Son múltiples las leyendas, esta
vez sí, urbanas, referidas a las almas en pena, a los duendes, a los espíritus
y fantasmas; algunas relativas a muertos que vagan por los cementerios, que por
la noche salen de sus tumbas y se dice son vistos y descritos en sus
apariciones y se cuentan sus historias en esta vida. No sabemos si los testigos
presenciales o algún macabro bromista decidieron que Tomelloso y su antiguo cementerio no
fuera menos que esos otros famosos por sus leyendas y filtró a los medios de
comunicación de entonces la noticia a que nos vamos a referir.
Dos periódicos al menos[1]
se hicieron eco de la siguiente historia macabra en Tomelloso. El Adelanto:
Diario político de Salamanca que la
titulaba “El monstruo de las tres cabezas…aparece en el cementerio” y La Libertad: el
diario más antiguo de Vitoria que lo titulaba ”Los duendes”. Los términos iniciales de las crónicas ya
ponían en solfa la noticia: “…dicen
que en Tomelloso se rumorea”,
comenzaba el primero y “Dicen de Tomelloso…”empezaba el
segundo. ¿Qué decían o qué se rumoreaba?
Según el salmantino que “desde hace unos días…aparece en el
cementerio viejo, sobre la media noche (“a las doce” precisaba el segundo) un monstruo fantástico, que cuando sale, da tres vueltas sobre una cruz
(“alrededor de la cruz de una sepultura”,
concretaba La Libertad) y corre después por el patio del cementerio
en distintas direcciones. Circulan diferentes versiones acerca de este
monstruo.
Hay quien afirma haber visto que el monstruo tiene tres cabezas.
La alarma en Tomelloso es grande”.
Añadía el vitoriano medio
informativo que “Varios vecinos aseguran que el monstruo acostumbra ir acompañado, como
por dolientes satélites, de dos cabezas sangrantes.”
No hemos vuelto a encontrar
noticia alguna relativa a tales apariciones.
Si,
según cuenta Francisco García Pavón en la Historia de Tomelloso, el actual
cementerio fue bendecido por primera vez el 28 de julio de 1861, quiere decirse
que el hipotético monstruo de las tres
cabezas hacía sus excursiones en otro
anterior, denominado viejo, cuya
ubicación desconocemos, pero que, según la noticia, tenía un patio por el que
correteaba el monstruo fantástico. Antiguamente era frecuente que los
cementerios se encontraran en terrenos adyacentes a las iglesias.
No hace mucho daba yo con lo
que, más o menos, eran los avatares y el
metaverso. Ello me ha hecho, como al
personaje de Moliere, que descubrió que hablaba en prosa, darme cuenta
de que casi todo lo que estoy escribiendo forma parte de los avatares, en su
primera acepción, de lo que, no sé si ya
alguien habrán llamado el retroverso; el
universo del pasado y de los recuerdos. Hoy, a consecuencia de la anterior
noticia macabra tomellosera y de un video que me han enviado al guasap, con
canciones antiguas, entre las que venía un trozo de una que hizo furor en mi
infancia, me voy a ocupar de ella, es Rascayú.
Muchos de mis
contemporáneos, seguramente la recordarán de los años de nuestra
niñez. Yo la recuerdo de Santander en la explanada de la feria cuando me
llevaron por primera vez al circo. Sonaba insistentemente en los altavoces,
como después sonarían las denominadas “canciones del verano”. Llegué a
aprenderme el
estribillo: “Rascayú cuando mueras que
harás tú, tú serás un cadáver nada más”. La canción tuvo un gran éxito
interpretada por el mallorquín Bonet de San Pedro (Pedro Bonet Mir, 1917- 2002) a pesar de que fue prohibida su emisión en la
radio; según unos, porque faltaba el respeto a los difuntos; según otros, por la
supuesta desafección al Régimen de
Bonet; según esotros, en fin, por entender que se refería a Franco.
Y han sido multitud los cantantes y los grupos que la han versionado,
sobre todo el pegadizo estribillo, entre ellos Alaska y el valdepeñero Paco Clavel.
La letra
de la canción que interpretaba Bonet de San Pedro, era la siguiente:
Raskayu, cuando mueras qué harás
tú (bis),
Tú serás un cadáver nada más
(bis).
Oigan la historia que contóme un
día
el viejo enterrador de la comarca,
era un viejo al que la suerte impía
su rico bien arrebató la parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de su hermosa,
y la gente murmuraba con
misterio:
es un muerto escapado de la fosa.
Raskayu, cuando mueras qué harás
tú (bis),
Tú serás un cadáver nada más
(bis).
Hizo amistad con muchos esqueletos
que salían bailando la sardana
y mezclaban sus voces de ultratumba
con el ronco croar de alguna
rana.
Los
pobrecitos iban mal vestidos
con sábanas que ad hoc habían robado,
y el guardián se decía con recelo:
"Estos muertos se me han
revolucionado".
Raskayu, cuando mueras qué harás
tú (bis),
Tú serás un cadáver nada más
(bis).
Como
es bastante tétrica la historia
los fuegos fatuos se meten en el lío
armando con sus luces tenebrosas
un cacao de padre y muy señor mío.
Raskayu, cuando mueras qué harás
tú (bis),
Tú serás un cadáver nada más
(bis).
La
canción parece ser que se trata de una de las más plagiadas y de ella se cuenta
que posee un fundamento histórico.
