Atropelladamente, con discordancias y árida visión del
universo aquél de su mocedad; desde el fondo de la conciencia de
él, con melancolía de trazados imposibles, en una especie de prólogo de un
antes y un después, enredando las ideas y la sintaxis, con un colorido de
desasosiego y administrando mal las emociones y la razón, cavilaba el jovenzuelo: “Esta vida es
comparable a un gigantesco “banquete” o a una gran “comilona”; donde no se para
de zampar, beber sin tener sed, romper y recomponer, pero cambiará una
barbaridad la sopa que sorbas, según el puesto que ocupes en la “mesa” y en el
taburete o banqueta que te sientes. Cuando vas a formar parte del banquete de
la vida, parece como si antes pasaras por un control, en el que eres destinado
para el puesto que has de ocupar en él. Pendientes y dependientes de la piara
de servidos y acaparadores insaciables, están los necesitados y malcomidos,
también los servidores, sirvientes y servilones. Hay quien suele cambiar el
orden de su puesto y cometido, al ganarse la Gracia, de los superelegidos casi
divinos, con chapuces, parabienes y peloteos. Te tienes que entrenar más para
pelotear bien a quien ordena y manda y así llenarás la andorga con facilidad…
Naturalmente, hay a quien le cuesta
perder sus principios, por lo que no todos valemos para ello. Muchos
servilones, suelen ser opresores en cuanto ocasión tienen. Tú serás en la vida,
lo que los acaparadores superelegidos y arrimados quieran que seas. Adáptate a
esos bigardos que ordenan y mandan y a sus servilones y verás como llenas la
faltriquera y el buche. Mira que bien viven los metijas que les traen y les
llevan… Y a los periódicos los tienen “apersogados”, “apoquinándoles”, para que
no mienten el penar de la gente y sus humildes y realistas obras…
Tú olvídate de la palabra remordimiento. Chapucea y di mentiras y que las sobras y los desperdicios del banquete que otros las recojan. Ensálzalos, a los que están poseídos por el don del mando y otros beneficios, en todo momento, y ya verás cómo vas cambiando de pelaje. Que te vean en el templo y tú a ellos dándose golpes de pecho, pidiendo para ellos y los suyos. Y luego utilizan a los dioses, para crear trastornos a la gente y en los pueblos… Para matar la razón. Tú y los de tu pobre gremio, les importáis un comino. Ellos quieren estar rodeados de servilones, que se ponen a rodar en torno a la gran mesa, cuando señalan o les levantan un dedo. Si obtienes una buena puntuación, ya puedes dormir tranquilo. Aunque te sigas comiendo algunas sobras. Ellos hacen y deshacen, quitan y ponen a su antojo y dicen lo que está bien hecho o mal hecho. Así lo estudiaron, dictaron, dictan y aplican a diario. Y te aprisionarán si no entras por el aro. Tu padre y tu madre lo sufrieron en sus carnes. Tú sólo has de decir: ¡Ay dios mío, sea lo que Dios quiera! Mira cómo prometen cuando se suben a chaspar en el tablero, sean del color y herramienta que sean…, a pedir para sus faltriqueras, purezas, causas y credos… Les darás palmas tontas sin freno y así sembrarás huerto en la tierra de ellos, porque la Tierra es de ellos. Las jerarquías de los cielos, así lo aprobaron y concedieron, desde que la luz fue naciendo. Da coba y no te pongas mohíno que hasta los que mandan en los cielos, ahuecan el ala cuando ven el parto mal parado, por no enfrentarse a ellos. No repares en traer y llevar parabienes a los convidadores del “banquete”, para así estar a la sopa boba con ellos. Pues ¡anda! Si eres un lince dando capotazos, estocadas y metiendo goles; entonces ya tienes banqueta entre ellos y entre los dioses. Cuando tumben pieza, ponlos por las nubes de que le dan a un mosquito, y entona con salero: chivirichín, chivirichón, muerto lo llevan en un serón y recotín recotán, con las cabras corzos van; ballestero, ballestero, ¿Cuántos dedos tengo en medio? Si no te incorporas y sometes en el gigantesco “banquete” o gran “comilona” de la vida, con expresión y pinta de hacer la vista gorda y tragar con todos los potajes, serás un bicho raro, impertinente y estomagante; por lo que te verás traqueteado y malmirado, haciéndote la vida imposible, porque eres un fulano protestón, horroroso que no para de dar guerra”. Opúsculo, sin publicar, escrito en los años setenta.
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