“La perfección del engaño solo se logra cuando uno
cree en su propia mentira”. Ricardo Zuna. Esta frase bien puede resumir
de manera muy gráfica la mayor peligrosidad que encierra una mentira cuan es llegar
a creérsela. Y la falacia como elemento vehicular.
No creo exagerar si
digo que en nuestra sociedad están tomando carta de naturaleza con demasiada
fuerza las falacias. Esas afirmaciones que se venden como verdades que no lo
son y que tienen el veneno del interés de quien las dice intentando sembrarlas
en la ignorancia de quienes las reciben. Las falacias siempre tienen un
trasfondo sectario de la verdad, eso es obvio, pero son muy distintos los
motivos que las animan. En general las falacias no tienen la intención de
engañar expresamente sino de suavizar o “exclusivizar” una parte de la verdad
en beneficio propio.
Nos encontramos así ante verdades aparentes lanzadas
sobre quienes son receptores. Si grave es inducir a las personas al error,
mucho peor es que quien lo intenta acabe creyéndose su propia falacia. Es
entonces cuando se elimina el punto de retorno y la sociedad queda abandonada
al abismo ya que el portador de “la lámpara de la verdad” la acaba apagando. Hoy
está instalada en nuestra sociedad la falacia como algo demasiado corriente.
Por mor de hacerse el simpático o resultar más comercial aquello que se ofrece,
la falacia está presente con mayor o menor consecuencia; aparece con bastante
asiduidad en la publicidad por ejemplo en el terreno de la sociopolítica. Las
interpretaciones torticeras de las cosas con el afán de congratularse de manera
más fácil con las voluntades van abocando a nuestra sociedad a una deformación
y un alejamiento de las verdades científicas, académicas, éticas y
culturales.
Normalmente la falacia suele ser dulce y fácilmente comprensible,
pero nunca consigue dar respuesta al problema planteado y menos aún
solucionarlo; lo que consigue la falacia es posponerlo o aumentarlo a largo
plazo.
Existen muchos tipos de falacias pero hay una que está
presente a todas horas y con la que podemos encontrarnos a cada paso en las
tertulias tanto radiofónicas como televisivas: es la falacia denominada “tu quo
que” o la del, “y tú también”.
Ante la acusación que pueda realizar una persona a otra,
esta en vez de responderle con razonamientos, le espeta un y tú también, como
si así quedara liberada de la acusación lanzada. Observen como a diario sucede
lo que digo. Un ejemplo: Cuando un tertuliano acusa a un político de
corrupción, siempre sale otro que representa a la parte ofendida y le rebate
con otro ejemplo del mismo corte, pero al contrario. Así los incondicionales de
unos y otros se darán sicológicamente por satisfechos enterrando las
acusaciones de los unos con las palas de los otros.
Sin embargo, quienes no les debemos la vida a ninguno
de ellos asistimos hartos a que las ideas estén enterradas entre tanta basura
intelectual y tanta tomadura de pelo. Como en las preguntas realizadas en los
juicios, muchos somos los que queremos saber siempre la verdad, toda la verdad
y nada más que la verdad de todo lo que sucede; lo demás, las falacias, las
mentiras no interesan.
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Miércoles, 30 de Abril del 2025
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