Sé
que confundo a mis lectores. Es lo que nos sucede a las que, en las letras,
vivimos en las dos orillas, afortunadamente del mismo río: la literatura. A Confucio le preguntaron por qué compraba arroz y flores. «Compro arroz
para vivir y flores para tener algo por lo que vivir», dijo. Libros de
divulgación tecnología y de narrativa, el cuerpo y el alma, lo mío, siempre dos.
Hoy
le toca al cocido. Robots en la vida del
ser humano es mi último libro. Aún chorrea tinta. Confieso que he
disfrutado cociéndolo durante la pandemia, constatando lo que esos ingenios
mecánicos dotados de inteligencia artificial han hecho —aún están haciendo— por
el ser humano que los ha creado. Movió mi mano en los primeros momentos del
coronavirus ver cómo ayudaban sin descanso en la construcción del hospital de
campaña en Whua. Después desinfectando las salas hospitalarias en un ciclo
continuo, atendiendo las demandas de los
sanitarios en mil tareas y entreteniendo con sus dotes para la empatía a los que esperaban lo peor del virus. Con la tristeza por la caída en combate de mi
hermana, a la que se lo he dedicado, auné fuerzas para continuar.
Por
estos lares, los robots tienen mala prensa, acaso por desinformación. Son simples
trabajadores mecánicos, no los enemigos
que viene retratando el cine. Sí, he disfrutado describiendo cómo se las
arreglan estos conjuntos de tornillos y piel sintética, a las órdenes de la
informática, para atender tareas desde bomberos a camareros, mayordomos para
los mayores solitarios al entretenimiento y formación de los niños. Robots
en la vida del ser humano es un recorrido por los robots sociales
disponibles, los que están el mercado, aunque muchos aún no se hayan enterado.
Mi primer contacto con los robots como ayudantes del ser humano no se produjo
en China, o Estados Unidos. Se produjo en Madrid, hace unos años. Uno bajito,
con cara de no haber roto un plato, salió a mi encuentro, comenzó a hacerme
gestos con su rostro artificial y me dijo con estudiados movimientos de sus
ojos y pestañas: «¿Te cuento un chiste?». Me lo contó y yo entendí que nuestra existencia
se disponía a dar un vuelco. Uno más.
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Jueves, 10 de Julio del 2025
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