Opinión

Las apariciones en el cementerio viejo de Tomelloso y Rascayú

Juan José Sánchez Ondal | Miércoles, 2 de Noviembre del 2022
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Son múltiples las leyendas, esta vez sí, urbanas, referidas a las almas en pena, a los duendes, a los espíritus y fantasmas; algunas relativas a muertos que vagan por los cementerios, que por la noche salen de sus tumbas y se dice son vistos y descritos en sus apariciones y se cuentan sus historias en esta vida. No sabemos si los testigos presenciales o algún macabro bromista decidieron  que Tomelloso y su antiguo cementerio no fuera menos que esos otros famosos por sus leyendas y filtró a los medios de comunicación de entonces la noticia a que nos vamos a referir.

Dos periódicos al menos[1] se hicieron eco de la siguiente historia macabra en Tomelloso. El Adelanto: Diario político de Salamanca que la  titulaba “El monstruo de las tres cabezas…aparece en el cementerio” y La Libertad: el diario más antiguo de Vitoria que   lo titulaba  ”Los duendes”.  Los términos iniciales de las crónicas ya ponían en solfa la noticia: “…dicen que en Tomelloso se rumorea”, comenzaba el primero y  “Dicen de Tomelloso…”empezaba el segundo. ¿Qué decían o qué se rumoreaba?

Según el salmantino que “desde hace unos días…aparece en el cementerio viejo, sobre la media noche (“a las doce” precisaba el segundo) un monstruo fantástico, que cuando sale, da tres vueltas sobre una cruz (“alrededor de la cruz de una sepultura”, concretaba La Libertad)  y corre después por el patio del cementerio en distintas direcciones. Circulan diferentes versiones acerca de este monstruo.

Hay quien afirma haber visto que el monstruo tiene tres cabezas.

La alarma en Tomelloso es grande”.

Añadía el vitoriano medio informativo que  “Varios vecinos aseguran que el monstruo acostumbra ir acompañado, como por dolientes satélites, de dos cabezas sangrantes.”

No hemos vuelto a encontrar noticia alguna relativa a tales apariciones.

Si, según cuenta Francisco García Pavón en la Historia de Tomelloso, el actual cementerio fue bendecido por primera vez el 28 de julio de 1861, quiere decirse que  el hipotético monstruo de las tres cabezas hacía sus excursiones  en otro anterior, denominado viejo,  cuya ubicación desconocemos, pero que, según la noticia, tenía un patio por el que correteaba el monstruo fantástico. Antiguamente era frecuente que los cementerios se encontraran en terrenos adyacentes a las iglesias.

No hace mucho daba yo con lo que, más o menos,  eran los avatares y el metaverso. Ello me ha hecho, como al  personaje de Moliere, que descubrió que hablaba en prosa, darme cuenta de que casi todo lo que estoy escribiendo forma parte de los avatares, en su primera acepción, de lo  que, no sé si ya alguien habrán llamado  el retroverso; el universo del pasado y de los recuerdos. Hoy, a consecuencia de la anterior noticia macabra tomellosera y de un video que me han enviado al guasap, con canciones antiguas, entre las que venía un trozo de una que hizo furor en mi infancia, me voy a ocupar de ella, es Rascayú.

Muchos de mis contemporáneos, seguramente la recordarán de los años de nuestra niñez. Yo la recuerdo de Santander en la explanada de la feria cuando me llevaron por primera vez al circo. Sonaba insistentemente en los altavoces, como después sonarían las denominadas “canciones del verano”. Llegué a aprenderme  el estribillo: “Rascayú cuando mueras que harás tú, tú serás un cadáver nada más”. La canción tuvo un gran éxito interpretada por el mallorquín Bonet de San Pedro (Pedro Bonet Mir, 1917- 2002)  a pesar de que fue prohibida su emisión en la radio; según unos, porque faltaba el respeto a los difuntos;                      según otros, por la supuesta desafección al Régimen  de Bonet; según esotros, en fin, por entender que se refería a Franco.  Y han sido multitud los cantantes y los grupos que la han versionado, sobre todo el pegadizo estribillo, entre ellos Alaska y el valdepeñero  Paco Clavel.

La letra de la canción que interpretaba Bonet de San Pedro, era la siguiente:

Raskayu, cuando mueras qué harás tú (bis),

Tú serás un cadáver nada más (bis).

Oigan la historia que contóme un día

 el viejo enterrador de la comarca,

 era un viejo al que la suerte impía

su rico bien arrebató la parca.

 Todas las noches iba al cementerio

 a visitar la tumba de su hermosa,

y la gente murmuraba con misterio:

 es un muerto escapado de la fosa.

Raskayu, cuando mueras qué harás tú (bis),

Tú serás un cadáver nada más (bis). 

Hizo amistad con muchos esqueletos

que salían bailando la sardana

 y mezclaban sus voces de ultratumba

con el ronco croar de alguna rana.

Los pobrecitos iban mal vestidos
con sábanas que ad hoc habían robado,
y el guardián se decía con recelo:
"Estos muertos se me han revolucionado".

Raskayu, cuando mueras qué harás tú (bis),

Tú serás un cadáver nada más (bis). 

Como es bastante tétrica la historia
los fuegos fatuos se meten en el lío
armando con sus luces tenebrosas
un cacao de padre y muy señor mío.

Raskayu, cuando mueras qué harás tú (bis),

Tú serás un cadáver nada más (bis). 

 

La canción parece ser que se trata de una de las más plagiadas y de ella se cuenta que posee un fundamento histórico.

