Estas líneas están gestadas paseando junto al Guadiana,
pisando la tierra fresca recién sembrada, mirando al horizonte en la llanura,
masticando un silencio solamente interrumpido por el sonido de las grullas… que
otoños tan hermosos como este se dan poco en estos lares y es una pena no salir
al campo a disfrutarlos.
Alejado del bullicio de la ciudad, en la inmediatez con que
transcurren las cosas en la naturaleza, me ha venido a la mente, en este tiempo
de sementera, relatar la parábola del sembrador, pero en clave política,
referida al complicado momento que vive nuestro país.
En una mañana de otoño, un sembrador salió a sembrar su
parcela lleno de ilusión, con la esperanza puesta en lograr una buena cosecha.
La semilla que se disponía a enterrar era de extraordinario poder germinativo;
sabía que en otros muchos lugares había sido experimentada con gran
rendimiento. La tierra estaba preparada para que esos granos germinaran. Cuando
terminó de sembrar, el sembrador se marchó, esperando que esa tierra y las
lluvias caídas, ayudaran al nacimiento de esas semillas tan prometedoras.
Transcurridos varios días regresó para comprobar el estado
en que se encontraba su sembrado. Pudo ver cómo las plántulas ya asomaban
formando un manto verde y tupido que cubría de manera uniforme su parcela.
Regresó a su casa satisfecho, viendo que la etapa más delicada de la siembra,
la nascencia, había sido superada satisfactoriamente. Ya solo faltaba esperar
para verla crecer.
Tras el frío invierno, ese tiempo en el que las plantas
enraízan, penetran en la tierra y se hacen fuertes, el sembrador volvió a la
parcela para comprobar el nivel de ahijamiento que habían adquirido aquellas
plantas y proceder a reforzarlas con el abonado; pero cuál fue su
sorpresa…cuando de lejos vio con estupor que aquella siembra que había nacido
tan bien…se encontraba ahora encogida y sin color. ¿Qué podría haber sucedido?
Se preguntó. Al acercarse encontró la respuesta. La lluvia caída de manera generosa…hizo
que las malas hierbas crecieran con mayor vigor que las semillas sembradas con
tanta ilusión. Regresó a su casa contrariado ante tan imprevista situación, y
pensó en la solución. Había que acabar con esas malas hierbas aunque ello
supusiera un gasto más. Así lo hizo y una vez eliminadas, procedió a abonar la
siembra. Al final obtuvo una gran cosecha. Esa semilla que gozaba de tan alto
poder germinativo, una vez liberada de sus desleales competidoras, demostró la
enorme riqueza que tenía dentro.
Supongo que no tengo que explicar que la democracia es la
semilla, la tierra es la sociedad, la lluvia es el dinero, el abono es la
cultura y las malas hierbas, la corrupción y la indecencia moral. El que tenga
oídos…que oiga.
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Martes, 12 de Noviembre del 2024
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