Opinión

Cosejas y versetes XIII. En clase de Derecho

Juan José Sánchez Ondal | Viernes, 21 de Enero del 2022
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Estábamos allí, participando

con fatal inconsciencia  en el festín del tiempo.

…………………….

Con la condena de convivir prensados,

y  permanentemente incomunicados,

como las páginas par e impar del libro de la vida.

………………..

Abríamos el libro de la tarde

en el que estaban escritos los paisajes,

los tonos amarillos del verano

hacia los montes cárdenos del tiempo.

Luego, al fin del capítulo,

la tapa de la noche reenviaba

al volumen siguiente aún no editado.

……………………..

La mejor poesía de este libro

Son tus huellas guardadas en sus hojas.

……………………

           

Hasta que aparecieron los medios informáticos e internet, y aún después,  los abogados nos valíamos, aparte de los Boletines Oficiales correspondientes,  de las colecciones legislativas y jurisprudenciales. Fueron famosos en el siglo antepasado los repertorios de Alcubilla. Después los de  Aranzadi que con su encuadernación de lomo en pergamino, auténtico o simulado, y franja roja, decoraban todo despacho que se preciara. Además, para el desempeño diario de los asuntos existían colecciones legislativas concordadas,  anotadas y comentadas, siendo las más famosas las de las leyes civiles, penales, administrativas y de la Hacienda, conocidas como las “Medina y Marañón”, que llevaron a cabo dos abogados: don León Medina y don Manuel Marañón. Éste, (1853-1920) santanderino, doctor en Derecho canónico, civil y administrativo por la Universidad Central,  secretario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y padre del famoso doctor Gregorio Marañón.

Y se preguntará el lector: ¿A qué viene toda esta introducción jurídica y biográfica, y qué tendrá que ver con la “coseja”  que hoy nos va a  contar éste, si no es para presumir de abogado viejo y de sabiondo; de “licinciao” como decimos por aquí?

Pues verán que sí, que era necesario aclararlo, sobre todo para letrados jóvenes y para no letrados, cuando  cuente lo sucedido en una clase de la vieja facultad de Derecho de la Complutense de la calle de San Bernardo madrileña.

Comenzaba el segundo curso, en el que se impartía el primero de Derecho civil  y debutaba como profesor de prácticas de esa asignatura, un brillante joven recién terminado, que preparaba Notarías.

Era preceptivo el control de asistencia de los alumnos  oficiales y, a tal efecto, se pasaba lista.

Como era el primer día de clase, el neófito profesor comenzó a cumplir el trámite despaciosamente, mirando a cada alumno, con la intención de irse quedando con sus caras y nombres,  como trataba de quedarse con el número y texto de  cada artículo del Código civil del tema que había de “cantar” a su preparador. Le había correspondido el grupo en el que estaban los alumnos de la letra “M”,  y en un momento dado, sucedió lo siguiente:

- José Martínez Vélez

-Presente.

-Juan Meano Ruiz

-Presente

-Luis Medina Escancio

-Presente.

Ante el primer apellido del alumno, el listero pregunta:

-¿Por casualidad es usted hijo de Medina y Marañón?

- No señor, de Medina sólo, respondió el interrogado con el consiguiente jolgorio de la clase.

De estilo similar es esta otra anécdota acontecida en un Juzgado en el que se tomaba declaración a un joven vestido decentemente, acusado de un robo.

Para hacer constar los datos identificativos del interfecto, el escribano le pregunta:

— ¿Su gracia de V.?

— ¿Mi gracia? Ladrón, contestó el acusado.

— ¿Ladrón.... de Guevara?

—No, señor, de relojes.

Y ya metidos en “cosejas” jurídicas, ésta,  datada en el primer tercio del pasado siglo. Ocuparon la cátedra de Derecho Civil de la universidad Central madrileña Felipe Sánchez-Román padre (1850-1916) e hijo  (1893 - 1956).

“En la Casa de huéspedes, dos estudiantes de Derecho. El uno estudia y el otro canta.

El que estudia.

 — ¡Manolo, o te callas o te rompo la cabeza!

--¿Con qué derecho?

—Con el de Sánchez Román que estoy estudiando.”

 

De paternidades se cuenta ésta como una de las más antiguas de la Historia, ya que se data entre el año 63 a. C y el 29 d.C.:

«El emperador Augusto estaba viajando por su Imperio, cuando se encontró con un hombre que se parecía muchísimo a él. Impresionado le preguntó:

- ¿Quizás tu madre trabajaba de sirviente en el palacio?

-No, su majestad, respondió éste, mi padre.»

………………………..

 

Porque el olvido me parece injusto

Quisiera condenarlo a la máxima pena.

……………………

Para volver sobre mis propios pasos

me sería necesario un antiguo GPS caducado.

……………………….

- ¿Quién no ha tenido, alguna vez,

 necesidad de hablar mí, me, conmigo,

y se ha desesperado

ante los oídos sordos de sí mismo?

……………………………..

Madrid, 21 de enero de 2021

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