Nuestra sociedad se ha caracterizado por un desarrollo
tecnológico acelerado que, en el mundo occidental, ha conseguido eliminar el
hambre y la mayoría de trabajos penosos. Los avances en sanidad han aumentado
espectacularmente la esperanza de vida y todo ello gracias a la
abundancia de energía muy barata.
Pero ese desarrollo tecnológico ha llegado a
extremos inútiles e incomprensibles: ¿Una pareja joven con buena salud necesita
un robot-barredor? ¿Cambiar de teléfono cada año porque no tiene 50 megapixels
la cámara del actual? ¿Debe avisarnos el frigorífico por wifi de que no quedan
yogures, no podemos revisarlo nosotros? ¿Cambiar de lavadora porque la mía no
avisa de que hay poca ropa y debo poner un programa corto? Esas
“innovaciones” totalmente innecesarias conllevan cavar minas inmensas en la
tierra, añadir CO2 a la atmósfera, eliminar corales, despilfarrar agua para
extraer metales y fabricar chips (15.000 litros cada uno) simplemente porque
somos demasiado perezosos para barrer nuestras casas, mantener un teléfono más
de un año, o revisar el frigorífico o la lavadora, que en sí mismo son
sólo elementos de comodidad. Utilizamos tiempo y recursos para obtener un
confort adicional plenamente marginal, a costa de un aumento de presión
insufrible sobre la naturaleza.
Conseguir los materiales necesarios para estos
sistemas de alta tecnología, precisa mucha energía. El 80% procede de carbón, petróleo
y gas extraídos del subsuelo terrestre. Durante un siglo, sobre todo desde
1.950, nos hemos beneficiado de una energía cada vez más abundante y
gratuita (el planeta la da gratis), que ha permitido un increíble aumento de la
productividad. Cada humano consume una media de 22.000 kilovatios hora al año,
provenientes de gas, petróleo y carbón principalmente. Si lo convertimos
en energía humana, equivale a 200 esclavos al servicio de cada
terrícola en todo momento del año. El consumo de cada europeo equivale a
600 esclavos ¿Esto es sostenible?
El petróleo barato se acaba
Pero los hidrocarburos se están agotando y cada vez se
necesita más energía y más capital para extraer la misma cantidad... El declive
comenzó con el petróleo convencional: la producción mundial alcanzó su punto
máximo en 2008 (según la Agencia Internacional de la Energía) y los suministros
europeos disminuyen año tras año. Antes de llegar al 2050 ese suministro podría
dividirse por 3 (porque la producción mundial se dividirá a su vez por 2 y los
países productores querrán quedarse algo para ellos). El sistema choca
con otro límite físico: el del gigantesco cubo de basura atmosférica que la
quema de combustibles fósiles ha generado. Así que, para tener un
planeta habitable, debemos dividir por 3 nuestras emisiones de gases de efecto
invernadero antes de 2050. Por tanto tenemos que afrontar el fin de esta
abundante energía: asumir el fin gradual de los combustibles fósiles. Más
aún en La Unión Europea, que no tiene petróleo ni gas en su territorio,
como nos recuerda Putin cada día.
Declive energético: contracción de la actividad
económica
Este declive energético anuncia una contracción de la
actividad económica, porque la energía mueve las maquinas, esenciales para que
la economía siga funcionando. Sin energía, la producción disminuye. Lo que
estamos viviendo no es una crisis, sino el comienzo de una transformación
radical, el inicio de un cambio profundo, imparable e irreversible
del mundo que hemos conocido hasta ahora. La escasez de energía nos lleva a
sociedades low-tech: tecnologías simples, vehículos y artefactos tecnológicos
sencillos, fuertes, reparables, escalables, de bajo consumo energético y larga,
larguísima duración. Reparar mejor que renovar.
Más personas trabajando con sus manos
Un mundo con menos energía (y por tanto menos
máquinas) necesita más personas que trabajen con sus manos. Habrá menos empleos
en la fabricación de coches, pero habrá decenas de miles de personas que
trabajarán en el ecosistema de las bicicletas: fabricarlas, mantenerlas,
usarlas para los repartos... Son trabajos energéticamente menos depredadores.
Como habrá muy poco diesel, los tractores funcionarán muchas menos horas cada
año, así que muchas faenas agrícolas se realizarán manualmente: mucha gente
tendrá que volver a la agricultura. La abundancia de energía ha permitido
aumentar el tamaño de las empresas (la economía globalizada es intensiva en
energía) así que la sobriedad energética conducirá a lo contrario, empresas más
pequeñas, consumo de productos locales y tecnologías simples.
Como se supone que los humanos estamos de acuerdo en
que la supervivencia de la especie en el planeta tiene prioridad, La Unión
Europea está promoviendo políticas que reduzcan nuestra dependencia energética
y el deterioro climático. El cambio de perspectiva europeo presentado el 14 de
julio de 2021 para reducir (ya en 2030) las emisiones en un 55% conlleva una Transición
Ecológica acelerada.
