En las consultas de
psicología en los últimos años ha habido un aumento significativo de las demandas relacionadas con el estrés y
en específico con el académico.
Aunque nuestras
capacidades emocionales, cognitivas y físicas han evolucionado y siguen en
constante estado de adaptación al medio, vivimos en un mundo en el cual todo va
cada vez más rápido, todo es cada vez más fugaz, exigente y esto a veces nos
sobrepasa. A nivel fisiológico cuando nuestro cerebro interpreta una situación
como amenazante se pone en marcha el mecanismo de lucha y huida.
Como premisa y antes de
adentrarnos en descifrar un poco más el concepto de estrés es conveniente
remarcar que todos lo sufrimos, en mayor o menor medida. Los procesos de estrés
se activan frente a demandas o exigencias ambientales distintas y heterogéneas.
El estrés es sin lugar a dudas primario y necesario en todas las fases o hitos
de un proceso vital como por ejemplo el aprendizaje, el crecimiento personal,
profesional, académico etc.
La palabra estrés tiene
su origen en la mecánica y se asociaba a principios del pasado siglo a la
fuerza que puede soportar una determinada estructura física sujeta a una fuerza
exterior. El estrés entonces se refiere a la tensión que sufre un objeto, y su
origen etimológico se encuentra en el latín “stringere”, la palabra “stringere”
traducida literalmente al español significa “estrujar” o “apretar”.
Solo en la segunda mitad
del pasado siglo gracias al médico Hans Selye el término se introdujo en la
medicina. Él mismo definió el estrés, en una de sus primeras publicaciones como
un “síndrome de adaptación general”. Según Hans Selye el estrés es la forma en
la cual un individuo responde frente a un desafío, ambiental, social, académico
o simplemente más íntimo o personal.
De manera muy escueta y
reduccionista pero correcta, podemos definir el estrés como la relación entre
dos variables: Demandas Ambientales y Recursos propios de cada individuo. Si la
relación entre las dos variables es positiva hay una adaptación adecuada,
mientras si la relación es negativa hay un desequilibrio que produce una serie
de consecuencias que vamos a detallar posteriormente.
El estrés o mejor dicho
una exposición prolongada a la misma merma o afecta a diferentes funciones y
capacidades biológicas, psicológicas y sociales entre las cuales podemos
destacar:
Una evidente alteración
de las capacidades amnésicas, falta de energía física y mental, sensación de
agotamiento, reducción de las capacidades de focalización a nivel atencional,
alteración del aparato digestivo como descomposición o estreñimiento,
jaqueca, contracturas
musculares, apatías, desinterés generalizado, pérdida de deseo sexual,
alteración de los ciclos circadianos etc. A todas estas posibles consecuencias
no podemos olvidar los efectos o repercusiones que un estrés continuado e
intenso puede tener en el sistema inmunológico de cada individuo. Bien
documentados en la literatura científica se encuentra la relación entre exceso
de estrés y desarrollo de determinadas patologías. La
psiconeuroinmunología es un campo de
la psicología que se encarga de estudiar la relación que existe entre los
procesos psicológicos, el sistema nervioso y el sistema inmunitario.
—¿Cuántos tipos de estrés existen?
Existen 4 tipos de
situaciones o agentes estresores que alteran el estado de armonía y
de equilibrio emocional,
conductual o cognitivo de un sujeto. Los estresores puntuales, los estresores
múltiples, los estresores cotidianos y los biológicos. De forma sencilla y
esquemática.
Principalmente el estrés
se divide en distrés o estrés negativo y eustrés conocido como estrés positivo.
El eustrés es un estado
de homeostasis física, cognitiva y emocional que permite mantener un adecuado
equilibrio entre los agentes estresores y las capacidades propias del individuo
para afrontarlo
Cuando hablamos de
distrés, es oportuno o conveniente hacer una especificación, entre el distrés
por exceso de activación y el distrés por falta de activación. Las condiciones
de distrés se generan y perpetúan en las condiciones de desequilibrio entre las
capacidades y la demanda ambientales.
Durante una fase de
distrés y sobre todo por exceso de activación, se producen una serie de cambios
fisiológicos, entre los cuales podemos señalar: dilatación pupilar,
taquicardia, respiración pulmonar superficial, alteración en el sistema
digestivo etc.
En esta fase en el torrente sanguíneo aumentan los niveles de glucosa, de adrenalina y noradrenalina, y de cortisol (la hormona del estrés), liberada por las glándulas suprarrenales. Una exposición dilatada frente a agentes estresores pone en marcha el sistema hipotálamo-hipófisis-adrenal, que contribuye entre otras cosas a retroalimentar el estado de activación psicofisiológico.
—¿Cuáles son las fases del estrés?
