Escribir sobre los niños, su mundo, sobre su poder de atracción, imantación y poder terapéutico, que los niños son un quita penas, resulta ser algo a la par difícil y sencillo, aparente y real, una contradicción para quienes ya peinamos canas y la vida nos ha ido labrando situaciones, problemas y experiencias con complicados laberintos, intrincados planteamientos, soluciones discutibles…en definitiva, la complejidad que siempre acarrea haber vivido. En todo caso la experiencia más gratificante y maravillosa que podemos recibir tanto educadores como familiares más cercanos como son los padres y abuelos.
Un mundo pequeñamente inmenso, abierto a lo imprevisto, desconcertante y siempre, siempre, lleno de ternura, donde la inocencia y la verdad se hacen presentes en todo momento y circunstancia.
Tener la suerte de poder acompañarlos y disfrutarlos a diario, vivir junto a ellos distintas experiencias y escenarios, la mayoría de las veces con sabor festivo, es un regalo para nada comparable a ningún otro.
Verlos crecer, asistir a su evolución física, afectiva y mental, encontrar en ellos sus respuestas espontáneas al cariño ofrecido, los besos, abrazos, confidencias y problemas que van conformando su personalidad…resulta ser también un punto de reflexión sobre esas carcasas que el tiempo nos ha ido cubriendo, endureciendo, complicado y a veces cegando la sencillez de la verdad.
Tratar con niños resulta ser algo así como un gimnasio físico y mental. Ellos mismos ofrecen todo ello para mantener la forma.
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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