Opinión

Miguel de Cervantes

Pilar Serrano de Menchén | Viernes, 1 de Octubre del 2021
{{Imagen.Descripcion}} El Pensador. (Cervantes). Escultura de Cayetano Hilario (Foto Rufino Pardo) El Pensador. (Cervantes). Escultura de Cayetano Hilario (Foto Rufino Pardo)

El día 28 se ha celebrado San Miguel Arcángel: nombre importante en el santoral;  también la onomástica de nuestro escritor universal Miguel de Cervantes. Por ello, en homenaje a su figura, hoy vamos a escribir (aunque sea sucintamente) de un modelador de palabras, un creador de sueños, de un hombre que pasó por la vida con su candilillo de esperanza para que lo alumbrara en las dificultades.

 Cervantes, español universal. Y lo hizo con sólo su palabra y su imaginación. Novelista, poeta, dramaturgo…; caballero de la ética cabalgó a lomos de su voluntad y carisma la españolidad de su carácter: mujeriego, brabucón, espadachín…; soldado, perteneció a los gloriosos tercios españoles y participó “en la más alta ocasión que vieron los siglos”: así lo expresa en el prólogo de la II parte de su don Quijote, aludiendo  a la batalla de Lepanto (7/10/1571) donde perdió el uso de la mano izquierda y donde la «Santa Alianza», promovida por el Papa Pío V, Felipe II y la república de Venecia: tropas mandadas por don Juan de Austria, venció a la flota turca.   

Sin embargo, poco sabemos de la vida de Cervantes; porque si tratamos de ir un poco más allá de la materialidad de lo que conocemos, resulta que ignoramos las motivaciones que tuvo para tomar la mayoría de sus decisiones. Y si lo anterior lo unimos a los años en los que no tenemos noticias de qué hizo o donde estuvo, entenderemos por qué los cervantistas bucean con tanto interés en su biografía. A esta dificultad se añade que, Cervantes, casi nunca habla en primera persona, sino que se esconde u oculta en personajes inventados como Cide Hamete Benengeli, un historiador arábigo, según expresión del autor del Quijote, que narra aventuras y desventuras del hidalgo manchego.

Hoy, el cervantismo oficial dice saber su lugar de origen y el día de su bautismo; pero aún no se ha descubierto la fecha de su nacimiento; pues aunque se supone que fue el 29 de septiembre, día de San Miguel, no hay constancia cierta. En cuanto a la ascendencia del escritor, tan discutida, tampoco es clara y aunque el mismo Cervantes, una vez liberado de Argel, prepara un informe en el que dice ser “cristiano viejo”, es decir: descendiente de cristianos, sin mezcla conocida de musulmán, judío o gentil, en la realidad nunca presentó documentos que lo avalaran.

Tercero de cinco hermanos: Andrea, Luisa, Rodrigo (este último estuvo prisionero junto a Miguel en Argel) y Magdalena, fue hijo de Rodrigo Cervantes y Catalina de Palacios.   Respecto a los primeros veinte años de su vida no se sabe nada seguro, así como tampoco se puede aseverar que viviera con sus padres. Sólo se afirma que en 1566 estaba instalado en Madrid y que, en 1569, inicia su carrera de escritor de la mano de su maestro, el humanista Juan López de Hoyos, con cuatro composiciones poéticas publicadas para la muerte de la reina Isabel de Valois. 

Ese mismo año, al parecer, Cervantes tiene que salir huyendo por un duelo en el que resulta herido Antonio de Sigura, un maestro de obras que posteriormente obtendría el cargo de intendente de construcciones de Felipe II. El documento que afirma tal suceso dice, que el escritor fue condenado por rebeldía a que le cortaran la mano derecha y a ser desterrado del reino diez años.  En su huida acabó en Roma, como camarero del Cardenal Acquaviva: el mismo Cervantes lo confiesa a Ascanio Colonna, en la dedicatoria de La Galatea.

Tampoco la fecha de su alistamiento en los tercios, compañía de Diego Urbina, en la que  también estaba su hermano Rodrigo, tiene una fecha determinada (1571?); y aunque  tristemente esta aventura acabaría con la herida en el brazo y con la inutilidad ya conocida, una vez que cura sus heridas en Mesina, vuelve a tomar parte en acciones militares llevadas a cabo por don Juan de Austria en Navarino, Corfú y Túnez; pero las dificultad propia de sus lesiones le hacen regresar a España. Para ello le dan cartas de recomendación, don Juan de Austria y el Duque de Sessa. Sin embargo, la mala suerte lo acompaña, porque la galera donde viaja, El Sol, antes de llegar a las costas catalanas es apresada por el corsario Arnaut Mamí.

Vendido como esclavo, Cervantes vive cautivo cinco años; cautiverio que lo marcó para siempre y que está presente en sus obras teatrales: Los tratos de Argel, Los Baños de Argel; así como en el cuento El Cautivo; que está incluido en la primera parte del Quijote.  Finalmente, mientras que su familia realiza grandes esfuerzos para conseguir su libertad, los padres trinitarios  (19/9/1580) lo rescatan por 500 ducados.

Luego, vendría un largo rosario de dificultades: recaudador de impuestos acusado de malversación de fondos, encarcelamientos, penurias económicas, matrimonio desigual con una hidalga de Esquivias de 19 años: Cervantes contaba 37; ella aportó dote y él nada; acusación de matar en duelo cuando vivía en Valladolid a un caballero (Ezpeleta); publicación de los dos Quijotes… En definitiva, una vida de novela tan interesante como el personaje que, con su magistral pluma, creó o inventó.

Agradecidos debemos estar los manchegos por habernos regalado su obra cumbre. Esta singularidad nos ha hecho ser conocidos en todo el mundo. La literatura cervantina ha sido la que ha moldeado, en parte, nuestro devenir como pueblo que forma parte de la novela más importante de todos los tiempos; numerosas costumbres, comidas, romances, refranes, arquitectura, cuentos, leyendas…, son recogidas por Cervantes de la Mancha y trasladadas a ese compendio de sabiduría que es el Quijote. 

Una simple imagen del Hidalgo Quijana colocada en carteles ya habla de nosotros; asimismo los “gigantes” de la llanura o molinos de viento, tan célebres (como descuidados durante siglos en muchos altozanos: aún hoy algunos siguen destruidos), nos llevan más allá de nuestras fronteras.

Por todo lo anterior y por lo que hemos realizado para destacar su figura, que el Quijote, símbolo de ideales y sueños, nos guíe y nos acompañe. Sea.          

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