Opinión

Ciri investigador impenitente

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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Tiene prisa Ciri por llegar a nuestra reunión semanal, no he terminado de sentarme donde es nuestra costumbre, he llegado unos minutos antes, ya está ahí, viene con su alegría característica y su andar ligero.

Realizados los saludos exigidos por la educación de ambos, necesito preguntarle, antes de nada:

—¿Es que vas de nuevo al colegio?

—Yo, al colegio…, ¿por qué tengo que ir al colegio?

—Te pregunto que si vas de nuevo al colegio porque te veo cargado con esa mochila que te va a dislocar los hombros, —y ya está montada la juerga, las risas y el buen humor.

Acerca mi amigo una silla y descarga sobre ella la mochila, debe venir repleta de libros o de piedras por lo que le pesa, de esto último no creo por razones obvias. Se recompone la camisa, tira del pantalón y lo ajusta a la cintura, sacude los brazos y termina de encajarse la chaqueta de modo elegante. Mientras este trajín, nos han servido los cafés, yo estoy partiendo mi correspondiente magdalena. Mi amigo resopla al ver el manjar ya dispuesto en la mesa.

—Te recuerdo, querido amigo, que el viernes pasado habíamos consensuado informarnos en el intento de clarificar la disyuntiva entre la actitud de la moraleja de la fábula: resignación o rebeldía, porque según Karl Marx eso era lo que predicaban las religiones para dopar a las personas.

—Efectivamente, lo recuerdo con total nitidez. He dedicado algún tiempo a ello, preguntando a antiguos compañeros, revisando libros…, hasta he tomado algunas notas en un cuaderno como tú haces, —respondo a Ciri.

—Continúas siendo un poco “gandulete” compañero —me recrimina con los ojos tunos como siempre y la media sonrisa acostumbrada—, yo he hecho lo mismo, pero me he traído los libros correspondientes con sus citas marcadas y numeradas, de ahí la mochila y su carga.

Dicho esto, comienza a poner sobre la mesa un libro, otro,  otro…, hasta siete, incluidos dos tomos del  “Diccionario de Filosofía” de José Ferrater Mora y un “Manual de Exégesis Bíblica” (Guía práctica para la Predicación y la Enseñanza).

—Pero,  Ciri, alma cándida, si te has traído media biblioteca, —le recrimino con asombro y ternura por lo a pecho que se ha tomado la recomendación que nos hicimos la última tertulia.

—Ya sabes que a mí me gustan las cosas bien hechas y si dije que me iba a informar, lo hago. Traer todos estos libros, como dices, es un trabajo ímprobo, así como la consulta que he realizado. Sabes,  dilecto amigo, hay muchos sabihondos que recitan una frase, le añaden el autor que les viene en gana y cuando contrastas, adviertes que tal escritor no tiene nada que ver. Así la famosa frase:  «El fin justifica los medios», alguien se la adjudicó a Nicolás Maquiavelo allá por el XVI, porque le pareció que en su libro sobre política y modos de gobierno “El Príncipe” decía algo parecido, luego se la han adjudicado hasta a Napoleón (hermano de Pepe “Botella”).

Ante esta rotundidad confirmativa de Ciri, no tengo más opción que callar y asentir, afirmando con la cabeza. Oye mi silencio y continúa:

—Voy a comenzar…, —efectivamente comienza abriendo libros ayudado por las hojas coloreadas que previamente eligió en casa y colocándolos en torno al café.

—A ver, amigo, no faenes tanto. Que no vas a defender una tesis doctoral sobre el comportamiento ético-político-social de los mal llamados animales bípedos e implumes.

Increíble la cara que se le queda al compañero. Después del trabajo realizado durante la semana, ahora se siente cortado por mi aparente desprecio por su labor. No me tira a la cabeza uno de los tomos porque es pacífico hasta la saciedad, por eso lo animo:

—Querido Ciri, valoro y aprecio en su totalidad tus esfuerzos, pero has de pensar que aquí vamos a permanecer un tiempo determinado, posiblemente muy escaso para que expreses tu investigación, por eso te pregunto ¿podrías hacer un resumen de las conclusiones del estudio?

El conferenciante vocacionado, se muestra serio, estira los labios produciendo un embudo, tamborilea con los dedos sobre la mesa. Me imagino que su mente parece una tormenta tropical en estos segundos. Toma un trago de café, después pincha la tercera parte de la magdalena. Demasiado tiempo se está tomando mi amigo para responder, por fin me mira triunfante y se expresa con cierta apariencia de complacencia.

—Antes te dije que siempre has sido un “pelín gandulete”, vuelves a confirmarlo. Tienes en frente, y lo recordarás, al mejor resumidor y esquemista de todos los tiempos de estudio. Más de dos veces me has pedido resúmenes de asignaturas enteras. En una ocasión te pasé un esquema sistemático de la asignatura Psicología Evolutiva, que luego salió en el examen. Te costó una merienda con cerveza incluida.

Desde luego que lo recuerdo, me costó el convite, pero pude aprobar el examen. Este compañero sabe driblar y golpear en el momento oportuno.

—Si no te opones, amigo investigador, te resumo todo lo que he sacado en limpio sobre la disyuntiva de aguantar y resignarse ante la adversidad o enfrentarse directamente a ella, en dos líneas, para mí claves:

1ª Análisis detallado de la situación que se está viviendo o que se aproxima, si esto lo hacemos con alguien que nos conozca, mejor. Intentaremos buscar a fondo con total OBJETIVIDAD y evidentemente huyendo de subjetivismos y pareceres particularistas.

2ª Utilizar la inteligencia de modo frío, calculando en el momento de tomar decisiones, éstas desde luego nunca se adoptarían en momentos de acaloro, ofuscación o nerviosismo.

Atiendo la explicación de Ciri con toda la dedicación de que soy capaz. Me resulta lógico y evidente, tan evidente que parece simple y sencillo, pero cierto que no lo es. He debido quedarme embobado porque noto en la espalda un golpe que me hace volver, acierto a decir:

—Amigo, realmente sigues siendo una persona muy inteligente e ilustrado, me has dejado boquiabierto.

—No me alabes tanto, compañero, esto es teoría, eso sí, constratada y experimentada por bastantes profesionales psicólogos, filósofos y psiquiatras, pero lo más importante es: PONERLO EN PRÁCTICA.

No encuentro más comentarios, solo la confirmación de que Ciri es una gran persona y excelente amigo. Me salta de pronto la idea:

—Una copa del anís que contiene la botella envuelta en papel de celofán… ¿te animarías a degustarla?

Deja de embutir los libros en la mochila y con la cara demostrando casi la felicidad me responde:

—Eso ni se pregunta, desde luego que sí.

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