Opinión

El camino de EMAUS

Alejnadro Ramírez Soriano | Sábado, 1 de Junio del 2024
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Hace unos días celebrábamos la fiesta de Pentecostés, para los creyentes una de las fiestas más importantes, pues conmemoramos la venida del Espíritu Santo. Es la gracia del Espíritu Santo, las que nos ha mantenido vivos durante más de 2000 años, y el que intercede por nosotros en nuestro quehacer diario. Ahora celebraremos, el día del CORPUS CHRISTI, y nuestro Señor, que tanto adoramos en el sagrario, recorrerá nuestras calles, ante la mirada piadosa de fieles y creyentes. Me pregunto si realmente conocemos lo importante que es en nuestra vida la presencia de Jesús Sacramentado, y si cuando lo veamos pasar a nuestro lado, valoraremos su presencia, abrazando su cuerpo con toda nuestra alma.

Hace aproximadamente dos años, me aventure en solitario, hacer uno de esos retiros, de los que había oído hablar, pero poco sabia de lo que en él se realizaba. La comodidad, la pereza, o simplemente la desgana, había retrasado en el tiempo ese momento. ¡El tiempo¡¡ Se me olvidaba, pero si no tenemos tiempo para nada!!! Las celebraciones, sea de la índole que sea, otros compromisos u obligaciones, o simplemente, el “para un fin de semana que tengo libre, no me voy a encerrar en un sitio”, habían ido inconscientemente aplazando mi encuentro con el Señor.  Tampoco puede faltar en la lista, esa sensación que a veces nos invade, de tener “cubiertas” mis necesidades, acudir regularmente a la eucaristía, participar en diferentes tareas pastorales, o acudir a las distintas celebraciones litúrgicas, reafirmaba ese pensamiento que siempre da conformidad a uno mismo. Aunque parecía que esa búsqueda, poco fructífera pudiera resultar, la decisión estaba tomada. Me decisión de acudir al encuentro del Señor estaba decidida.


Lo poco que se comenta de lo que se realiza, parece que viene en un halo de misterio, que, en muchas personas, puede incluso generar desconfianza, y a veces desanimo. Nada más lejos de la realidad, esa confiabilidad viene de ese maravilloso regalo que vas a recibir. Si cuando te dan un regalo, te lo dieran sin envolver, desaparecería esa gracia de averiguar que hay debajo del papel, y esos momentos de emoción, de oír los latidos del corazón, no serían lo mismo si ya, solo con abrir la bolsa, te encontraras con el regalo.  ¡El CORAZON! ¡¡ Ahí está la clave!! Tener un corazón abierto, dispuesto a recibir, a escuchar, a olvidarte por unos instantes y pensar por unos segundos, para solo fijarte en ÉL.  Así recibí mi regalo. Sabia, que el Señor me quería, ¡Cómo no lo voy saber ¡Pero en ese encuentro, en esa mirada, descubrí que el Señor me quería mucho, mucho más de lo que me imaginaba! ¿Qué mirada? Pues la que te vas a encontrar con el Señor, esa de la que habla la canción “Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has pronunciado mi nombre, en la orilla….”  No te preocupes, no hay que estar ni más ni menos preparado, el manual de los caminos del Señor, son muy diversos, y sus huellas recorren muchos senderos. Solo hay que tener una predisposición, y es esa confianza a encontrarte con El.

No perdamos estos días el verdadero sentido de nuestro Santísimo, dejándonos llevar por lo plateado de nuestras vestimentas, o por los adornos, por la algarabía de lo superficial, porque eso no conduce a la verdadera LUZ que nos ilumina el camino, y está presente en nuestras decisiones, en nuestra vida.

Vivimos en un mundo lleno de etiquetas, en una sociedad, que nos define y nos etiqueta según nuestra forma, condición, ideología, creencia,….lleno de manifestaciones y libertades, repleta de derechos, pero pocas obligaciones. Por eso puede parecer extraño que un grupo de hombres se reúnan para rezar el rosario, se abracen al rezar el Padrenuestro, lleven algún rosario cruzado en sus manos, o que en sus oraciones pidan por la intercesión de cuantas peticiones llenan nuestro corazón. Porque creemos en esa oración común y conjunta, ya que es esa fuerza de la oración la que nos acerca a Dios y a nuestros hermanos. Por eso me cuelgo la etiqueta de EMAUS, porque creo en ese Jesús Resucitado, y lo creo porque EN VERDAD HA RESUCITADO, y así lo promulgo intentando dar con todas mis fuerzas Fe de ello.

¡Ah¡ y no nos olvidemos, del abrazo que nos da MARIA, pero las cosas de María las dejamos para otro día.


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