Al finalizar sus estudios de Economía, Teo se enamoró de
Lola. Y Lola le correspondió, en cierta forma, accediendo a salir con él. Jamás
olvidará aquella primera vez. Apenas fueron dos semanas, pero nunca antes,
nuestro amigo, pensó morir a cada instante.
—Morir de amor, —decía con los ojos cerrados, mientras se
pellizcaba el cuerpo con esas manos, incapaces de estarse quietas. Lola acabó
dejándolo y Teo se hundió.
Ocurre que nunca se precipita uno hasta el fondo del abismo
y él no iba a ser una excepción. Al cabo de otras dos semanas, Lola regresó.
Las manos de Teo volvieron a toquetearlo todo y sus ojos, de nuevo cerrados, estuvieron
a punto de implosionar. Qué locura revivirlo todo, dando aún más que en el
primer intento, tratando de no cometer los supuestos errores que lo habían
conducido a la ciénaga del desaliento donde aguardaba, inmisericorde, el más
tirano de los desamores. Lola lo dejó, esta vez, a los siete días y Teo se
sumió, nuevamente, en la oscuridad, negándose a comer, evitándonos, encerrándose
en sí mismo.
Sin embargo, en esta ocasión, su conducta no fue
destructiva. Teo consumía su tiempo analizando todos los pasos dados con el fin
de detectar en qué momento la relación giraba hacia un final terrible. Lola lo
llamó un par de veces y, a la tercera, reemprendieron la relación. Confesamos
que Lola no ocultó en momento alguno sus intenciones con Teo, tanto para una
cosa como para la otra. Incluso, delante de todo el mundo, decía:
—Teo, volveré a dejarte. Pronto.
Perdimos la cuenta acerca de las veces que esta historia se
repitió en el tiempo. Hasta existieron períodos en los que Lola, en lugar de volver
con Teo, salió con otras personas. Ahí casi lo perdemos. Eso sí, Lola,
finalmente, regresaba con él y lo recuperábamos. Este bucle finalizó, por fin, con
la reforma.
Sucedió un día cualquiera. Lola nos citó, incluyendo a Teo,
para comunicarnos que estaría con él toda la vida, pero nunca de manera
constante.
—Ya no buscaré a otros —y, mirándolo a los ojos, le dijo
—porque eres tú lo que quiero, cuando lo que quiero es estar con alguien. Y eso
no me sucede siempre, como sabes, pero ahora sé que, cuando ocurra, será
contigo.
Y así fue como Teo dejó de sentir esa desesperación insondable cada vez que terminaba su contrato temporal, asfixiado por la incertidumbre de no saber si Lola volvería a demandarlo de nuevo. Ahora ya sabe que sí, que Lola no estará sola más de lo necesario y que, cuando deje de estarlo, será él quien tendrá a su lado. Teo ya no es temporal. Ahora es fijo discontinuo y eso, en el amor, puede valer mucho más que un contrato de trabajo indefinido.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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