Opinión

¡Reciclad! ¡Es una orden!

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 7 de Octubre del 2023
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Con cuatro bolsas, que contienen residuos orgánicos, papel donde incluyo cartón, vidrio y plástico, me dirijo hacia los contenedores de basura y reciclaje, unos vecinos sentados en respectivas sillas con asiento de enea, en la acera de enfrente intentan refrescar, por unos instantes, su cuerpo sudoroso recalentado por la enésima ola de calor (así califican ahora los meteorólogos “las calores” de julio y agosto), repasan locuazmente los últimos acontecimientos, dimes y diretes transmitidos del mismo modo oral por conocidos o amigas sobre cualquier asunto, incluidos  lo humano y lo divino, eso sí sin hacer daño a nadie, es una norma no escrita pero de rígido cumplimiento.

Así se lleva a cabo, doy fe.

Cuando estoy cerca saludo con la voz deseando un “buenas noches”  y acompaño con un gesto levantando la cabeza por si algún despistado, añádase sordo, me juzga de ineducado por pasar sin decir nada.

Como la mente no para, de pronto me asalta una duda, evidentemente fruto de mi desconocimiento, como casi siempre. Dicen que los sabios no dudan en sus afirmaciones, pero yo no me lo creo, entre otras razones porque no soy sabio, claro está.

¿No ves?  Ya se me ha ido el santo al cielo y he cambiado de tercio. No sé si a ti, querido lector, te pasará lo mismo. Hay momentos en que la mente va saltando de idea en idea o de ocurrencia en ocurrencia, como el que salta los surcos regando patatas.

A lo que iba; me apoyaba en mi ignorancia para comentarte algo que no entra en mi cabeza o por lo menos no me han explicado bien.

Tengo la sensación muchas veces, después de ver los informativos, oír a los entendidos en las tertulias (esos sí que saben de todo. ¡Abultan…!) de que me hacen responsable, de modo directo y con afirmación irrevocable, del cambio climático, esto no termino de entenderlo del todo, lo que confirma mi ignorancia.

Responsables somos los que usamos los elementos más imprescindibles para vivir. Decía un amigo que como sigamos así vamos a tener que comprar la gaseosa a “almorzás” porque van a quitar los envases. Nos han hablado tanto y tan machaconamente que en muchos de nosotros han creado un complejo de culpabilidad basado en la plasticofobia, vidriofobia y cartonfobia.

Terminas de beber una botella de agua y aguantas la respiración pensando en que van a ser miles de años los que transcurran hasta que aquel elemento plastiquil se desintegre. No te digo si se trata de la botella de tinto que, por arte de magia, se ha vaciado casi sin enterarte. De los miles de años pasas a los siglos o eternidades que han de pasar hasta que el vidrio aquel, que contenía casi ambrosía, deje de ser vidrio y pase ser otro elemento es decir se transustancie. Como diría Aristóteles, cambie su sustancia… Esto tampoco lo entiendo, pero ahí te lo dejo compañero reciclista, reciclante o reciclador.

Desde niño mis padres me enseñaron a no malgastar, no solo el dinero, sino también el resto de cosas, había que usar bien las sillas porque habrían de dudar bastantes años, las ropa habría que cuidarla y no arrastrase por el suelo porque se desgastaba con el roce la de tierra y de las paredes;  así con infinidad de cosas, aquellas eran las más sencillas para una mente infantil. Mis padres, y maestros, igual que los tuyos persona que lees estas líneas, nos educaron para utilizar responsablemente todo lo que tuviéramos al  alcance, para su buen uso, duración y disfrute.

Pero como te digo nos han trasladado de la educación a la culpabilidad, continúo pensando y he te aquí que mis cuatro bolsas con el reciclaje correspondientes y yo nos acercamos a los contenedores. A una cierta distancia para no asfixiarme por la pestilencia, se ve que no hay que malgastar los productos para su limpieza, me paro y repaso “in mente” dónde he de colocar los elementos preciados y eternos que traigo. Memorizo, no vaya a ser que me equivoque de contenedor y hagan una botella con cartón o un folio con un trozo de plástico: Amarillo, plásticos. Verde, vidrio.  Azul, cartón. Gris, residuos.

¡Conseguido! He acertado con las bolsas y contenedores.

De vuelta a casa “caigo en la cuenta” de que una de las botellas de vidrio llevaba un tapón de corcho y no se lo he quitado.

Esa noche no pude dormir, no ya por el olvido imperdonable, culpable y punible, sino porque no he conseguido acordarme dónde deberé colocar la próxima vez el dichoso, por no decir p… corcho.

 

Joaquín Patón Pardina

7 de octubre de 2023

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