La primera exposición de Andrés Ruiz Paraíso en solitario
fue en 1984 en el Café de la Glorieta. El artista ha vuelto al emblemático
Cafetín 37 años después con “Todo viene de antes, todo está por hacer”. Hasta
el 15 de enero se puede admirar la muestra en la planta alta del local —que
poco a poco se va convirtiendo en una celebrada galería— que se ha enmarcado en
las celebraciones del 40 Aniversario del establecimiento.
Visitamos la exposición guiados por Andrés Ruiz Paraíso el día
de los Inocentes y el Café es un maremágnum de gente entrado y saliendo, además
en un rato va a tener lugar un espectáculo en el local. El artista está muy
contento de como va la muestra por la que está recibiendo muchos parabienes,
además “la gente se hace selfis con las obras y me manda buenos comentarios”.
—La exposición tiene un nombre, como poco, curioso…
—Me gusta titular mis muestras con nombres que reflejen la
idea de la exposición o el porqué he seleccionado las obras que la forman. Y es
que, todas las exposiciones las enmarco según la filosofía de ese momento. Con “Todo
viene de antes, todo está por hacer” he querido contar que, dado que me han
invitado para exponer en el final del año de 40 aniversario de El Cafetín y mi
primera muestra la hice hace 37 años en este local. Es decir, de lo antiguo
nacen cosas modernas.
—¿Qué cuelga Andrés Ruiz Paraíso en El Café de la
Glorieta?
—He traído paisajes de Záncara y elementos en los cuales he
incluido unos mensajes, que son símbolos históricos. Utilizo ese fondo de
paisaje para contar lo que quiero decir. Además de los paisajes hay una serie,
que son cuatro cuadros y una escultura, a la que llamo “Blancos en desuso”, que
es una reflexión sobre la guerra, en general. Cuento que a la bandera blanca no
se le ha dado una utilidad de diálogo, sino que se ha usado como blanco de tiro.
Se trata de banderas que se ha llevado el viento por no utilizarlas.
—Unas obras que suponemos que tienen que ver con la guerra
de Ucrania, ¿no?
—La serie nació el 20 de abril, aunque la guerra de Ucrania
empezó antes esa fecha fue cuando más me toco. Pensaba que las guerras de ahora,
con tanta tecnología, eran lejanas para la gente de a pie. Pero, horrorizado,
vi la noticia de que una chica de 13 años fue violada por un comando y me di
cuenta que aquello era muy incivilizado. Ahí fue cuando cogí posición, no en un
bando sino contra la guerra.
—La de Ucrania es una terrible guerra como las de siempre…
—No entiendo que el pleno siglo XXI tenga lugar esa guerra
despiadada por un conflicto que debería haberse resuelto en los despachos.
—Explíquenos el mensaje que contienen los paisajes.
—Hay una serie de norias y de palomares —los palomares me
persiguen—de la zona de Teruel que hablan sobre el desuso que se hace de la
comunidad, lo que antes era una reunión de palomas, ahora es una construcción
tapiada. Estamos creando edificios alejados de la comunidad, nos estamos
individualizando. Eso mismo ocurre en Záncara, una pedanía de Tomelloso que es
un antiguo núcleo urbano completamente abandonado a su suerte, se está hundiendo.
También incluyo dos cuadros hechos con grafito, “Al fondo”, uno de lo cuadros
que más me representa, junto a otro más tradicional sobre “Los pinos”.
—Usted utiliza infinidad de técnicas, materiales y
texturas para sus creaciones…
—El soporte de todo el trabajo que está aquí expuesto es un
papel de lino natural hecho a mano y el estuco. Hay variedad de materiales,
óleos, acrílicos, grafito, como digo, carboncillo; sin llegar a ser collage, hay
superposiciones de papeles. También traigo cuatro esculturas, en madera.
—En estos cuarenta años usted ha recorrido un camino muy
largo con su arte, ¿no es así?
—La verdad es que sí. Lo que más me ha ayudado en este
camino ha sido afianzarme en lo que quiero hacer. Y en no excusarme ni pedir
perdón por lo que quiero. Para mí mi pintura es principal, aunque sea
secundaria para comer. Eso me ha dado la libertad de poder hacer lo que quiero,
guste o no guste. De todas formas, tengo la suerte de tener mi público.
—Es obligado preguntarle por lo que está haciendo…
—Ahora mismo estoy con un gran cuadro de gran formato y tonos verdes al que le he puesto provisionalmente el título de “La fábrica de Modigliani”. Es una fábrica de harinas de Bilbao y los reflejos de los cristales de las ventanas parecen cuadros del italiano. Uso tonos verdes porque estoy saliendo de los rojos de la tensión que tenía. El horizonte se me está abriendo hacia los verdes.
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Sábado, 23 de Noviembre del 2024
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