema es una
alternativa a la construcción que cada vez está más complicada. Pensamos que
hay una vía de negocio ahí. Tenemos que reinventarnos y encontrar nuevas rutas
y caminos, de lo contrario es imposible.
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Miércoles, 28 de Mayo del 2025
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