Ese lazo de parentesco aumenta la cercanía y complicidad de los propietarios con el periodista, el tinajero y la arquitecta. Algo más tarde se unirá a la visita otro periodista de La Voz para admirar una construcción que nos cautiva por muchas cosas, pero sobre todo por su buena conservación y limpieza.  La escalera, estrecha en su primer tramo y pintada en un tono crema, nos llevará a una curiosa encrucijada con el jaraíz a la izquierda, la cueva a la derecha y otro pequeño tramo de escalera que conduce a una fresquera que alberga en su interior varias damajuanas. Manuel nos indica atentamente donde están los interruptores de luz y ésta permite ver el buen estado de conservación, tarea de la que se encarga el constructor Lucio Moreno. En su último tramo la escalera ensancha y los peldaños están revestidos con unos ladrillos de barro que producen muy buen efecto.

La primera parada es el jaraíz, encalado en fecha reciente, con dos lumbreras en el techo y que guarda restos de una antigua prensa de barrón. El jaraíz que se mete unos cuantos metros a la calle está reforzado con unos pilares. Abajo del todo nos llama la atención el empotrado de madera, otro detalle evidente de la antigüedad de la cueva, y la mezcla de tinajas de cemento con las de barro, alguna de ellas aparece rota, víctima de aquellas explosiones que, a veces, se producían. Las tinajas de cemento son de 350 arrobas y las de barro, de unas 250 arrobas, presentando una curiosa forma de pirindola, con una boca más basta y una superficie algo más rugosa. Las tinajas tienen cuatro tapones a distintas alturas que permitían diferenciar vino de diferentes calidades. El mejor vino salía por el agujero más alto. Así de bien organizaban su trabajo aquellos vinateros sabios.

Vemos también la llamada tinaja del gasto, más pequeña y varios toneles. José María Díaz fija la construcción de la cueva en torno a 1850, es decir, de las más antiguas. El techo esta impecable, en la tosca, sin desprendimientos. El desgarre de las lumbreras es de tipo trapezoidal, muy bien esculpidos. Las tinajas de barro están sobre una especie de poyo y a las de barro están sustentadas en una especie de peana.

Concluye la visita y volvemos a la casa que también daría por otro reportaje por los buenos detalles arquitectónicos,  belleza de sus zócalos y suelos y su carpintería de madera original que lucen como el primer día. Con la misma amabilidad que nos recibieron, nos despiden ahora Adoración y Manuel, anfitriones  exquisitos con los que hemos compartido un agradable momento, por su compañía y el tesoro arquitectónico de hace más de siglo y medio que nos han mostrado y que resiste majestuoso el paso del tiempo.