Con cuatro bolsas, que contienen residuos orgánicos, papel
donde incluyo cartón, vidrio y plástico, me dirijo hacia los contenedores de
basura y reciclaje, unos vecinos sentados en respectivas sillas con asiento de
enea, en la acera de enfrente intentan refrescar, por unos instantes, su cuerpo
sudoroso recalentado por la enésima ola de calor (así califican ahora los
meteorólogos “las calores” de julio y agosto), repasan locuazmente los
últimos acontecimientos, dimes y diretes transmitidos del mismo modo oral por
conocidos o amigas sobre cualquier asunto, incluidos lo humano y lo divino, eso sí sin hacer daño a
nadie, es una norma no escrita pero de rígido cumplimiento.
Así se lleva a cabo, doy fe.
Cuando
estoy cerca saludo con la voz deseando un “buenas noches” y acompaño con un gesto levantando la cabeza
por si algún despistado, añádase sordo, me juzga de ineducado por pasar sin
decir nada.
Como la
mente no para, de pronto me asalta una duda, evidentemente fruto de mi desconocimiento,
como casi siempre. Dicen que los sabios no dudan en sus afirmaciones, pero yo
no me lo creo, entre otras razones porque no soy sabio, claro está.
¿No
ves? Ya se me ha ido el santo al cielo y
he cambiado de tercio. No sé si a ti, querido lector, te pasará lo mismo. Hay
momentos en que la mente va saltando de idea en idea o de ocurrencia en ocurrencia,
como el que salta los surcos regando patatas.
A lo que
iba; me apoyaba en mi ignorancia para comentarte algo que no entra en mi cabeza
o por lo menos no me han explicado bien.
Tengo la sensación
muchas veces, después de ver los informativos, oír a los entendidos en las
tertulias (esos sí que saben de todo. ¡Abultan…!) de que me hacen responsable, de
modo directo y con afirmación irrevocable, del cambio climático, esto no
termino de entenderlo del todo, lo que confirma mi ignorancia.
Responsables
somos los que usamos los elementos más imprescindibles para vivir. Decía un
amigo que como sigamos así vamos a tener que comprar la gaseosa a “almorzás”
porque van a quitar los envases. Nos han hablado tanto y tan machaconamente que
en muchos de nosotros han creado un complejo de culpabilidad basado en la
plasticofobia, vidriofobia y cartonfobia.
Terminas
de beber una botella de agua y aguantas la respiración pensando en que van a ser
miles de años los que transcurran hasta que aquel elemento plastiquil se
desintegre. No te digo si se trata de la botella de tinto que, por arte de
magia, se ha vaciado casi sin enterarte. De los miles de años pasas a los
siglos o eternidades que han de pasar hasta que el vidrio aquel, que contenía
casi ambrosía, deje de ser vidrio y pase ser otro elemento es decir se transustancie.
Como diría Aristóteles, cambie su sustancia… Esto tampoco lo entiendo, pero ahí
te lo dejo compañero reciclista, reciclante o reciclador.
Desde
niño mis padres me enseñaron a no malgastar, no solo el dinero, sino también el
resto de cosas, había que usar bien las sillas porque habrían de dudar bastantes
años, las ropa habría que cuidarla y no arrastrase por el suelo porque se desgastaba
con el roce la de tierra y de las paredes;
así con infinidad de cosas, aquellas eran las más sencillas para una
mente infantil. Mis padres, y maestros, igual que los tuyos persona que lees
estas líneas, nos educaron para utilizar
responsablemente todo lo que tuviéramos al
alcance, para su buen uso, duración y disfrute.
Pero como
te digo nos han trasladado de la educación a la culpabilidad, continúo pensando
y he te aquí que mis cuatro bolsas con el reciclaje correspondientes y yo nos
acercamos a los contenedores. A una cierta distancia para no asfixiarme por la
pestilencia, se ve que no hay que malgastar los productos para su limpieza, me
paro y repaso “in mente” dónde he de colocar los elementos preciados y
eternos que traigo. Memorizo, no vaya a ser que me equivoque de contenedor y
hagan una botella con cartón o un folio con un trozo de plástico: Amarillo,
plásticos. Verde, vidrio. Azul, cartón.
Gris, residuos.
¡Conseguido!
He acertado con las bolsas y contenedores.
De vuelta
a casa “caigo en la cuenta” de que una de las botellas de vidrio llevaba un
tapón de corcho y no se lo he quitado.
Esa noche
no pude dormir, no ya por el olvido imperdonable, culpable y punible, sino
porque no he conseguido acordarme dónde deberé colocar la próxima vez el
dichoso, por no decir p… corcho.
Joaquín
Patón Pardina
7 de
octubre de 2023
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Jueves, 12 de Junio del 2025
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