Feria 2023

Sobreviré el olvido

XXV Premio de Poesía “Eladio Cabañero” de la Fiesta de las Letras Ciudad de Tomelloso

Salvador García Ramírez | Viernes, 18 de Agosto del 2023
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(Selección de poemas)

LAS REFERENCIAS

Apenas pongo en claro mi desorden

y salen al encuentro las mañanas

de un otoño que incendia las paredes

con tanta intensidad como osadía.

Pobremente empezaba a comprender,

cuando la vida cambia el escenario

como antes mudó las circunstancias.

Las ganas de existir van dando tumbos

buscando un equilibrio que se rompe.

Sin saber si lo mata o lo enriquece,

la razón va domando el sentimiento

de un galope intrigante y desbocado.

Qué arriesgados los versos. Qué difícil

es llegarse a entender y que te entiendan.

 

REMENDAR

Me empeño en navegar con viento en contra,

añorando el calor cuando arrecia el invierno

y en verano el alivio del relente.

 

Saber vivir requiere otro talante

y el ingenio de estar en lo que estamos

para ver si la suerte viene a vernos

o se encuentra ocasión de arrepentirse.

 

Bien se sabe que no tener cuidado

con el suelo que pisas, o ignorar

de cada temporada el don propicio,

a la postre te vuelve un melancólico.

 

De logro en desacierto, vacilante,

rebusco lo que queda mientras gasto

el resto de la vida en remendar

los lazos que no ató tanta premura,

la casa a medio hacer, los versos rotos.

 

EL DIAGNÓSTICO

Las mañanas prudentes piden cita

en consultas privadas con olor a bajante

en un bloque de pisos sin ninguna terraza.

Un cartel junto al marco es el señuelo

en la rancia emboscada de pasillos.

El terrazo evidencia las enmiendas

de tabiques y esquinas: recovecos

que incorporan a un cuarto medio cuarto

perdiendo en el embrollo la ventana

por un ciego servicio bajo llave.

Me deprime el pastiche de las salas de espera,

su ecléctico rotar de muebles viejos.

Una banda sonora imperceptible

amordaza un rock duro con sus graves.

Tienen las fotos tonos sepia. Muestran

panorámicas toscas sin un árbol

como un cruel anticipo del desierto.

Media hora después de lo previsto

las luces atestiguan en penumbra

que no tengo la vista que tenía

sin que aprecie en su prisa la oftalmóloga

que ya no miro igual que antes miraba.

 

EL PÁBILO QUE RESTA

Con la misma frecuencia con que la luz se iba

aparecía siempre, en alguna alacena

robada a la pared,

una vela infinita y presurosa

que mi madre sabía

localizar a oscuras.

 

A su debido tiempo, en la misericordia

de su modesto resplandor

y al abrigo de su emboscada,

las caras aprendían dócilmente

la palabra familia.

 

Sin parecerse al paraíso,

existía un lugar donde acudir

mientras sonaban

las horas ciegas de la torre

por los patios traseros del letargo.

 

Ahíto de sotana y escasez,

era el mundo hacia dentro un corro cándido

contra la suciedad del frío.

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