Opinión

El socioliberalismo de John Stuart Mill

| Viernes, 27 de Junio del 2025
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Si observamos el actual espectro político de nuestro país, no es difícil llegar a la conclusión de la existencia de un vacío que incomprensiblemente ningún partido parece pretender llenar de manera contundente. Estaría situado a la derecha de la izquierda y a la izquierda de la derecha, no como un punto en una línea, sino como unas dobles rayas entre las cuales se verían integradas las virtudes, las cualidades que ambas presentan. Se trataría pues de un espacio ocupado por una ideología de centro, que así podríamos llamarla hoy a grosso modo, aunque su fundador no pensara en ello, entre otras cosas porque tampoco correspondería a una ideología ajena a las limítrofes, sino a una síntesis, mejor combinación, de ambas. La ideología llamada a ocupar este vacío es conocida como socioliberalismo, (John Stuart Mill Londres, 1806-Aviñón,1873) o liberalismo democrático, palabras éstas que les resultarán tan conocidas como en principio contradictorias como tendencias políticas.

El liberalismo democrático es una corriente política que tiene como objetivo más importante el desarrollo integral de la persona como individuo, como ser irrepetible, siempre desde la perspectiva de su integración e interacción social. Una ideología por tanto que compagina el desarrollo colectivo con la libertad de quienes la componen. Dada su filosofía, el socioliberalismo huye tanto del autoritarismo como del paternalismo y victimismo, características propias del capitalismo y del socialismo marxista o comunismo, posibilitando que las personas sean quienes tomen la iniciativa en los procesos de sus propias decisiones, elemento básico de toda verdadera democracia libre de totalitarismos.

Su modelo económico es mixto con la intervención parcial del Estado que garantiza dos cosas, la economía libre y dificultar la formación de grandes monopolios estatales y privados. De esta manera se evita socializar completamente a una economía que crea dependencia, pasividad e ineficacia, generando la libertad de comercio, pero admitiendo sin embargo otras corrientes moderadas del socialismo como la socialdemocracia. La función del Estado es garantizar la libertad e igualdad de oportunidades de toda la ciudadanía, evitando así una tutela encubierta o una libertad vigilada.

Para compatibilizar las libertades con la intervención del Estado en temas de trascendencia social, éste queda facultado para que tanto la educación como la sanidad, seguridad y pobreza sean asuntos de carácter público, aunque no siempre gratuitos ni exclusivos, a la vez que garantizar también los derechos civiles, arbitrando las situaciones conflictivas y evitando cualquier discriminación. El Estado regula y protege las libertades civiles, pero sin sustituir la autonomía de los individuos, pues la soberanía reside de manera exclusiva en cada persona.

El socioliberalismo nació como una corriente progresista del liberalismo introduciendo la justicia social y la democracia. Tuvo sus orígenes en las corrientes ilustradas de Kant y Voltaire y en el derecho natural de Tomás de Aquino, Francisco Suárez, y el humanismo renacentista. El socioliberalismo aparece como una corriente de origen humanista y liberal que incluye la justicia social en sus postulados como mecanismo esencial para fomentar la libertad y para distribuir de manera equitativa la riqueza generada por la economía libre de mercado.

Es una ideología que aglutina pues, las libertades y asegura la ausencia de gigantescas diferencias sociales huyendo del individualismo salvaje del neocapitalismo y del colectivismo y falta de privacidad y libertad del comunismo. En por tanto un movimiento conciliador que procura el crecimiento más homogéneo de la ciudadanía.

Asegura así una sociedad que respeta y vela por los valores y potencialidades de la iniciativa privada, auténticos motores de generación de riqueza y desarrollo, puesta al servicio del interés social. Involucra asimismo al ciudadano en el desarrollo individual y social haciéndolo parte activa contribuyendo entre otros extremos al mantenimiento de los servicios públicos.

Decía al comienzo de estas líneas que existe en nuestro país una zona del espectro político que se encuentra vacía. Es por ello, creo, que el socioliberal se antoja como una solución a esta situación de acusada divergencia política, favoreciendo su convergencia, que no la eliminación de sus legítimas diferencias.

Se trata no obstante de una opción que requiere de una mayor y más clara definición en los programas y discursos políticos de los partidos, una voluntad de entendimiento y reconocimiento de los valores que atesoran y digámoslo también, una mayor madurez democrática de la ciudadanía, tareas que a día de hoy no parecen que resulten precisamente fáciles, sobre todo las dos primeras, que la tercera, quizá esté ya más lograda.

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