Tiene
prisa Ciri por llegar a nuestra reunión semanal, no he terminado de sentarme
donde es nuestra costumbre, he llegado unos minutos antes, ya está ahí, viene
con su alegría característica y su andar ligero.
Realizados
los saludos exigidos por la educación de ambos, necesito preguntarle, antes de
nada:
—¿Es
que vas de nuevo al colegio?
—Yo,
al colegio…, ¿por qué tengo que ir al colegio?
—Te
pregunto que si vas de nuevo al colegio porque te veo cargado con esa mochila
que te va a dislocar los hombros, —y ya está montada la juerga, las risas y el
buen humor.
Acerca
mi amigo una silla y descarga sobre ella la mochila, debe venir repleta de
libros o de piedras por lo que le pesa, de esto último no creo por razones
obvias. Se recompone la camisa, tira del pantalón y lo ajusta a la cintura,
sacude los brazos y termina de encajarse la chaqueta de modo elegante. Mientras
este trajín, nos han servido los cafés, yo estoy partiendo mi correspondiente magdalena.
Mi amigo resopla al ver el manjar ya dispuesto en la mesa.
—Te
recuerdo, querido amigo, que el viernes pasado habíamos consensuado informarnos
en el intento de clarificar la disyuntiva entre la actitud de la moraleja de la
fábula: resignación o rebeldía, porque según Karl Marx eso era lo que
predicaban las religiones para dopar a las personas.
—Efectivamente,
lo recuerdo con total nitidez. He dedicado algún tiempo a ello, preguntando a
antiguos compañeros, revisando libros…, hasta he tomado algunas notas en un
cuaderno como tú haces, —respondo a Ciri.
—Continúas
siendo un poco “gandulete” compañero —me recrimina con los ojos tunos
como siempre y la media sonrisa acostumbrada—, yo he hecho lo mismo, pero me he
traído los libros correspondientes con sus citas marcadas y numeradas, de ahí
la mochila y su carga.
Dicho
esto, comienza a poner sobre la mesa un libro, otro, otro…, hasta siete, incluidos dos tomos
del “Diccionario de Filosofía” de José
Ferrater Mora y un “Manual de Exégesis Bíblica” (Guía práctica para la
Predicación y la Enseñanza).
—Pero, Ciri, alma cándida, si te has traído media
biblioteca, —le recrimino con asombro y ternura por lo a pecho que se ha tomado
la recomendación que nos hicimos la última tertulia.
—Ya
sabes que a mí me gustan las cosas bien hechas y si dije que me iba a informar,
lo hago. Traer todos estos libros, como dices, es un trabajo ímprobo, así como
la consulta que he realizado. Sabes,
dilecto amigo, hay muchos sabihondos que recitan una frase, le añaden el
autor que les viene en gana y cuando contrastas, adviertes que tal escritor no
tiene nada que ver. Así la famosa frase: «El fin justifica los medios», alguien
se la adjudicó a Nicolás Maquiavelo allá por el XVI, porque le pareció que en
su libro sobre política y modos de gobierno “El Príncipe” decía algo parecido,
luego se la han adjudicado hasta a Napoleón (hermano de Pepe “Botella”).
Ante
esta rotundidad confirmativa de Ciri, no tengo más opción que callar y asentir,
afirmando con la cabeza. Oye mi silencio y continúa:
—Voy
a comenzar…, —efectivamente comienza abriendo libros ayudado por las hojas coloreadas
que previamente eligió en casa y colocándolos en torno al café.
—A
ver, amigo, no faenes tanto. Que no vas a defender una tesis doctoral sobre el
comportamiento ético-político-social de los mal llamados animales bípedos e
implumes.
Increíble
la cara que se le queda al compañero. Después del trabajo realizado durante la
semana, ahora se siente cortado por mi aparente desprecio por su labor. No me
tira a la cabeza uno de los tomos porque es pacífico hasta la saciedad, por eso
lo animo:
—Querido
Ciri, valoro y aprecio en su totalidad tus esfuerzos, pero has de pensar que
aquí vamos a permanecer un tiempo determinado, posiblemente muy escaso para que
expreses tu investigación, por eso te pregunto ¿podrías hacer un resumen de las
conclusiones del estudio?
El
conferenciante vocacionado, se muestra serio, estira los labios produciendo un
embudo, tamborilea con los dedos sobre la mesa. Me imagino que su mente parece
una tormenta tropical en estos segundos. Toma un trago de café, después pincha
la tercera parte de la magdalena. Demasiado tiempo se está tomando mi amigo
para responder, por fin me mira triunfante y se expresa con cierta apariencia
de complacencia.
—Antes
te dije que siempre has sido un “pelín gandulete”, vuelves a confirmarlo.
Tienes en frente, y lo recordarás, al mejor resumidor y esquemista de todos los
tiempos de estudio. Más de dos veces me has pedido resúmenes de asignaturas
enteras. En una ocasión te pasé un esquema sistemático de la asignatura
Psicología Evolutiva, que luego salió en el examen. Te costó una merienda con
cerveza incluida.
Desde
luego que lo recuerdo, me costó el convite, pero pude aprobar el examen. Este
compañero sabe driblar y golpear en el momento oportuno.
—Si
no te opones, amigo investigador, te resumo todo lo que he sacado en limpio sobre
la disyuntiva de aguantar y resignarse ante la adversidad o enfrentarse
directamente a ella, en dos líneas, para mí claves:
1ª
Análisis detallado de la situación que se está viviendo o que se aproxima, si
esto lo hacemos con alguien que nos conozca, mejor. Intentaremos buscar a fondo
con total OBJETIVIDAD y evidentemente huyendo de subjetivismos y pareceres
particularistas.
2ª
Utilizar la inteligencia de modo frío, calculando en el momento de tomar decisiones,
éstas desde luego nunca se adoptarían en momentos de acaloro, ofuscación o
nerviosismo.
Atiendo
la explicación de Ciri con toda la dedicación de que soy capaz. Me resulta
lógico y evidente, tan evidente que parece simple y sencillo, pero cierto que
no lo es. He debido quedarme embobado porque noto en la espalda un golpe que me
hace volver, acierto a decir:
—Amigo,
realmente sigues siendo una persona muy inteligente e ilustrado, me has dejado
boquiabierto.
—No
me alabes tanto, compañero, esto es teoría, eso sí, constratada y experimentada
por bastantes profesionales psicólogos, filósofos y psiquiatras, pero lo más
importante es: PONERLO EN PRÁCTICA.
No
encuentro más comentarios, solo la confirmación de que Ciri es una gran persona
y excelente amigo. Me salta de pronto la idea:
—Una
copa del anís que contiene la botella envuelta en papel de celofán… ¿te
animarías a degustarla?
Deja
de embutir los libros en la mochila y con la cara demostrando casi la felicidad
me responde:
—Eso
ni se pregunta, desde luego que sí.
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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