Tomelloso

Rubén Carretero: «Los payasos somos navegantes de las emociones»

Francisco Navarro | Miércoles, 11 de Diciembre del 2024
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Rubén Carretero es un clown nacido en Tomelloso, con la cara pintada ha recorrido el mundo entero arrancando sonrisas a pequeños y mayores. Creador de la compañía Clownómadas, con sede en Mallorca, Carretero tiene claro que los artistas son “superhéroes necesarios para hacer más dulce la vida”.

Entrevistamos al payaso que cosechó hace unas semanas un gran éxito con su debut en su ciudad natal con “Utopía”. Hablamos del cambio que ha experimentado el circo en los últimos años, de su pasión por el oficio de clown y de la importancia de transmitir emociones en el escenario.

—Rubén Carretero es todo un clownómada, un payaso que no se está quieto, ¿no es así?

—Los artistas tenemos que estar siempre moviéndonos y buscándonos la vida. Por una parte, nos lo pide la necesidad de llegar a un montón de público, y por otra, si nos quedamos solamente en una localidad no podríamos llevar a cabo nuestro trabajo, sería muy difícil.

—¿Cuándo nació en usted la vocación de ser payaso, la inquietud de hacer reír?

—Cuando era pequeño en Ciudad Real había un artista callejero, Xikolini, que sorprendía a toda la gente y a mí me encantaba. Esa fue la primera semillita. Y es que, creo que los artistas cuando actuamos para los más pequeños ponemos semillas, que si se riegan pueden llegar a brotar. En 2008 Xikolini dio un curso, y ahí me inicié en el mundo del clown.

—Y desde entonces no ha parado de formarse…

—En 2009 me marche a Granada a empezar los estudios de Educación Social. Allí encontré una escuela de payasos, que ya no existe, que se llamaba “La Estupenda”, de los Estupendos Estúpidos. Estuve formándome con Fanny Giraud, que para mí es una de las mejores payasas a nivel europeo, es una gran maestra. Formé parte de la compañía durante cerca de tres años realizando multitud de cabarets de clown. Luego fui a escuelas como “La república independiente del fracaso”, en Ibiza, con el holandés Eric de Bont. De ahí pegué un salto a América Latina, estuve un año en Perú, otro en Argentina y otro más en Brasil. En ese país fundamos un circo ambulante al que pusimos Clownomadas; lo recorrimos en una furgoneta que adaptamos. Vivíamos en la furgoneta y actuábamos en la calle por gran parte de Brasil.

—¿Qué le ha aportado a Rubén Carretero el ser un payaso?

—El arte del clown me ha aportado, sobre todo, confianza, seguridad… Mucha gente tiene miedo escénico a ponerse delante del público para lo que sea, que yo también tenía. A través del clown he llevado a cabo un entrenamiento con el que me he enfrentado a mis miedos y he encontrado una pasión que, con el tiempo, he conseguido profesionalizar. No es nada fácil vivir del arte, un músico, un actor o un acróbata, pueden confirmar que es un camino muy complejo y bastante difícil. Creo que los artistas somos una especie de superhéroes necesarios para hacer que veamos la vida con un toque más dulce. Imagine un mundo sin cultura, en el que no hubiese música, cine o teatro… sería solo trabajar y ya está. La cultura y el entretenimiento son necesarios para desconectar, son una medicina natural.

—Cuánto ha cambiado el circo, ¿no?

—Ha cambiado muchísimo; tenga en cuenta que hace cincuenta años para ver un payaso había que ir necesariamente al circo. Y los circos eran, sobre todo, familias que yendo de pueblo en pueblo, mostraban su trabajo. Uno de los primeros payasos que salieron de las carpas del circo fue Leo Bassi, que viene de una familia de cuatro generaciones de clowns, y se atrevió a llevar su espectáculo a otros lugares. Actualmente te puedes encontrar un payaso en cualquier lado…en la calle, en el metro, en una fiesta, en un teatro. Y el circo, en general, ha cambiado mucho, sobre todo desde que también abandonó las carpas. Los artistas han ido investigando, innovando, buscando nuevos lenguajes, hasta llegar al circo moderno.


—Seguramente nos dejamos guiar por los tópicos y no tenemos claro lo que es un payaso, ¿nos los puede aclarar?  

—Antiguamente el personaje del payaso se centraba en hacer reír, en ser torpes o en hacer tonterías. A día de hoy, el del payaso es un lenguaje con el que nos sentimos todos identificados. Además de la risa, un buen payaso te tiene que emocionar. Un clown es como un niño de tres años, es un navegante de las emociones. Otra clave importante es que tienes que vivir tu personaje tan intensamente que lo transmitas al público. Así, con un buen espectáculo, puedes reír o llorar, se te pone la piel de gallina… Creo que la clave es emocionar al público, poder conseguir por un momento una relación con el espectador en la que éste se sumerja en tu actuación y se olvide de todo. Estoy convencido de que un buen espectáculo es terapéutico, te hace olvidar tus problemas.

—Es una buena filosofía de vida lo de dejarnos manejar por nuestras emociones…

—Un niño hasta los cinco o seis años es puro, no está invadido por los convencionalismos ni las reglas sociales. Solo siente y va con su instinto, y le da igual llorar, reír, ponerse una cosa u otra… no está condicionado por la sociedad. Conforme vamos creciendo nos van implantando reglas sociales, el como tenemos que ser, lo que pensarán de nosotros. Así, por la parte moral del ser humano, nos empezamos a autorregular.  El clown es romper con todos esos convencionalismos y ser tú, con tus cosas buenas y malas, potenciándolo al absurdo o la locura.

—Hace poco debutó en Tomelloso, en su pueblo, con “Utopía”, ¿cómo fue la experiencia?

 —Nací en Tomelloso, con cuatro años me fui a Ciudad Real y con diecinueve me fui a recorrer el mundo. Ya llevo veinte años dando vueltas. Me ha encantado volver a mi pueblo —donde está mi padre, donde viven mis tías y mis abuelos— a poder compartir mi trabajo.

—Y va a llevar “Utopía” a más teatros de la provincia, ¿no?

 —Sí, estamos haciendo una pequeña gira por la provincia. Aunque primero vamos a estar con el espectáculo en Alcudia, en Mallorca, el lunes 23 de diciembre actuamos a las 6 de la tarde en el Teatro Emilio Gavira de Alcázar de San Juan y el 27 en el Paz de Miguelturra.  

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