“Un lugar para sentarse”, apunta la autora, es la necesidad de romper el paisaje “colocando en él un objeto que le es impropio”. También representa “la curiosidad de observar que le pasa a la gente cuando ve esta escena, las emociones o ideas que afloran si lo que vemos ya no tiene patrón ni concepto previo almacenado en la memoria”. Y es, por supuesto, “lo que me pasa a mí. Lo que dice de mí ese escenario, el impulso de pervertir el entorno y de transgredirlo”.

Colocar una silla en mitad de un paisaje inmenso, entre la línea de un horizonte lejano y nosotros, señala la artista, nos sitúa en un lugar extraño pero accesible. La inmensidad del paisaje asusta, “pero contrasta con un objeto que nos es cotidiano y que relacionamos con el reposo, con la pausa, incluso con ocio. Si, además, es una silla bonita, acolchada y de apariencia confortable, es directamente una invitación a sentarse”.

Ese es el mensaje de “esta serie de fotografías, presentadas como si se tratase de un catálogo de sillas de diseño o de la revista de decoración de interiores, pero trasladado a un salón gigantesco donde lo que te rodea es un campo de trigo, un viñedo o un olivar, lugares donde quizá nunca te sentarías (no, al menos, a tomar el té o a leer un periódico), aunque con una atmósfera extrañamente íntima que parece mirarte directamente y decirte «ven y acomódate»”. La instalación es un intento “de trasgredir nuestra mirada, descontextualizando un objeto cotidiano para enfrentarnos a el de una manera no habitual.

 En la exposición, que recorrerá museos de las cinco capitales de la región, está presente la silla protagonista de esta serie fotográfica por dos motivos. Para demostrar que el referente de estas imágenes existe, es un objeto real, y por tanto, las imágenes no han sido diseñadas digitalmente ni mediante inteligencia artificial. Por otro lado, precisamente, para enfrentar al espectador a ese juego de intenciones en el que debe decidir dónde se sitúa con respecto a la obra, si decide simplemente mirarla o da un paso más allá y acepta la invitación de sentarse en ella.

La Muestra Mujeres en el Arte ha ido aumentando su nivel y prestigio en sus diez años de vida, para Ángeles Huertas, “es un honor participar en la iniciativa y exponer en museos tan importantes”. Además, significa “una oportunidad para conocer a otras mujeres artistas, disfrutar de sus trabajos, aprender de sus ideas y poder establecer sinergias”. Tiene claro la creadora que presencia de las mujeres en todos los recorridos y espacios dedicados al arte, “debe continuar creciendo, porque la mirada femenina es absolutamente necesaria para entender el mundo en el que vivimos y más aún para reivindicar su papel en la sociedad”.