Opinión

Más de un centenar de recordatorios funerarios, entre basura y matojos

Salvador Jiménez Ramírez | Lunes, 7 de Junio del 2021
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  Hace tiempo, no mucho, siguiendo el perfil de unos cerros en nuestros habituales recorridos de restablecimiento anímico,  por el valle ribereño, nos llamó la atención un extraño envoltorio tirado entre residuos urbanos brozas y tamojos y, al  hurgar en él,  aparecieron gran cantidad de Recordatorios funerarios o “estampas de difuntos” como se denominan en algunos pueblos; la mayoría muy deteriorados, entresacando y recuperando del montón, cincuenta y tres “cromos”. Sentí una sensación de hondo desasosiego al reparar en las rogativas y jaculatorias, encomendándose a su dios, los parientes de los ausentes, impresas en aquellas “Estampas”; con  nombres y apellidos de los muertos, lugar de fallecimiento y sepultura, en los lugares más dispares de España… He aquí algunos de ellos: “Mª del Carmen Rivero, de 7 años de edad, fallecida en Valladolid el día 17 de Junio de 1925. D. Esteban Posadas Méndez, Jefe de Administración de 2ª clase del  Cuerpo de Telégrafos, fallecido en Valladolid el día 28 de Octubre de 1953, a los 53 años de edad. D. Vicente López Montes; Jefe Reserva del Ferrocarril del Norte, que falleció en Carcagente el día 6 de Enero de 1923, a los 61 años de edad. Don Tomás Razquin Mediavilla;  Subjefe de Depósito de Ferrocarril del Norte, que falleció en Monforte, el día 17 de Enero de 1925, a los 55 años de edad. D. Enrique Brown Gibson, Ex­-Jefe del Depósito de la Renfe, que falleció en León el día 9 de Julio de 1946. D. Esteban Martínez Lizasoáin, que falleció en Castro-Urdiales (Santander), el día 7 de febrero de 1919. Don Ismael García López, que falleció cristianamente en Lérida, el día 1 de Agosto de 1961…”.  

  En aquel instante, solo existió el silencioso cielo, muy alto, infinitamente alto…; calmado y una brisa vespertina, perezosa, zarandeando ramas frágiles… Leídas, una y otra vez, algunas de aquellas jaculatorias y consolaciones de los familiares de los seres fallecidos…; aquellos pensamientos consagrados por y a la “profundidad” del “alma” humana, quise cavilar proféticamente… Sentimientos que habían “golpeado” el trasfondo de  aquellos seres humanos;  en aquellos días de dolor y habían sido “volteados” hasta su dios…; por necesidad de comunicación con la divinidad, y sosiego del “alma”, estaban tirados rodeados de basura… Conmovido por aquella plegaria: “Dios le había dotado de un alma pura, noble y generosa; era de gran corazón y ángel tutelar de la familia…”; tuve intervalos claroscuros al imaginar si un espectro atómico o una cosa podía ser otra y estar en otro lugar y allí, en aquellos instantes… Y más acá y más allá de aquellos montes…Comprendí y entendí, en aquel intervalo de mi espacio-tiempo, que los dioses son una llamada de nuestro cerebro y sin ellos, le “dolería” demasiado al ser humano su universo de dramáticas apariencias, cargado de simplezas, olvidos y crueldades… El “Uno” individual de un todo infinito… ¡Yo!

  Desde la más lejana antigüedad, las “Divinidades”, han constituido siempre el más alto ideal o finalidad capital, en todas las sociedades del planeta… En la arquitectura (una simple piedra erguida, seo, templo…) y general en el arte, (un simple grabado esquemático rupestre o pintura) que cada civilización realiza, va quedando plasmado un inconmensurable elenco de divinidades…

    Recordatorios, frases de recuerdo para un viaje a otros mundos; rosas, pétalos que se marchitan, estampas, esquelas, inscripciones en oro en las estelas funerarias, con el sentir del momento…; pero todo acaba siendo como una hora falsa…En los instantes del duelo, el individuo humano sabe engañarse “divinamente”, perdiendo su “miopía de hacia adentro…”. No obstante, acontece en su trasfondo una dimensión infinita...; para enseguida incorporarse a la acción temporal; a la ingente odisea de su memoria universal; a las entropías y “teatro” de la existencia…

  Estos Recordatorios funerarios o “Estampas”, tirados y desdeñados, deberían tener su pequeño hueco como reliquias histórico-mortuorias;  por lo que haremos todo lo posible,  para que pasen a formar parte de algún archivo  parroquial. Por ello, hemos echado mano de esa gran persona que es don Joaquín Rodríguez, con residencia en Tomelloso, que las entregará personalmente a algún clérigo de esa población.  Con ello también habremos honrado la memoria de unos seres humanos fallecidos hace muchos años; cuyos nombres se desvanecían en el “abismo” de un estercolero, con “mortaja” de basura humana…     


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