Opinión

Medicina, médicos, hospitales, sanidad… (III)

Salvador Jiménez Ramírez | Jueves, 29 de Febrero del 2024
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“Sea breve en la siesta o no se duerma”. “Una cena abundante produce gran malestar en el estómago”. “Si quieres vivir con salud lávate a menudo las manos”. “Después del pescado es bueno tomar una nuez, después de la carne queso”. En textos medievales también encontramos este curioso aforismo: “Más mató la cena que sanó Avicena”.

En crónicas del siglo XIV, se presenta al médico como un individuo codicioso y pedante, que se hace pagar con largueza, limitándose a realizar sangrías y a examinar la orina, con alguna que otra práctica de astrología… Hasta, prácticamente, el siglo XIX, la profesión de cirujano iba unida a la de barbero. El cirujano del Medievo pocas veces era médico y si una persona dotada de cierta habilidad manual.

Motivos de índole materialista, amalgamados con todo un “bodrio” de métodos místicos y algo indagatorios, fomentaban el interés por la magia, por ejemplo la pertinaz búsqueda de la “Piedra Filosofal”. En el siglo XV, aparecen colecciones de consejos llamados “Regímenes”, para cuidar la salud. Aquellas publicaciones estaban orientadas para ser adquiridas y utilizadas por ciudadanos con prestigio económico y social, deseosos de vencer todas las enfermedades,  que los pagaban bien y también compensaban económicamente a los autores. La obra más famosa fue la de Hugo Benzi de Siena, escrita en italiano. Los médicos solían elaborar y concretar los diagnósticos, examinando el color y densidad de la sangre, los esputos y la orina. Para ejercer la medicina era imprescindible ingresar en  la “Universidad” y obtener así el título de “Maestro”. Ya en el siglo XVI, Leonardo de Vinci, con sus impresionantes dibujos y estudios de anatomía, “orientaría” sobre una nueva medicina.

El italiano Girolamo Fabrizi, reputado anatomista, ejecutó un formidable estudio sobre la formación del “pollito” en el huevo. El desdichado aragonés Miguel Servet, que describió la “circulación menor”; su obra “Chistionismi restitutio” contra Calvino, fue la principal causa de su persecución y, detenido en Ginebra en 1953, sería condenado a la hoguera y ejecutado. Theophrastus Bombastus, llamado Paracelso, se puede decir que fue el “representante” más peculiar de la modernización de la medicina. Paracelso dominaba la “idea de la experimentación directa…”. Solía comentar que sus libros eran fruto de una experiencia personal y de un esfuerzo infatigable; lo le evitaría caer en las supersticiones, magia y hechicerías del curanderismo de aquellos tiempos… El curanderismo ha venido siendo común a todas las culturas, independientemente del grado de cultura individual. El curanderismo continúa arraigado en casi todas las sociedades del planeta, sin que el progreso cultural lo consiga arredrar… El modo de obtener el diagnóstico, para lo cual se utiliza un “nocivo” interrogatorio, exotérico, al paciente, se suele realizar casi con absoluto desprecio a las técnicas exploratorias usadas en medicina. Paracelso murió en 1541, a los cuarenta y ocho años. Lo más sorprendente de aquel médico suizo, alquimista-astrólogo, fue que trataba de conocer, con ilusión coherente, la “armonía” del ser humano con la naturaleza; la relación profunda entre la naturaleza y las “criaturas” humanas y otros seres... 

En aquellos tiempos, Girolamo Fracastoro, médico, geógrafo, astrónomo…, fue un precursor de la microbiología. En su obra: “Contagio y enfermedades contagiosas”, distinguió tres formas de contagio: la del simple contagio, la del contacto indirecto a través de objetos tocados por el enfermo, e infestación ni directa ni indirecta, aspirando “semillas” o gérmenes que pasaban del individuo enfermo al sano. El francés Ambroise Paré, cuyos comienzos fueron los de barbero-cirujano, sin apenas cultura, fue un operador muy hábil y espléndido; eliminando la cauterización de heridas con hierro candente. La cirugía plástica, practicada desde muy antiguo por los hindúes, con la finalidad de reconstruir las napias (narices), que se amputaban en la India (pena prevista) por la comisión de ciertos delitos, progresaría con el cirujano italiano Gaspar Tagliacozzi.

En cuanto a las enfermedades mentales, se creía que eran consecuencia del influjo de los astros; (posesiones malignas,  aojamientos…) que trastornaban las mentes provocando la locura; por lo que, a muchos enfermos se les encerraba y encadenaba. “Alfonso diez, a quien llamaron Sabio por no sé qué tintura de astrolabio, lejos de dominar a las estrellas, nos la mandó, que le mandaron ellas”. 

El médico, matemático, biólogo, jugador…, Gerolamo Cardano, que no controlaba sus propias pasiones, sería el primero en demostrar que se podía tratar y “educar” a sordomudos y ciegos y controlar muchas patologías mentales. En su obra “La utilidad que puede sacarse de las desgracias”, consideraba la tendencia de ciertos individuos al delito, como enfermedad mental.  Las figuras del inglés Francis Bacon; del francés René Descartes y del italiano Galileo Galilei, marcarían el “espíritu” de la ciencia moderna, con métodos científicos más seguros; desplazando, en gran medida, la Renacentista. 

Muchos galenos, entregados totalmente a sus investigaciones y experimentos, para hacer de la medicina una ciencia exacta, acababan por desentenderse de los enfermos más pobres… No obstante, una medicina científica, única e innovadora, centrada en la exploración, conviviría con una medicina de mentalidad, todavía, medieval, con fuertes influjos de teorías mágicas… Finaliza en el siguiente capítulo.  


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