Opinión

Miradas interiores

Fermín Gassol Peco | Domingo, 29 de Septiembre del 2024
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“Cuando una persona lanza una mirada hacia su alrededor y no es recogida por otra mirada en su camino es como el agua que se pierde en el vacío”.

Es así que me pregunto ¿Qué sentido tendrá la mirada de una persona solitaria? Quizá tenga, no lo sé, nada más y nada menos que el sentido de una mirada al interior para ver y conocer su verdadera identidad. Miradas que todo ser humano debiera hacerse cuando al fin no divisa a nadie en su horizonte y piensa que su alma está sola en el desierto. Esas miradas interiores que son las más profundas y veraces, son también aquellas que nos sitúan en el verdadero lugar de nuestras vidas, en la verdadera dimensión de nuestras obras, en el verdadero “quid” de la existencia y que apenas las hacemos porque tenemos demasiado temor a descubrir la pequeñez y fragilidad de nuestra verdadera naturaleza, sobre todo cuando en la intimidad la desnudamos de falsas adherencias.

Al regresar esa mirada del corazón a nuestros ojos, mirada oculta, reservada y propia, el haz de luz interior que nos traspasa hace que comprendamos mejor las miradas de otros ojos que se cruzan en el devenir diario. Es así como completamos ese círculo que nos entrelaza y que da completo sentido a la existencia ajena y propia. Porque al fin las miradas son siempre como continuas y novedosas preguntas que lanzamos esperando que otras miradas solícitas respondan.

Podrán decir ustedes que mirar es algo más sencillo y más primario y yo les respondo que sí que se puede mirar de muchas formas. Existen miradas que mueren perdidas en la nada, miradas que resbalan en los ojos cerrados de quien por miedo o vergüenza las recibe, miradas tangenciales, de soslayo, miradas de compromiso o de reproche, de ternura, de complacencia, de deseo y de lujuria, de desprecio o de cariño. Con la mirada expresamos siempre la importancia que damos a la persona que miramos.

Son los ojos de los otros los que completan la naturaleza, la verdad de cada uno porque solamente se comprende lo que existe cuando la vemos desde las dos orillas que las miradas bañan. El problema para el hombre es que no puede hacerse con un espejo personal y proyectar en él una imagen completa que le diga cómo es desde la otra orilla, una mirada de ida y vuelta. Todos nos miramos y nos vemos, todos nos preguntamos y nos respondemos, todos vivimos frente a todos, todos en fin con la mirada sabemos exactamente quiénes somos. Son los ojos ajenos los espejos de nuestra realidad y son nuestros ojos los que explican la realidad ajena en una sociedad en la que miles de miradas se entrecruzan a diario, prolongando sin límite su espacio y reflejando en ellas la verdad de nuestros sentimientos.

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