Opinión

Sobre la coherencia, proporcionalidad y la verdad en el ser humano

Fermín Gassol Peco | Miércoles, 6 de Noviembre del 2024
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Las personas amantes del arte en sus distintas facetas manifiestan con el siguiente comentario ante una obra: lo que más me gusta de este cuadro, escultura, o fachada son lo proporcionadas que tienen sus formas. Y es que proporcionalidad es sinónimo de armonía, de sentido común estético, significando la expresión de la coherencia de medidas plasmada sobre tela, cemento, cristal, bronce, arcilla o cualquier otro material.

Puede resultar incluso que la obra contemplada no sea de nuestro completo agrado y al primer golpe de vista la valoremos de manera negativa, pero tras ese primer instante, profundizando en ella, encontremos la virtud de la belleza y la valoremos por tanto de manera más positiva.

La proporcionalidad es algo que no está sujeto a determinadas medidas, escalas canonizadas o gustos previos, que también, pero cabe para sorprender con nuevas concepciones del arte, de la ciencia, de la jurisprudencia, de la técnica, en suma, de las realidades que existen y descubrimos cada día. La coherencia de formas en las cosas es universal, existe en el mundo del átomo y en el interplanetario, la vida misma es pura proporción porque la naturaleza la ha concebido así.

Ahora cabe preguntarse por la proporcionalidad que armoniza nuestro mundo, no el cósmico sino el personal; y al hacerlo no me quiero referir a la armonía o belleza física o corporal que esa nos viene dada por herencia sin más. La cuestión a plantear es la adecuación, la coherencia existente entre la altura, anchura y hondura de nuestra personalidad, de la belleza de nuestro mundo interior en la relación con los demás.

Cuando nos referimos a las personas y las definimos como consecuentes estamos diciendo que cerca o lejos de comulgar con ellas, encontramos en sus comportamientos unas características existenciales armónicas, proporcionadas y coherentes entre lo que dan y piden, entre cómo que piensan y obran. La belleza personal consiste en la pureza de las formas, la belleza de los actos, la profundidad de la intención y la altura de miras.

El ser humano es el único que puede crear la desproporción en aquello que “toca”. La incoherencia entre sus principios y sus actos, la doble vara de medir para pedir y exigir, para dar o contribuir. Lo que hace fea a una persona es la desproporción entre las distintas intensidades puestas al servicio del “yo” y las puestas al servicio del “tú”, del “nosotros” y no digamos ya del “vosotros o del ellos”. La talla, la importancia, la calidad, la grandeza, la armonía y belleza de todo lo que hay en el mundo animado e inanimado, la proporcionalidad de todo lo que en la vida existe tiene un nombre, la verdad.

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