La autoría de la letra de la canción se la disputan dos autores: el poeta colombiano Julio Flores Roa, (1867- 1923), del que se  dice es autor del poema Boda negra, y el poeta y sacerdote venezolano Carlos Borges Requena  (Caracas, 1867- Maracay, 1932) autor del titulado Macabros  o Boda macabra, ambas con los mismos versos.

Si atendemos a lo que nos cuenta  María Cristina Solaeche Galera[2] es el venezolano Borges el autor del poema conocido como Macabros. Se cree que lo escribió en torno al año 1855, cuando sufrió depresión, y empezó a circular a partir de 1893. El mismo poema aparece, asimismo,  entre los originales del colombiano Julio Flores. Es difícil saber quién plagió a quién. Se sabe que Flores estuvo en Caracas, Colombia, y pudo conocer el poema de Borges. Si atendemos a lo que de éste nos cuenta la autora citada, el sacerdote explica el nacimiento del poema en estos términos:

«Esa lúgubre fantasía de mis dieciocho años era un presentimiento. ¡Pobres versos! La Musa, vidente, al inspirármelos, me anunciaba el dolor más intenso de mi vida. Yo vi la urna blanca de mi dulce novia bajar al fondo del sepulcro. Yo vi a la tierra tragarse aquella flor de gracia y belleza. En la amargura de mi duelo puedo exclamar como Jacob: Murió Raquel en el camino… y era el tiempo de la primavera. Mi alma tiene tedio de la vida. Como el amante de la antigua canción quisiera dormirme para siempre ¡oh, eterno Amor mío! Abrazado a tus huesos».

Cuentan que lo escribió basándose en unos comentarios que oyó en esos años mozos, narrados por el enterrador de la región, y su ferviente imaginación lo trasladó con su lírica al papel, en el poema. Sin embargo no es un enterrador de la región venezolana, al parecer, el que inspiró el poema, sino, según cuentan, un joven periodista cubano enamorado.[3]

A finales del siglo XIX vivía en La Habana un joven poeta y periodista de nombre Francisco Caamaño Cárdenas, quien se encontraba locamente enamorado de su prometida. Murió ésta (Irene Gay) con 18 años víctima de la tuberculosis y él la hizo enterrar vestida de novia y cubierta de flores.

Como ni él ni la familia de la joven tenían recursos suficientes, fue inhumada en la zona de los pobres del Cementerio de Colón y, tras pasar tres años, al no poder pagar las tasas que exigían los osarios para salvaguardar los restos, estos iban a ser incinerados. Francisco los reclamó pero como la joven había muerto de tuberculosis se los negaron.

Sobornó entonces a los sepultureros y se llevó los restos una noche con el propósito de preservarlos hasta contar con el dinero suficiente para construirle un panteón y depositarlos en él y los guardó en su casa.

Pronto comenzaron a circular rumores en la vecindad de que Francisco practicaba la necrofilia y que los restos de su prometida podían provocar un brote de tuberculosis en la vecindad. El joven se marchó entonces del lugar y se fue a vivir a Oriente donde encontró trabajo en un periódico.

Años después al regresar a La Habana comprobó que en los bares se cantaba su historia. Indagó y le dijeron que el trovador Alberto Villalón había musicalizado los versos de Julio Flórez y los había popularizado. Al visitar la barbería del barrio, regentada por su amigo Guillermo Muñiz, éste le confesó a Francisco que fue él quien relató los hechos al mismísimo Julio Flórez; y que fue allí, en el propio sillón de la barbería, donde el colombiano escribió de un tirón el poema. ¿A quién creer?

La música, con ritmo de bolero,  la compuso el guitarrista y compositor, considerado uno de los grandes de la trova cubana, Alberto Villalón Morales (1882-1955) y es famosa la versión que de él hiciera el ecuatoriano, apodado «El ruiseñor de América»,  Julio Alfredo Jaramillo Laurido (Guayaquil 1935- 1978), más conocido como Julio Jaramillo o la de otros intérpretes como  Maria Teresa Vera,  Ana Gabriel, el Trío Los CondesÓscar Chávez o Lydia Mendoza.  

Cualquiera que fuera el verdadero autor del poema, es claro que Bonet de San Pedro, en su fox-trot,  fusiló los dos primeros cuartetos de la canción, con el añadido, menguadamente poético de los restantes,  con  referencias a la sardana (que Fangoria, con idea de actualización, sustituyó por “lambada”);   de la rana,  de los fuegos fatuos y del “cacao de muy señor mío”.    Tampoco  el nombre  de  “Raskayu”  parece que era original, sino copiado del swing compuesto por Sam Theard "Rascal You"  en 1931, que interpretaba Luis Amstrong. 

La letra del discutido poema y del bolero, de mejor calidad poética que la de Bonet y Alaska, dice así:

“Oye la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca:
Era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
es un muerto escapado de la fosa.
En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevó en los brazos
el rígido esqueleto de la amada.
Y allá en la oscura habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
dejó a su lado la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta.
Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le cubrió de besos
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado”.

Madrid, 2 de noviembre de 2022. 

 

 [1] El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año XXXIV Número 10483 - 1918 agosto 7, p.4, y La Libertad: el diario más antiguo de Vitoria: Año XXIX Número 9113 - 1918 agosto 7 [S.l.: s.n., 07/08/1918], p. 2.

[2] María Cristina Solaeche Galera. Carlos Borges: «Poemario». Cantos del alma y del cuerpo, ¡Armonía del cielo y la tierra!

[3] David Bizarro. La negra historia de 'Raska-yú', una canción de difuntos.

 https://tentaciones.elpais.com/2011/10/tr.html

 

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