—El estrés se compone de
tres fases:
La fase de alerta, es la
fase de la detección del estímulo estresor, conocida también como fase de
reacción. En esta fase se pone en marcha
la respuesta adaptativa de lucha o huida. Con la consiguiente activación de los
ejes fisiológicos de respuesta del sistema nervioso autónomo central, y la liberación
o mayor secreción de adrenalina.
La segunda fase es la
fase de adaptación o mejor dicho de resistencia; se pone en marcha cuando la
exposición al estimulo se alarga en el tiempo, es cuando el sistema
parasimpático se pone en marcha buscando equilibrar la demanda del sistema
nervioso simpático, con el fin de restablecer el equilibrio anterior al
estímulo. En esta fase inicia la producción de cortisol, cuyos efectos a corto
plazo son beneficiosos, pero a medio largo plazo comprometen la respuesta
adaptativa de resistencia.
La tercera y última fase
del estrés es la fase de agotamiento. Cuando se consuman los recursos físicos
puestos en marcha para hacer frente al desajuste biológico y psicológico. En la tercera fase el exceso de hormonas no
sintetizadas adecuadamente en la fase anterior produce un impacto negativo en
el bienestar del sujeto.
En esta fase es cuando se
produce el debilitamiento del sistema inmunitario, con evidentes consecuencias
orgánicas y psicológicas.
—¿Cómo Afecta el estrés a los estudiantes?
—Los entornos de
aprendizaje académico han cambiado y siguen cambiando con mayor velocidad. Así
que, a mayor demanda del entorno necesitamos de mayores capacidades adaptativas
por parte de estudiantes y equipos docentes que sufren y aguantan o resisten
por su parte la exposición al exceso de demanda.
Hoy en día los alumnos
desde el instituto hasta etapas universitarias o como los que se preparan para
una oposición sufren un sin fin de presiones internas, ambientales, sociales o
cognitivas. El miedo al fracaso, la baja tolerancia a la frustración, la constante
comparación, se han incrementado de forma no directamente proporcional a las
capacidades de adaptación individuales.
Los estudiantes expuestos
a estados de estrés prolongados suelen desarrollar entre otras cosas: problemas
para mantener la concentración, una fácil irritabilidad, dificultad en
memorizar y retener conceptos aprendidos, además de ansiedad.
—¿Qué aconseja a los estudiantes que experimentan estados de estrés?
—Hay diferentes técnicas y
formas de enfrentarse a estados de estrés. No existe una ley o un protocolo
universal, de enfrentamiento al estrés ya que cada persona es diferente.
La mayoría de las
intervenciones psicológicas suelen centrarse en los factores antecedentes o desencadenantes
y en las consecuencias producidas. Además, hay modelos que se centran en la
intervención, los aspectos emocionales, y otros que centran la intervención en
los aspectos fisiológicos o más puramente conductuales.
Una correcta higiene del
sueño, es primordial, dormir no es tiempo perdido, más que de cantidad de
horas, hablo de calidad de sueño, un
descanso reparador es la piedra angular
de cualquier tipo de intervención. Un adecuado descanso es muy importante
también en los procesos de aprendizaje, ya que durante el sueño es cuando se
refuerzan neuroredes relacionadas con el aprendizaje llevado a cabo
anteriormente. Además, es clave
establecer unas rutinas diarias y generar hábitos funcionales, optimización de
los tiempos etc.
Planificar los horarios
de estudio como los tiempos de desconexión. Aprender a optimizar y priorizar
las necesidades. Saber diferenciar entre lo urgente y lo importante.
Mantener hábitos de
comida saludable. Los estados de estrés se suelen asociar también a conductas
alimentarias inapropiadas, como por ejemplo atracones o reducciones de cantidad
o calidad.
Encontrar tiempo a lo
largo del día para regenerarse, físicamente, cognitivamente y sobre
emocionalmente. Compartir momentos con amigos o simplemente hacer algún tipo de
actividad física, que nos permita reencontrar aquella homeostasis alterada
sobre todo en la fase de adaptación (la fase 2 del estrés). Antes de caer
víctima del agotamiento.
En algunas circunstancias
suelo sugerir también llevar a cabo ejercicios de meditación o relajación con
el fin de calmar la mente y encontrar aquella estabilidad emocional perdida.
Y por último, no menos importante,
repito siempre: “Tomarse las cosas con filosofía”. Debemos recordar que, la
percepción del estímulo estresor, es una interpretación subjetiva, relacionada
con creencias a veces erróneas o ideas irracionales. Por esto no debemos
generar perspectivas o expectativas demasiados altas.
Y cómo le repito a todos:
Hay vida más allá de un examen.
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Lunes, 25 de Noviembre del 2024
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