Opinión

Hay hechos que Ciri no entiende

Joaquín Patón Pardina | Domingo, 1 de Septiembre del 2024
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Estaba comentándome Ciri que seguimos con la dana, igual que el último viernes que nos juntamos, es decir hace dos semanas, es que la feria no perdona ni nosotros a ella; la pena es que perdimos la charla acostumbrada de los viernes.

—Me ha informado el señor de la droguería de mi barrio que este verano apenas ha vendido productos contra las moscas y mosquitos, incluidos los espráis y los artilugios de plástico llamados popularmente “matamoscas”, —termina de decirme mi compañero, concluyendo la agitación al café y haciendo sonar la cuchara producente del tintineo chillón y a la vez agradable contra el borde la taza.

—Ciri, con la contemplación de la ambrosía que desprenden el café y las magdalenas te has saltado de un tema a otro, tú que eres tan metódico en tu discurso. Estabas hablando de la dana que ocupa el tiempo climático y pasas al comentario de tu droguero sobre la bajada de ventas en productos anti moscas y mosquitos.

—No, amigo no, no he traspuesto los asuntos, están íntimamente relacionados.

—Pues ya me dirás qué tiene que ver el señor que regenta un comercio de droguería con la dana de los informantes del clima, —le respondo ya un poco “mosca”.

—Con una simple pregunta te vas a responder tú mismo: ¿Qué cantidad de moscas o mosquitos te han molestado a largo de este verano? A ver , contesta, —me instiga con autoridad fingida.

Este Ciri es imprevisible; a mí qué me importan en este momento, contemplando el espectáculo de las magdalenas tan esponjosas, atractivas y jugosas, los insectos voladores que te agobian durante la siesta veraniega en la penumbra del comedor, en los momentos que más relajado quieres estar. Pienso unos instantes por educación y cortesía más que por ganas. La conclusión me asombra a mí mismo, y así se lo hago saber.

—Compañero, debo reconocer y dar respuesta a tu pregunta diciendo que este verano no me he sentido acosado por tales insectos volantes, alguna que otra mosca despistada sí ha visitado la cocina de casa, pero en contadas ocasiones.

—¿Captas ahora la información de mi droguero en cuanto a su falta de ventas de productos higiénicos relacionados? La relación como ves es directa. ¡Ay , cuánto tengo que sufrir contigo y con tu escasa observación de lo que nos rodea!

Evidentemente, mi amigo comenta esto último entre voz teñida de malicia y ojos achicados por la picardía. Sorbe un trago de café y continúa:

—Concluyo mi información. Como este verano hemos tenido altas temperaturas, del mismo modo que todos los estíos manchegos, poca o ninguna precipitación de nubes, junto a la higiene que por costumbre practicamos, la conclusión es clara y contundente: Menos insectos nefastos, más comodidad ambiental y descanso más relajado.

Ciri me observa poniendo cara de profesor universitario que ha concluido la explicación científica sobre la relación interestelar y la gravitación galáctica de últimos descubrimientos. Toma con los dedos un trozo, ya cortado, de magdalena la introduce en la boca y a punto está de atragantarse por el golpe de risa que lo asalta.

Unos momentos de silencio contemplando el panorama que nos ofrece la ventana, las gentes paseando y el griterío de unos niños persiguiendo una pelota de plástico sirven al colega para cambiar el argumento de conversación y como es costumbre en él arranca con otra pregunta.

—¿Disfrutaste el miércoles veintiocho de La Gala de la Zarzuela en la plaza de Tomelloso?

—No. Estuve en Villahermosa, mi pueblo de nacimiento, donde también se celebran ferias en honor a San Agustín el patrono del pueblo. Habíamos acordado una reunión de primos, todos vivimos fuera, muchos a causa de la emigración de los años 50 y 60; nos juntamos dieciséis y pasamos una tarde extraordinaria y muy emotiva de recuerdos y anécdotas. Cuando volvíamos a Tomelloso era casi madrugada. Y ya solo funcionaba el recinto ferial y los “chiringuitos”, la plaza estaba casi desierta, —respondo a la pregunta de Ciri.

—Te perdiste entonces una soberbia puesta en escena de Zarzuela: músicos, cantantes, director…, todos impresionantes. No sabes cuánto disfruté; incluso me atreví a marcar unos pasos de baile con mi señora; dígase “soto voce” que me nuevo como un pisador de uva, ya me comprendes.

—De esto último puedo dar testimonio fidedigno, —añado al comentario de mi camarada plasmando una sonrisa sin malicia manifiesta,  a la vez le recuerdo que dejó apresuradamente unas clases de baile para jubilados, porque retrocedía más que avanzaba.

—Lo peor sucedió al final —me corta Ciri y continúa—, cuando todos dimos por terminado el espectáculo y el público iba despejando el recinto de la plaza, los artistas no abandonaban el escenario. Yo, llevado de mi afán investigador, aguardé unos minutos y viendo que no había movimiento en la escena,  fui acercándome, pese a la reprimenda de mi esposa requiriéndome para marchar a casa. Pregunté a varios amigos que también observaban lo que ocurría. Conseguimos saber tras escuchar comentarios, enfados y protestas: Se trataba de Una inspección de trabajo.

—¿Una inspección de trabajo a esas horas de la noche, con la función terminada, con público presente? Amigo, no me lo puedo creer.

—Pues créetelo porque todo lo captaron estos ojos y estos oídos que un día habrá de comérselos la tierra, y tú sabes que soy testigo fiel de lo que veo y oigo. Vi a dos inspectoras revisando documentación e identificando a los artistas, sin dejarlos bajar del escenario hasta comprobar que todos estaban dentro de la legalidad. Todo a pesar de las quejas de dos concejalas del Ayuntamiento.

—Compañero y amigo Ciri, cuál será el funcionamiento de la cabeza pensante que ordenó llevar a cabo la inspección en ese momento. No me gustaría estar a su lado ni ser su amigo.

—Es imprescindible cumplir la ley para un buen funcionamiento de la sociedad, lo sabes bien, amigo, pero hay momentos intempestivos para ciertas funciones, —completa mi compañero—. En ese momento sentí desprecio por muchos dirigentes de nuestro país.

Pongo mi mano sobre el hombro del amigo y lo dirijo a la salida, sé que está muy dolido porque no entiende ciertas actitudes, eso lo deprime.  

Pasamos por caja y no dejo que toque su cartera.

 

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