Opinión

Ciri emulando los Juegos Olímpicos

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 10 de Agosto del 2024
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Saludos cordiales y estrechar de manos en el reencuentro con Ciri. La semana pasada no pudimos juntarnos por causa mía. El estar jubilado no libera de otras obligaciones perentorias en algunos momentos y este fue el caso.

Nos preguntamos por la salud, algo importante siempre, pero más en esta edad. Ciri está como un roble, me afirma. Ver en la tele los Juegos Olímpicos lo ha animado al ejercicio.

—¿A qué deporte te dedicas ahora: barra fija, levantamiento de vidrio, gimnasia artística, salto de trampolín con doble pirueta izquierda derecha, tiro al plato…? —le pregunto con tanta sorna en la doblez del sentido de tales juegos, que hasta mi amigo carcajea.

—Eres más gracioso que un traje de luces con placas solares, —me responde entre risas y palmadas en la espalda—. Créeme, en serio, que viendo tantos y tan buenos deportistas me he animado a dejar el “sillón-bol”.

A mi amigo siempre le ha gustado la vida sana y practicar deporte con medida como a mí, de hecho, apenas tiene tripa; no muestra tipo de banderillero precisamente,  pero se mantiene…

Repasamos la noticia tan manida en los noticiarios del calor que hace, mientras el camarero se aproxima con los cafés y las compañeras magdalenas.

—Esta tarde no se os va a enfriar el café, 38 grados a la sombra acabo de ver en el teléfono, —nos añade el respetado mesero de modo jocoso y parco en palabras por lo habitual.

Asentimos los dos mientras advertimos que el café, hoy precisamente, no emite los vapores del invierno, aunque el perfume que emana es de dioses.

—Así que me decías que estás disfrutando con los Juegos Olímpicos de Francia, —retomo el intento de conversación del comienzo.

—Por supuesto…, sentado en el tresillo, con el ventilador de columna rotando y el mando de la tele en la mano, salto de canales según el deporte que emitan y me guste. No me falta el vaso de agua o la cervecilla con aceitunas, según sean las horas del día. Sabes que me retiré de las pipas, porque con los nervios no acertaba a dejar las cáscaras en su recipiente.

Me da la risa porque era un modo de calmarse en los partidos de fútbol, ya lo comenté en otra ocasión. Continúa mi amigo, aunque lo había interrumpido unos instantes.

—Los deportes que no puedo ver son los de contacto físico como judo, lucha, taekwondo, porque llevado por el frenesí, me cojo a mí mismo de las manos, los brazos, piernas y en pocos minutos estoy más cansado que los protagonistas.

Queridos lectora o lector, estas imaginando como yo a Ciri con lo que acaba de contarme. No puedo reprimir la risa y casi lo baño con la bocanada de magdalena que tengo en la boca. Lo mismo hace él, disfruta sobremanera contando tal peripecia.

—Lo que no me está gustando de estos juegos, —comento a mi amigo— es el hecho de que siempre hay alguien que intenta despreciar, insultar, malmeter, criticar o cotillear con la intención de hacer daño con asuntos no relacionados directamente con el deporte. La prensa amarilla inmersa en las redes sociales haciendo de las suyas.

—Hablando de insultos y desprecios…, necesito que me des tu opinión sobre el asunto de la mofa de la Última Cena de Jesucristo de lo que tanto se ha hablado. Hasta las Conferencias Episcopales de Francia y España han protestado. Incluso sacerdotes en las homilías y, desde luego, asociaciones cristianas por internet.

—Querido Ciri me encierras en un brete con esta petición, pero tratándose de ti voy a “saltarme a la plaza”. Estás enterado como cualquiera de lo comentado en los periódicos, televisión, etc. Como siempre hacemos, respeto todas las opiniones, razonamientos, sensibilidades que hayan podido surgir.

—En eso no tengo duda el respeto a los demás es el primer escalón de la convivencia.

—Mi opinión particularísima es que no hay mofa ninguna de la Última Cena de Jesucristo y menos de los cristianos. Es verdad que la puesta en escena podría recordar el cuadro con el mismo nombre que Leonardo Da Vinci pintó en el siglo XV.

—Entonces en qué quedamos ¿hay mofa o no?

—Tranquilo Ciri, sé que a ti también te ha molestado, pero quiero terminar de argumentar mi opinión. Como te he dicho podría recordar el cuadro de Leonardo al que nos estamos refiriendo, pero no el hecho de la cena de Jesús, esto debe quedar claro. Quienes nos hablan de la última cena son los evangelios llamados sinópticos (Mateo Marcos y Lucas) pero no Juan. La narración no es histórica, le faltan todos los detalles que hoy exigimos para dar ese adjetivo a cualquier hecho; no les interesan los detalles, porque escriben para gente que los conocen, solo citan el hecho.

—Confieso que no entiendo demasiado de esto, pero me interesa lo que estás diciendo, sigue por favor, —me aguijonea el amigo para que continúe con mi intento de aclaración.

—La cena de la Pascua que celebraban y celebran los judíos tiene unas normas o consejos, se encuentra en el libro del Éxodo capítulo 12, en el versículo 4 dice textualmente:  “Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer”. Es la familia al completo la que se reúne en la fiesta: El abuelo, que presidía la reunión y explicaba a los niños lo que se estaba celebrando, además hombres (que sacrificaban el cordero o cabrito), mujeres (que cocinaban la carne y preparaban el pan sin levadura, las verduras amargas), jóvenes…

—Pero esas personas que estás citando no las representa Leonardo en su famoso cuadro ¿Por qué puede ser, según tú?

—Estoy convencido, al menos, de dos razones: La primera es la incultura sobre cualquier religión, en nuestro caso la cristiana; tenemos el convencimiento de que esos temas son para curas, frailes y monjas, y esto desde el comienzo de los tiempos. La segunda razón es la supremacía del hombre sobre la mujer y niños, ésta también desde las culturas antiguas y continuando hoy. Mateo (26, 12) dice: “Al atardecer se puso a la mesa con los Doce”, los otros dos evangelistas comentan de modo parecido. No advierten, pero tampoco niegan la presencia de más personas. Da Vinci se limita a pintar magistralmente a los doce, incluso con algunos símbolos incluidos.

—Y tu conclusión final…, —pide Ciri con cara de tranquilidad y sintiendo aclaradas bastantes dudas.

—Que no hay mofa de la auténtica Última Cena de Jesucristo, puesto que no podemos reducirla a lo que Leonardo pinta.

—Después de tu clase magistral no me queda más que invitarte a nuestros cafés, a no ser que renuncies, —me previene el compañero.

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