Consecuencias: necesidad de mucha pedagogía
Esta Transición tendrá consecuencias sociales
serias, que serán más graves cuanto más nos retrasemos. Por imperativos físicos
la sociedad, nos guste o no, va a ser sometida a una dieta baja en carbono. Esto
implicará reasignaciones de mano de obra a menudo brutales, por ejemplo, en la
industria automotriz, en el transporte o en el turismo. También afectará a los
ingresos y al estilo de vida. Ya sea a través del aumento de los precios
(impuestos al carbono) o de las regulaciones (cambio obligatorio en los
métodos de calefacción) el efecto será el mismo. Es clave explicar al conjunto
de la sociedad el problema que tenemos, que no se puede ni aplazar ni resolver
con supuestos avances tecnológicos “mágicos”. La comprensión profunda del
asunto y el apoyo de la ciudadanía serán esenciales. O se explican bien las
cosas y se protege a los más débiles o las Marines Le Pen aflorarán por todas
partes.
La Transición tendrá derivadas macroeconómicas
inesperadas y subestimadas. Implica desguazar parte del stock de capital
actual, ya sea el equipamiento de las empresas (sistema energético,
transporte, edificios, maquinaria) o el equipamiento de los hogares (calderas,
viviendas, coches térmicos, etc.). Como hemos pasado mucho tiempo
retrasando la toma de decisiones, ahora no hay más remedio que acelerar
bruscamente. Ya no podemos permitirnos un proceso gradual, en el que se
sustituye un equipo al final de su vida útil por otro que consume un poco
menos, y luego otro... No, nos veremos obligados a cambiar de forma muy
repentina.
Los cambios ya se están produciendo
Ya hay en marcha muchos cambios. Algunos particularmente
interesantes: Kathy Matsui (hija de inmigrantes japoneses en California,
analista y luego alto directivo en el banco estadounidense Goldman Sachs, ha
creado MPower Partners, un fondo de capital riesgo en Tokio que sólo invierte
en start-ups que respetan los criterios medioambientales, sociales y de
gobernanza (ESG). Cambiar el comportamiento de las grandes empresas … no es
imposible, pero sí lleva mucho tiempo”. No les interesan las empresas que sólo
intentan marcar casillas para quedar bien, dice. Es un pequeño ejemplo, pero
hay otros: en Francia el año pasado se han sustituido casi 800.000 calderas de
gasoil y de gas por bombas de calor. La Comisión Europea subvenciona con 500 €
por kilowatio esta sustitución, con un límite de 3.000 € por aparato en España.
En San Francisco un programa de compostaje trata todos los residuos
orgánicos de la ciudad que se devuelven en forma de abono natural gratuito a
los agricultores. En Francia, el gobierno premia con 50 € al ciudadano que
repare o recupere una bicicleta vieja, en una red de talleres registrados en el
correspondiente ministerio.
En Austria, el gobierno acaba de crear una tarjeta de movilidad que, por
1.000 euros, permite viajar sin límites durante todo un año en cualquier
transporte público del país. Este "Klimaticket" ha requerido
una inversión inicial de 240 millones de euros, y necesitará 150 millones de
euros cada año para su ampliación. Un coste que ayudará al retorno de la
inversión energética e industrial. Reducir el número de coches a escala
nacional significa anticipar el fin del petróleo, reforzar su soberanía
energética, pero también preparar el futuro industrial del transporte público.
Este billete climático permite una movilidad flexible y espontánea, la forma
imaginaria de viajar que el coche ha monopolizado durante mucho tiempo. Para
lograr sus ambiciones, el país tendrá que invertir masivamente en su red
ferroviaria. Para ello, Austria va a inyectar más de 18.200 millones de euros
entre 2022 y 2027 solo para el tren. Pedro Sánchez y García-Page
deberían visitar Austria.
Francia y Alemania, con una red férrea muchísimo mayor
que la española, estudian duplicar su red ferroviaria…
El 11 de mayo, la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo aprobó la prohibición de la venta de vehículos con motor de
combustión a partir del año 2.035. Falta el trámite del pleno del Parlamento,
que se pronunciará a favor. En Gran Bretaña la prohibición se anticipa a
2030. Algunos fabricantes (Volvo, BMW, Volkswagen…) ya han anunciado que se
adelantarán a la medida. Maserati (coches deportivos de lujo) acaba de anunciar
que detiene la fabricación de motores de combustible y que desde 2030 solo
fabricará motores eléctricos.
El reto de preservar el planeta
Esta Transición Ecológica acelerada implicará
reconversiones, con problemas de reciclaje, formación, desarrollo económico
local y regional y un profundo cambio en el empleo en ciertos territorios.
Habrá ajustes y roces.
Pero no hay más opciones: o quedarse al margen o
subirse al carro, sabiendo que los primeros beneficiarios de estos cambios radicales,
de esta movilización sin precedentes de todo el planeta, quizás serán nuestros
nietos. Mantener el status actual nos arrastraría a un escenario de desastre
climático y energético. Así que más nos vale prevenir y planificar cómo
minimizar los daños, cómo ayudar a las personas, sectores y territorios que
van a sufrirlos.
Será el tiempo de la planificación. Serán
necesarios Planes de Descarbonización de la Economía a 15 ó 20 años,
consensuados por todas las fuerzas políticas, sociales y económicas del
país para que sean efectivos.
En el próximo capítulo se apuntarán algunas ideas y
principios que ya se estudian en la Europa más avanzada.
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Viernes, 2 de Mayo del 2025
Viernes, 2 de Mayo del 2025