El acto, que conto con la presencia de la concejala de Cultura, Inés Losa y la de Promoción Económica, Rocío Valentín, estuvo espléndidamente presentado por Ángela Lozano. Noviembre, dijo Ángela Lozano, tiene un color especial y Tomelloso da posada al arte flamenco acogiendo a grandes artistas en una noche de duende. “Este año sumamos quince otoños y que mejor manera de celebrarlo que encontrarnos en este museo, lleno de belleza, por las pinturas de Antonio López Torres y las esculturas de su sobrino, Antonio López, que nos dan la bienvenida al llegar”. Y es que, como bien dijo la presentadora “el flamenco es una forma de ser, una lucha por la libertad”.

Comenzó Pedro El Granaino, acompañado a la guitarra por Antonio de Patrocinio hijo. Los dos, de negro riguroso. El cantaor quiso dar las gracias a “quienes han hecho posible que estemos aquí” y dedicó el concierto al respetable, que jaleó y aplaudió el buen hacer de cantaor y tocador.

El Granaino se entregó en un recital íntimo, cercano, en el que mostró los pilares en los que se asienta su cante. Con su voz rota, “como la pena de Granada que sueña con el mar”, el artista se fue ganando a los aficionados. Se notaba que estaban a gusto Pedro Antonio, qué manera de transmitir hondura y sentimientos.

Lola Pérez puso el especial broche a Posada Flamenca. Acompañada por El Gueñi y Mariano Tomero; con la guitarra estará Manuel Flores; en la percusión, J. Antonio Pérez y a las palmas Alberto Esparraguilla, la cordobesa dio una lección de danza flamenca como pocas veces hemos visto.

Entregada, la bailaora —que fue semifinalista de la edición de este año del Festival del Cante de las Minas— desplegó su autenticidad en el escenario del López Torres. Lola Pérez mostró su hondura al público de Tomelloso y certificó su dominio de todas las facetas del baile flamenco. Alegría, emoción y sentimiento, además de una fuerza arrolladora, levantaron los aplausos de un público entregado.

Una gran noche de flamenco la que vivimos en el Auditorio López Torres de Tomelloso.