El
término estraperlo o straperlo es usado en España para
referirse al comercio ilegal de bienes
sometidos a algún tipo de impuesto o tasa
por el Estado. Por extensión, es una actividad irregular o intriga de algún tipo, y se usa como
sinónimo de mercado
negro.
El
origen de este término está en un escándalo político
ocurrido durante la Segunda República Española, pero este fenómeno
estuvo íntimamente unido en España al periodo de posguerra tras la Guerra Civil.
Llegada
la época de los años cuarenta, “los años
del hambre”, donde la guerra había arrasado
innumerables campos de cultivo y además había que liquidar la deuda de la
guerra, el gobierno de Franco procedió
a racionar los escasos y fundamentales alimentos
mediante cupones.
Así, en mayo de 1939 se instauró la llamada cartilla
de racionamiento y se mantuvo hasta el año 1952. Se trataba
de cupones con los que se podían adquirir alimentos
de primera necesidad. Estuvieron racionados productos
como el aceite, alubias, arroz,
bacalao, azúcar, boniatos, café, carne, chocolate,
galletas, garbanzos, huevos, lentejas, mantequilla, pan, pasta, patatas, queso o tocino.
Por ejemplo y refiriéndonos al pan, a cada persona
le correspondía un bollo de 100 gramos, y esto, a todas luces era
insuficiente, por lo que de inmediato afloraron los estraperlistas encargados de buscar la materia prima extra, usando los más increíbles sistemas.
Todo el control de la producción, distribución y venta dependía de
la Fiscalía de Tasas, creada por ley
de 30 de septiembre de 1940, en cuyo artículo siete se anunciaba que el 40% de las multas impuestas serían por el
denunciante. Así, se ponía en marcha también todo un sistema de delación, miedo, venta clandestina, denuncias, multas, acciones
de todo tipo contra los pequeños estraperlistas y posibilidad de
enriquecimiento, como así ocurrió, de los grandes.
A largo de una quincena de años, entre cincuenta y sesenta
“ciclistas” recorrieron la ruta Tomelloso-Ruidera-Villahermosa-Albadalejo,
pero entrar en la provincia de Jaén a través de los pueblos de Puerto Génave o Puerta Segura para proceder al
estraperlo de aceite que movían en pieles
y odres hechos de piel de cabra. Una ruta de aproximadamente 140 kilómetros, en
la que gracias a algún vehículo
adaptado a este “trasiego comercial” se procedía, entre otros, al estraperlo
de aceite que subían de Jaén en pieles y odres hechos de piel de cabra, así
como harina de trigo y vino. Los
pedidos hechos a los estraperlistas eran hechos en Tomelloso por los agricultores de posibles, panaderos,
comerciantes y gentes individuales que en lugares como el Bar Alhambra o en el café de Los Portales
tenían la oficina
para comprar o vender las necesidades
que se tuvieran. Necesidades que estaban listos a satisfacer, si tenías
dineros, hombres de la localidad
y otros venidos de fuera.
Cómo era la
aventura de estos ciclistas podemos conocerla al detalle en el libro “Una tierra
por vencer”, de Tomás Perales Benito, donde se narran las peripecias
de la “banda” formada por Tomás Perales Román, y los hermanos Julián y Crescencio, apodados “los gorrinillas”; o en el libro del mismo autor: “Memorias de un
estraperlista: Los difíciles años de la postgerra
española”.
Si
se encontraba la mercancía, multa y requiso del género y con el cuerpo del infractor a la cárcel en los sótanos del Ayuntamiento
durante unos días si el delito era menor. Si la causa adquiriera tintes más importantes una llamada a Ciudad Real y
las consecuencias serían más graves,
incluyendo el encierro en Herrera.
Así, por
ejemplo, el 31 de Julio de 1942, la fiscalía provincial de Tasas de Albacete impuso algunas sanciones
impositivas a estraperlistas de Tomelloso. Fueron Félix Moreno Huertas y Leocadio Ortiz Moreno, multados como 1000 pesetas a cada uno “por
transporte clandestino de judías”, y le incautaron a favor del Estado
de 79 kilos de dicha mercancía.
