RECTIFICACIÓN
Escribí en “Tomelloso en
el Madrid Cómico (III). La Conferencia de Tomelloso”, al hablar de
su autor, que “Como el mejor escribano echa un borrón y el mejor poeta la pifia
alguna vez en una rima consonante, o en la sílaba de más o de menos en un
verso, Sinesio hierra aquí, pero se
da cuenta de ello, o se lo advierten, y en el número siguiente (Madrid
cómico. 24/10/1891, página 7), entona el mea culpa: “Como se ve,
están aconsonantadas cándidamente las palabras mesa y empieza, que no pueden
ser consonantes aunque se lo pidan á Dios los frailes descalzos. Por
consiguiente, la cosa no tiene remedio, ni arreglo ni disculpa... ¡Malos
cuervos me coman!”.
Mi amigo y compañero Eliseo Rascón, con elegante delicadeza, me
pregunta si se escribe “hierra” o “yerra”
con lo que descubro que caí en un
imperdonable error gramatical.
No iba a ser yo menos que Sinesio en incurrir en falta, en este caso más grave, pues es
ortográfica, al decir que “Sinesio
hierra”, siendo así que el que yerra o erra (caben las dos formas) soy
yo, al que habría que herrar por mi error.
Erra o yerra Sinesio
venialmente al considerar consonantes dos palabras que no lo son, y erro o yerro yo mortalmente, al confundir los verbos errar
(no acertar algo) y herrar (poner herraduras a las
caballerías). ¡Mal albéitar me hierre!
Y ahora sigamos con el cuaderno
de Hilario.
En la casa de reposo, a Hilario le permitían leer los
escasos libros de poesía que había en
“la biblioteca”, no más de una veintena de viejos y manoseados ejemplares,
entre los que figuraba un Quijote, al que le tenían terminantemente prohibido
acceder. Según deducimos de varias referencias, entre los de poesía estaba
alguno de Antonio y Manuel Machado, de
Gabriel y Galán, de Amado Nervo, una antología de poetas españoles y alguno
más.
“Uno de los más
solicitados [según
cuenta], era el de Gabriel y Galán del que recitaba algún trozo de poesía, con
acento extremeño, Dolores, natural de Don Benito. Su preferido era “El embargo” del que terminaba llorando al
declamar la advertencia de que no tocaran la cama “ondi
ella s'ha muerto:/ la camita ondi yo la he querío /cuando dambos estábamos
güenos; / la camita ondi yo la he cuidiau, / la camita ondi estuvo su cuerpo /cuatro
mesis vivo / y una nochi muerto!”
También es el preferido
de don Jorge, pues el 23 de abril, día de su santo, lo celebra con un postre
especial en la comida que comparte con los residentes, y luego nos lee algún
poema de éste autor o se lo hace leer a Rufina, que era maestra y tiene una voz bastante entonada.
Rufina siempre lee “La pedrada”, la que empieza: “Cuando pasa el Nazareno/ de
la túnica morada, / con la frente ensangrentada, /y la soga al cuello echada…”
Sobresaltando a varios que habían caído en el sueño, algunos, prorrumpían en vítores cuando llegaba al
pasaje del rapazuelo que conmovido por los azotes que daban a Cristo,
lanzaba el redondo guijarro: “Zumbó el
proyectil terrible, / sonó un golpe indefinible, / y del infame sayón /cayó
botando la horrible /cabezota de cartón.” Raimundo, el militar octogenario, a
la menor, se arranca con la Oda al dos de mayo del jiennense Bernardo López García:
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón…
Y había que pararle porque a partir
de ahí era tal el número de disparataes que ensartaba rimaran o no, vinieran o
no a cuento con el tema, que temblaba la sala.”
Son diversas las citas
de poetas que, como lemas, recoge Hilario en varias de sus composiciones.
Con una cita de un poema de León Felipe, dice hallarse
confuso, sonámbulo, caminando a tientas,
colgado de la sombra, en busca de la casa de salud que le restituya la
razón, la conciencia del tiempo. Es éste
el único poema en el que Hilario menciona la que llama aquí “casa de salud”.
COLGADOS DE LA SOMBRA
“Y aún andamos
colgados de la sombra”
León Felipe.
“Colgados de
la sombra, sí,
gravemente
confusos,
buscando ese claror que alumbre nuestro sino,
ese camino de
palabra clara
con que
expresar nuestro dolor callado,
nuestra
ilusión perdida,
nuestro
olvidado goce.
Sonámbulos,
tanteando
la pared del
pasillo , la verja, la muralla,
la casa de
salud donde nos restituyan
la conciencia
del tiempo,
la vista
enmudecida por el sueño,
la perdida
razón.
Camino,
caminamos, a tientas
colgados de la
sombra.”
En ausencia de la amada todo es
oscuridad, todos son sombras. Sólo sombras constituyen el alimento de
Hilario en su ausencia. No las sombras oscuras de sus ataques nocturnos, sino las
sombras mudas de la noche. Escribe:
“Me alimento de sombras
en tu ausencia.
Subo al monte de esencias verticales
a sellar el
sepulcro
de los
remordimientos,
y al bajar,
en la orilla
del rio de los vientos,
abandono los sones
que trinan en
la niebla.
Oigo el acento
azul
del cielo de la tarde
que me habla
por su boca
de tu boca
como me hablaba entonces
tu boca,
como ahora calla
en elocuencia terca.
Me sorprende la noche de puntillas
y se funde el recuerdo
con la luz del vacío
cuando todo enmudece
y se aquietan las sombras,
mi
alimento”.
En una hoja del cuaderno escribe:
“Hoy ha venido a verme mi sobrina. Como sabían que iba a venir, me han
lavado y peinado y me han dado la mitad de las pastillas con que me entontecen
cada día. Me ha traído una muda limpia y unas rosquillas. Me ha contado cosas
del pueblo, de la cosecha de aceitunas, de la boda de su amiga Mari, del
entierro del tío Alfredo el espartero. La he encontrado nerviosa y con ganas de
irse cuanto antes. Me preguntó que si me cuidan y me tratan bien y me ha dicho, sin esperar mis respuestas, que
a ver si mejoro y puedo volver a casa. Yo no tenía nada que contarle y, como
tampoco me apetecía, he simulado quedarme dormido. No volverá hasta dentro de
dos o tres meses. Como estoy más despejado voy a escribir sobre el transcurso
de este tiempo que vamos consumiendo, matando calendarios.
“Consumimos
delirios y recuerdos
que sin
saber por qué resurgen
de esos blindados calendarios muertos.
El aroma
se expande entre los huesos
que nunca
recibieron confidencias,
que jamás
afirmaron las raíces.
Fueron
como el ayuno de cristales
que
traspasó la luz de roja brasa,
como la
almena en lluvia desleída,
como el
magro rumiar de soledades.
Y mientras
blindan calendarios muertos,
que
marcaron en nuestra vida ausencias,
consumimos
el tiempo entre paisajes
irreales,
que nunca el agua besa.
Se tiñe su
color de resistencias,
descarga
espesos velos, cicatrices,
espina
azul entre líquidas quejas,
que no
escucha la plaza ni el establo,
que no
deja lugar a la sorpresa.
Consumimos
delirios y recuerdos
que
marcaron en nuestra vida ausencias.”
Madrid, 29 de
junio de 2022
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Viernes, 2 de Mayo del 2025
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