Opinión

Ramón Barreda, recuerdos de tantos momentos compartidos…

Fermín Gassol Peco | Domingo, 17 de Septiembre del 2023
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Un imprevisto insalvable de última hora me impidió llegar a Ciudad Real para asistir al merecidísimo homenaje dedicado a mi primer amigo de verdad, Ramón Barreda Fontes. Comuniqué mi asistencia por correo electrónico a la página de protocolo del Ayuntamiento, pero al igual que a su entierro, esa vez por el Covid, la asistencia fue virtual, aunque en espíritu y verdad.

Nuestra amistad surge desde la más tierna infancia, dado que nuestras madres trataban como hermanas. Muchos son los días, los momentos vividos durante nuestra esa infancia y juventud, compartidos con tantos otros amigos a los que más adelante me referiré.

Mis primeros recuerdos me llevan a su casa de la calle Nocedal; a su corralón y su icónica cueva. A mis comidas familiares con sus hermanos Luis, Fernando, José María, Pilar, hoy ausente, y Dolores y sus padres Fernando y Dolores y a su abuela materna Doña Pilar. El invariable cocido como menú diario y Santa, la insustituible, familiar y añorada persona encargada de vérselas con aquella revoltosa tropa. Una mujer que hacía honor a su nombre.

El citado corralón servía para realizar multitud de actividades, la más frecuente disputar partidos de fútbol sobre un campo de líneas imaginarias y un par de piedras que marcaban los límites de las porterías. Entre todos destacaba otro Ramón al que le llamábamos “el chato” que regateaba como quería. Recuerdo también la facilidad con que su hermano José María, quien siempre mostró una gran viveza, se subía por los tejados, a saber con qué intenciones.

La Cueva fue un lugar como digo icónico. Cuantas mañanas y tardes pasamos en ella hablando de nuestras cosas, jugando a no recuerdo qué…y llevados de la mente siempre creativa que tuvo Ramón, afición que hizo representáramos el Romancero Gitano ante una reducida y familiar asistencia de público, eso sí, con fines benéficos.

Otros recuerdos me llevan, como no, a La Membrilleja. Unos viajes en aquél Land Rover de primera generación con tres asientos delanteros, ocupados por sus padres y abuela cubiertas con sus obligados pañuelos para evitar la polvareda levantada, y detrás en unos asientos laterales, Ramón, sus hermanos y quien escribe. Recuerdo que unas veces accedíamos a la finca por la carretera de Pozuelo a Torralba y otras por un camino que daba a la carretera de Pozuelo a Almagro, éste último lleno de permanentes baches. La “Membri” y las carreras de burros y los baños en la “piscina rural” encargada de regar las parcelas más próximas. Un lugar donde más adelante celebrábamos comidas y guateques en los que participaban amigas y amigos que evito nombrar porque sinceramente sólo recuerdo los nombres de algunas y algunos.

Y esa juventud recién estrenada dio lugar a nuestra “panda”, a un grupo surgido de los Marianistas, al “núcleo duro” de amigos. José Arcos, Ángel Alcañiz, Luis Miguel Barba, Pablo Crehuet, Antonio Cano, Enrique Carrascal, Carlos Cárdenas, Fulgencio Crespo estos dos últimos junto a Ramón, ya ausentes. A las siete de la tarde quedábamos en la entonces emblemática hipotenusa en la plaza del Pilar, para ir al parque para hablar de nuestros sueños, confidencias e ilusiones y últimamente pensar en las carreras universitarias que íbamos a iniciar. La ilusión de Ramón era ser director de cine.  A tenor de esto, recuerdo que en las siestas de verano, cogíamos las bicicletas y nos íbamos a los cines de verano para distraer algunos fotogramas expuestos sobre corcho para montar su particular museo.

Crecimos y otras personas entraron a formar parte de nuestras vidas. El círculo de amistades se entendió para reunirnos para celebrar  guateques en su ya referida cueva, en casa de Carlos Cárdenas, Manolo Marín y en la de quien esto escribe.

La vida nos hizo mayores y cada uno de nosotros puso rumbo a su futuro. Ramón, Ángel, y servidor, permanecíamos en Ciudad Real; los demás…en sus lugares de trabajo. Con Pepe Arcos coincido todos los años en la procesión de la Virgen del Prado, nuestra patrona a la Ramón se refirió y que forma parte de la placa expuesta el pasado viernes en la Plaza Mayor frente a la inolvidable y frecuentado en nuestra  juventud, bar de Paco, ese templo dedicado al fino con caña, berenjenas y guitarra…”Sólo les digo una cosa, si hubiera un ranking sagrado, más de una virgen famosa, se sentiría celosa de nuestra Reina del Prado”.

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