“Cuando una persona lanza una mirada hacia su alrededor y
no es recogida por otra mirada en su camino es como el agua que se pierde en el
vacío”.
Es así que me pregunto ¿Qué sentido tendrá la mirada de una
persona solitaria? Quizá tenga, no lo sé, nada más y nada menos que el sentido
de una mirada al interior para ver y conocer su verdadera identidad. Miradas
que todo ser humano debiera hacerse cuando al fin no divisa a nadie en su
horizonte y piensa que su alma está sola en el desierto. Esas miradas
interiores que son las más profundas y veraces, son también aquellas que nos
sitúan en el verdadero lugar de nuestras vidas, en la verdadera dimensión de
nuestras obras, en el verdadero “quid” de la existencia y que apenas las
hacemos porque tenemos demasiado temor a descubrir la pequeñez y fragilidad de
nuestra verdadera naturaleza, sobre todo cuando en la intimidad la desnudamos
de falsas adherencias.
Al regresar esa mirada del corazón a nuestros ojos, mirada
oculta, reservada y propia, el haz de luz interior que nos traspasa hace que
comprendamos mejor las miradas de otros ojos que se cruzan en el devenir
diario. Es así como completamos ese círculo que nos entrelaza y que da completo
sentido a la existencia ajena y propia. Porque al fin las miradas son siempre
como continuas y novedosas preguntas que lanzamos esperando que otras miradas
solícitas respondan.
Podrán decir ustedes que mirar es algo más sencillo y más
primario y yo les respondo que sí que se puede mirar de muchas formas. Existen
miradas que mueren perdidas en la nada, miradas que resbalan en los ojos
cerrados de quien por miedo o vergüenza las recibe, miradas tangenciales, de
soslayo, miradas de compromiso o de reproche, de ternura, de complacencia, de
deseo y de lujuria, de desprecio o de cariño. Con la mirada expresamos siempre
la importancia que damos a la persona que miramos.
Son los ojos de los otros los que completan la naturaleza,
la verdad de cada uno porque solamente se comprende lo que existe cuando la
vemos desde las dos orillas que las miradas bañan. El problema para el hombre
es que no puede hacerse con un espejo personal y proyectar en él una imagen
completa que le diga cómo es desde la otra orilla, una mirada de ida y vuelta.
Todos nos miramos y nos vemos, todos nos preguntamos y nos respondemos, todos
vivimos frente a todos, todos en fin con la mirada sabemos exactamente quiénes
somos. Son los ojos ajenos los espejos de nuestra realidad y son nuestros ojos
los que explican la realidad ajena en una sociedad en la que miles de miradas
se entrecruzan a diario, prolongando sin límite su espacio y reflejando en
ellas la verdad de nuestros sentimientos.
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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