Sin lugar a dudas la semana del 6 de diciembre es la más particular
de todo el año. Un septenario con dos fiestas importantes que hace que tengamos
el puente más largo, el acueducto por antonomasia. Unas jornadas, informativamente a medio gas, en
las que se inician las celebraciones previas a la Navidad. Se prenden las
luces, se presenta el prolijo calendario de actividades de las pascuas o se
conmemora el Día de la Constitución. Este 2023 al que ya le hemos echado el
tarugo en remojo, en Tomelloso se han celebrado con una mayor solemnidad con el
pretexto de cumplirse el 45 Aniversario de nuestra Carta Magna. Todo ello
aderezado con no pocas actividades culturares. Entre ellas destacan dos
exposiciones únicas que los programadores culturales de nuestra ciudad han
tenido el acierto de “agendar”, como ahora se dice, en estos días tan propios
para la indolencia.
Dos muestras que están teniendo una gran respuesta por parte
del público. Por un lado, la sobrecogedora exposición de Caroline Culubret, “Simbología
femenina” en el López Torres —de la que hablaremos más extensamente en otra
ocasión— y en la Posada de los Portales, “Gente de Tomelloso”, de Pepín Setién.
Uno ha vuelto al menos cuatro veces a las dos exhibiciones artísticas y siempre
había mucha gente admirándolas. Claramente se demuestra que el público —el
pueblo llano, que diría Bertold Brecht— sale de su casa a disfrutar las
manifestaciones culturales cuando éstas le pellizcan el sentido.
La Posada de los Portales está de bote en bote hasta los
días laborables. De las paredes del centro cultural cuelga una panoplia de
fotografías, registradas por el inefable José Ortiz Setién, que atestiguan un
Tomelloso que ya no volverá. Con buen gusto, su familia ha seleccionado de
entre el inacabable archivo de tan inquieto personaje, unas decenas de retratos
que enseñan un pueblo que pasó —no hace tanto— a mejor vida. El periodista se
fija en los grupos de personas que observan, comentan señalan, asienten,
reconocen o sonríen.
En estos días en lo que se pone el patriotismo en balanza,
en los que, como decimos, se conmemora uno de los acontecimientos que más
estabilidad y bienestar ha dado a nuestro país, mientras recorre “Gente de
Tomelloso” uno se acuerda de la frase de Rilke. Ya saben, aquella tan acertada
y repetida que proclamaba que “la verdadera patria del hombre es la infancia”.
Y es que eso es la muestra de Setién, un compendio de la infancia y la primera
juventud de este cronista.
Juaninas, al que uno era incapaz de ponerle cara en sus recuerdos, la zapatería de Antonio Pintado —que nos encontramos en la exposición—, la alpargatería de Luis López, el estanco de Calabria, el taller de Dionisio Lara o la tintorería de Setién. La ironía de Pepín impregna la exposición en la que también se pueden contemplar carnavales, manifestaciones, actuaciones musicales, celebraciones o viajes familiares en los que Tomelloso siempre está presente. También hay estampas artísticas, alguna capaz de estremecernos, de una Mancha que se llevó el tiempo. Las composiciones con Antonio López Torres como leitmotiv nos dejan boquiabiertos.
Precisó también el celebrado y laureado poeta austriaco que “la
única patria feliz, sin territorio, es la conformada por los niños”. Y así lo
certifican las instantáneas de Ortiz que retratan esos grupos de zagales,
desnudos, sucios, pobres en definitiva, pero con la felicidad de sus pocos
años iluminando su rostro.
En la muestra se enseña un Tomelloso desconchado, con poco
lustre, con bombillas iluminando las calles de tierra. Con la plaza llena de
hombres vestidos de negro absoluto y la calle de la Feria abarrotada de gente
paseando. Salen personajes conocidos por todos los que vivimos esos años. Las
fotos reflejan, como acertadamente señaló un alcalde de esos años, “un
Tomelloso que estaba por hacer”.
“Gente de Tomelloso” hace que afloren recuerdos y emociones
al contemplar unas imágenes que nos llevan a un tiempo, no tan lejano, insistimos,
en el que éramos más jóvenes —al menos este que escribe—. Se nota en el
objetivo de Setién —y en el respeto con el que se acercaba a quien retrataba—
la ingenuidad que una época en la que teníamos intactas las ilusiones. Cuando el
periodista encara la última etapa de la exposición —la reproducción en una
pantalla de más fotos— le llegan los ecos de otro poeta, de Antonio Machado,
nada menos, y piensa que “mi infancia son los recuerdos de las fotos de Setién”.
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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