Miguel y Andrés, amigos desde tiempo inmemorial, atraviesan experiencias vitales muy diferentes. Miguel está divorciado, es un escritor mediocre y una depresión le trae por el camino de la amargura. En cambio, Andrés, un actor fracasado, tiene boda a la vista, y viene  a ser la otra cara de la moneda al pesimismo de Miguel. Como éste es un empedernido amante del vino, deciden hacer un viaje de despedida de soltero en el que recorrerán varias bodegas, intentando encontrar algo que les permita dejar de lado sus inseguridades, tedios y rutinas.

Pero acaban topándose con Amaia y Terra, dos expertas del mundo del vino que trabajan en bodegas de la zona. Las dos mujeres alterarán el estado de cosas, metiendo en una encrucijada a los personajes varones sobre como afrontar el tiempo de vida que les queda. 

Los personajes masculinos llevan el peso de una obra que discurre a un ritmo frenético, con los destellos de humor de un gran Juanjo Artero, que tardó muy poco en meterse a los espectadores en el bolsillo y al que Tomelloso aún agradece ese mensaje de ánimo que, a través de La Voz, envió en los peores tiempos de la pandemia. La concejala de Cultura, Nazareth Rodrigo, también tuvo oportunidad de darle las gracias al final de la obra por ese gesto de generosidad de un hombre grande dentro y fuera de las tablas.

Pero no le fue a la zaga Patxi Freytez, inmenso en su papel de hombre golpeado por la vida, que ve siempre la copa medio vacía y que, en una comedia llena de humor, introduce elementos que invitan a la reflexión: el individualismo, el sentido de la amistad, el paso del tiempo o la juventud perdida. Aunque el mensaje que se acaba imponiendo es el de disfrutar de cada segundo de la vida. 

Entre copas, invita a reír, pero también a reflexionar sobre el sentido de la existencia. Su final feliz también es también una declaración de intenciones.

Y el maravilloso mundo del vino como telón de fondo en una obra que hace constantes guiños a la belleza de su elaboración, cultura y lenguaje, realzado en un elegante escenario otoñal que se mueve y cambia de tonos gracias a unos cuidados efectos  de iluminación. Los bellos pasajes de música que aparecen también dan  empaque a la representación 

Gustó tanto que el público irrumpió en un gran aplauso antes de que los actores remataran la faena. Tuvieron que despedirse en varias ocasiones porque la ovación no cesaba. Era la mejor manera de premiar tanta risa y talento sobre el escenario.