La
autoría de la letra de la canción se la disputan dos autores: el poeta
colombiano Julio Flores Roa, (1867- 1923), del que se dice es autor del poema Boda negra, y el poeta y sacerdote venezolano Carlos Borges Requena
(Caracas, 1867- Maracay, 1932) autor del titulado Macabros o Boda macabra, ambas con los mismos
versos.
Si atendemos a
lo que nos cuenta María Cristina Solaeche Galera[2]
es el venezolano Borges el autor del
poema conocido como Macabros. Se cree que lo escribió en torno al año
1855, cuando sufrió depresión, y empezó a circular a partir de 1893. El mismo
poema aparece, asimismo, entre los
originales del colombiano Julio Flores. Es difícil saber quién plagió a quién.
Se sabe que Flores estuvo en Caracas, Colombia, y pudo conocer el poema de
Borges. Si atendemos a lo que de éste nos cuenta la autora citada, el sacerdote explica el nacimiento del poema en estos términos:
«Esa lúgubre fantasía de mis dieciocho años era un
presentimiento. ¡Pobres versos! La Musa, vidente, al inspirármelos, me
anunciaba el dolor más intenso de mi vida. Yo vi la urna blanca de mi dulce
novia bajar al fondo del sepulcro. Yo vi a la tierra tragarse aquella flor de
gracia y belleza. En la amargura de mi duelo puedo exclamar como Jacob: Murió
Raquel en el camino… y era el tiempo de la primavera. Mi alma tiene tedio de la
vida. Como el amante de la antigua canción quisiera dormirme para siempre ¡oh,
eterno Amor mío! Abrazado a tus huesos».
Cuentan que lo
escribió basándose en unos comentarios que oyó en esos años mozos, narrados por
el enterrador de la región, y su ferviente imaginación lo trasladó con su
lírica al papel, en el poema. Sin embargo no es un enterrador de la región
venezolana, al parecer, el que inspiró el poema, sino, según cuentan, un joven
periodista cubano enamorado.[3]
A finales del siglo XIX
vivía en La Habana un joven poeta y periodista de nombre Francisco Caamaño
Cárdenas, quien se encontraba locamente enamorado de su prometida. Murió ésta
(Irene Gay) con 18 años víctima de la tuberculosis y él la hizo enterrar
vestida de novia y cubierta de flores.
Como ni él ni la familia
de la joven tenían recursos suficientes, fue inhumada en la zona de los pobres
del Cementerio de Colón y, tras pasar tres años, al no poder pagar las tasas
que exigían los osarios para salvaguardar los restos, estos iban a ser
incinerados. Francisco los reclamó pero como la joven había muerto de
tuberculosis se los negaron.
Sobornó entonces a los
sepultureros y se llevó los restos una noche con el propósito de preservarlos
hasta contar con el dinero suficiente para construirle un panteón y
depositarlos en él y los guardó en su casa.
Pronto comenzaron a
circular rumores en la vecindad de que Francisco practicaba la necrofilia y que
los restos de su prometida podían provocar un brote de tuberculosis en la vecindad.
El joven se marchó entonces del lugar y se fue a vivir a Oriente donde encontró
trabajo en un periódico.
Años después al regresar
a La Habana comprobó que en los bares se cantaba su historia. Indagó y le
dijeron que el trovador Alberto Villalón había musicalizado los
versos de Julio Flórez y los había popularizado. Al visitar la barbería
del barrio, regentada por su amigo Guillermo Muñiz,
éste le confesó a Francisco que fue él quien relató los hechos al mismísimo
Julio Flórez; y que fue allí, en el propio sillón de la barbería, donde el
colombiano escribió de un tirón el poema. ¿A quién creer?
La
música, con ritmo de bolero, la compuso
el guitarrista y compositor, considerado uno de los grandes de la trova cubana,
Alberto Villalón Morales (1882-1955) y es famosa la versión
que de él hiciera el ecuatoriano, apodado «El ruiseñor de América», Julio
Alfredo Jaramillo Laurido (Guayaquil 1935- 1978), más conocido
como Julio Jaramillo o la
de otros intérpretes como Maria Teresa
Vera, Ana Gabriel, el Trío Los Condes, Óscar Chávez o Lydia Mendoza.
Cualquiera
que fuera el verdadero autor del poema, es claro que Bonet de San Pedro, en su
fox-trot, fusiló los dos primeros
cuartetos de la canción, con el añadido, menguadamente poético de los
restantes, con referencias a la sardana (que Fangoria, con
idea de actualización, sustituyó por “lambada”); de la rana,
de los fuegos fatuos y del “cacao de muy señor mío”. Tampoco
el nombre de “Raskayu”
parece que era original, sino copiado del swing compuesto por Sam Theard
"Rascal You" en 1931, que interpretaba Luis Amstrong.
La letra
del discutido poema y del bolero, de mejor calidad poética que la de Bonet y
Alaska, dice así:
“Oye la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca:
Era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
es un muerto escapado de la fosa.
En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevó en los brazos
el rígido esqueleto de la amada.
Y allá en la oscura habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
dejó a su lado la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta.
Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le cubrió de besos
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado”.
Madrid, 2 de noviembre de
2022.
[1] El
Adelanto: Diario político de Salamanca: Año XXXIV Número 10483 - 1918 agosto 7,
p.4, y La Libertad: el diario más antiguo de Vitoria: Año XXIX Número 9113 -
1918 agosto 7
[S.l.: s.n., 07/08/1918], p. 2.
[2] María
Cristina Solaeche Galera. Carlos Borges: «Poemario». Cantos del alma y del
cuerpo, ¡Armonía del cielo y la tierra!
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Domingo, 27 de Abril del 2025