Opinión

El circo

Manoli Jiménez Sobrino | Lunes, 28 de Agosto del 2023
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Aquella mañana desperté sobresaltada, unos ruidos extraños entraron en mi  habitación bruscamente, nuestro barrio, tan tranquilo todo el año parecía percibir el bullicio de la Feria, yo después de tomar consciencia corrí a la ventana frotándome los ojos con las manos, era tan pequeña que tuve que subirme a una silla para poder ver lo que ocurría... en esos momentos cruzaban por mi casa dos grandes altavoces; gritaban tanto que no se percibía bien lo que decían... iban colocados uno a cada lado de una camioneta pintada de colorines, con una cartelera en la parte de arriba anunciando "El Circo", detrás una pequeña comitiva de gente de varias edades vestidos con trajes diversos y brillantes, entre ellos, dos monos que iban y venían de una cera a otra con sus gracias habituales, un niño de mi edad más o menos daba brincos incansables, tocando una pandereta llena de largas cintas de colores, otro señor con una narizota tocaba un tambor estruendoso que hacia vibrar los cristales, !qué maravilla el circo y su fantasía! !me atraía tanto!... era mi "plato fuerte de todas las ferias".

Solía irme con mi padre a sacar las entradas, y a veces nos dejaban entrar a visitar a los animales, !era fascinante!... los leones cansados en sus jaulas nos miraban con mueca aburrida, si se encontraba por allí el domador hacía sonar  el látigo para ambientar un poquito la escena, al sentir los rugidos, mi corazón  se encogía y apretaba nerviosa la mano de mi padre, él me miraba como sorprendido diciéndome ¿no querías entrar? y ¿ahora te asustas? no temas que las jaulas son muy fuertes... mi temor disminuía pensando en la hora de la función, esa mezcla de miedo, entusiasmo y alegría que a mí me producía el gran espectaculo me animaba de nuevo.

Lo que más me gustaba eran los payasos con sus ingenuas payasadas envueltas en su música carnavalera, acompañada de explosiones, pisotones, traspiés con aquellas botas de largas lengüetas y puntas descomunales.

Un redoble de tambor me izo volver a la realidad, el mini desfile aun seguía y comencé a llamar a mi hermana que seguía durmiendo, quería compartir con ella esos momentos, sabía que su sueño era pesado, pensaba ir a zarandearla, en ese instante percibí la imagen de un  caballo blanco con el pelo largo y sedoso marcando el paso con gallardía ,iba suelto, seguro que las bridas eran el zumbido incesante del tambor, subía y bajaba la cabeza como saludando a las mujeres que salían a las puertas a contemplarlo. -Juani, Juani¡iii- comencé a gritar llamando a mi hermana, ven corre que ya están aquí los del "circo", cuando  llegó a mí, aturdida por mis gritos, pasaba por delante de nosotras un grupo de trapecistas y entre ellos una joven vestida de azul con una larga capa de estrellas, nosotras calladas cada una en un cristal de la ventana  la vimos de cruzar la calle llenas de admiración. La magia del circo inundó nuestro corazón llenándolo de alegría y entusiasmo preparándonos esa mañana para vivir una nueva feria. 

Todo un año había pasado tan rápido y el gozoso recuerdo de la anterior estaba vivo en la mente que parecía tocarlo con la mano, los cochecitos, la ola, las casetas, el olor a turrón, a berenjenas, todo se agolpaba en mi imaginación infantil haciéndome felicísima.

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