Anteriormente, El 14 de mayo, se remitió al Fiscal de Tasas el recibo de haber decomisado 165 kilos de aceite a dos vecinos de Tomelloso en Villanueva de los Infantes.
También en
esa misma fecha aparece Gregorio López
Pérez, que fue multado con 1000 pesetas
“por
una falta de reglamentación en la fabricación y venta de jabón común de lavar”.
En el libro “Tomelloso en la frontera
del miedo”, de Dionisio Cañas
se puede disfrutar
de las experiencias de dos estraperlistas de esta localidad: Vicente y Rafael, así
como las vicisitudes de otros personajes de la
localidad donde se suceden las denuncias, chivatazos y declaraciones dentro de una sociedad donde el “mercado negro”
era el motor económico del momento.
Incluso,
en 1942 se encuentra otro caso de estraperlo en el que se ven inculpados un concejal
del mismísimo Ayuntamiento de Tomelloso y un pintor
de la localidad.
En
muchas ocasiones, las actividades de los estraperlistas iban unidas a
determinadas prácticas comerciales
donde el engaño por una u otra parte eran frecuentes, pudiendo aplicar el dicho manchego de que iban “de pillo a pillo”.
Así,
ocurrió en Tomelloso cuando dos estraperlistas llegaron a esta localidad
procedentes de Montoro (Córdoba),
para proceder a la venta de un pellejo de ochenta litros de aceite por un precio de 300 pesetas. Pronto, un
campesino local, Eutequiano, se interesó por la mercancía. Sin embargo, la compraventa no se desarrolló por los cauces normales.
Cuando
los cordobeses, de madrugada, fueron a casa de Eutaquiano a por su dinero (que debía pagarse con doce billetes
de 25 pesetas), la mujer del campesino salió todo azorada
porque su marido estaba muy enfermo y les dio de forma precipitada el dinero para que abandonaran rápidamente su domicilio. Los
estraperlistas observaron que el dinero entregado eran doce billetes de cien pesetas, lo que suponía cuatro veces
más del dinero acordado por la operación.
Evidentemente, no dijeron
nada y abandonaron el lugar.
Pero
la historia dio un giro radical cuando estos “comerciantes” fueron detenidos
por la Guardia Civil por tener
billetes de dinero falso. Ellos alegaron que el dinero lo recibieron de Eutiquiano, y por ello fueron a verle. La
acusación quedó sin fundamento cuando el campesino entregó el recibí por “trescientas pesetas” que había recibido de los cordobeses. ¿Quién engañó a quién?.
Como
ejemplo de otro tomellosero que se vio involucrado en las actividades propias
del estraperlo, aunque en este caso
lejos de su pueblo natal, encontramos a Jesús
Ferris, ebanista que llegó a Rota
(Cádiz) para cumplir el servicio militar. Pero allí se asentó definitivamente
tras conocer a Cándida Ruiz (con la
que posteriormente contrajo matrimonio) que trabajaba en casa del molinero Manuel Galea.
Jesús Ferris nació en Tomelloso y era hijo de Emilio Ferris y
Felicia López Ortega. Aunque sus
padres eran vecinos de Tomelloso y vivían en la calle Independencia, sus
abuelos paternos eran de la localidad de Cañete (Cuenca).
Sus dotes de carpintero sirvieron para camuflar
las verdaderas actividades que se realizaban en aquel molino: estraperlistas
suministraban la materia prima para que los panaderos del lugar, a los que se alquilaba el horno, cocían en secreto
pan. Todo esto con el consentimiento de algún sereno o municipal, que hacían la vista gorda, permitiendo la descarga del trigo, avisando de la llegada de la Inspección o
Fiscalía, y pasando por alto la ilegal actividad panadera, donde molían de día y hacían el pan de
noche. Luego, los molineros-panaderos, por las mañanas vendían el elaborado amasijo, y allí también se desplazaban
aquellas personas “colaboradoras” a “cobrar
el impuesto revolucionario” en forma de hogazas que les sabían a sus
respectivas familias, a gloria bendita.
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Miércoles, 23 de Abril del 2025