Una vez más le animo a comprarse algo de ropa, qué bien te sienta le
digo y, desde el probador, ella me sonríe con su nueva camisa. Para
corresponder quiere regalarme un libro. Elige, me dice. ¿Pero qué título?, ¿de
qué genero?, me pregunto interiormente. Reviso las estanterías de la librería y
me decanto por el primer volumen de memorias del escritor valenciano Rafael
Chirbes. He leído algunos libros suyos bastante interesantes, pero veremos qué
tal resultan los "Diarios, a ratos perdidos 1 y 2".
Sin embargo tengo mis reparos y espero no obsesionarme con este autor
como me pasó con la familia Panero, porque leí tanto sobre ellos, que terminé
un poco saturado. Quizás por eso no me sorprende el veredicto de Claudio
Rodríguez tras visionar "El desencanto", pues, en una carta a
Felicidad Blanc, desmitificándolos, apostilló: "Sois unos señoritos de
Astorga y nada más".
El comentario anterior viene a cuento porque en un momento del relato,
Chirbes, refiriéndose a los escritores
de la llamada "Escuela catalana", alude a un par de ellos con el
calificativo de proletarios, vocablo que va quedando en desuso. No en vano,
Rafael Chirbes terminó siendo uno de los mejores escritores de este país a base
de esfuerzo y empeño. Quizás su origen humilde le inducía de manera irreflexiva
a tener reparos sobre otros literatos con posibles o de ascendencia acomodada.
Tiene este volumen de más de cuatrocientas páginas un par de
prologuistas que relatan algunas reflexiones sobre lo que vamos a leer. Me
sorprende que uno de ellos sea Marta Sanz, que titula su introducción: "Ser
valiente y no tener miedo" como un aviso de lo que nos vamos a
encontrar en estas memorias. Acostumbrado a escucharla en un programa de radio matinal, la escritora me
desconcierta con su dictamen como conocedora de Chirbes y la percepción de su
obra. Como quien contempla, a través de una ventana, una escena doméstica.
Puro Hoper, dice ella.
Como tantos otros, el escritor se buscó la vida, trabajó sí, pero
también su oficio le permitió viajar, acometer proyectos y, sobre todo,
escribir.
Evidentemente para escribir hay que leer, y Chirbes fue un desmedido
lector, no en vano una parte importante de su ocupación fue la crítica
literaria. Ni siquiera mínimamente me acerco a la gran cantidad de títulos
sobre los que reseña y opina, imposible. Sin embargo, me alegra el haber
compartido alguno de ellos.
El primero que me encuentro es "Tejas verdes", diario de un
campo de concentración en Chile, del escritor chileno Hernán Valdés. En una
nota preliminar, su autor explica que el libro pudo por fin editarse porque la
Junta Militar chilena incumplió un acuerdo con el gobierno español para comprar
una partida de camiones, eligiendo a Estados Unidos en lugar de lo acordado con
España.
Después me encontraré con "Sueños", de Quevedo, un libro que
empecé a leer al iniciar un viaje en tren.
Me abruma la gran cantidad de títulos y autores que le interesan a mi
tocayo. A veces pienso que pertenece a un grupo de elegidos o privilegiados,
individuos capaces de recordar citas y argumentos, que analizan las grandes
obras de la literatura, e incluso toman partido por uno u otro autor. Una
literatura para minorías, para excéntricos o para estudiosos que me viene
grande y más en los tiempos que corren donde la imagen, el instante y la
precariedad imponen un ritmo de vértigo,
casi incompatible con el placer de leer.
Como él, también he leído "El pianista" de Vázquez Montalbán
y, según su criterio, la mejor novela del escritor barcelonés. Pero ya no
recuerdo la trama pues mi simpleza lectora me conduce a su personaje estrella,
al detective Pepe Carvalho, a sus pesquisas y a sus aficiones gastronómicas.
Me sorprende que Chirbes haga referencia a la lectura de "Las cosas
como fueron", la autobiografía de Francisco Nieva, destacado personaje del
que ahora se conmemora el centenario de su nacimiento. Un acontecimiento que ha
tenido una repercusión muy limitada en el ámbito cultural a pesar de que Nieva
es uno de los grandes dramaturgos europeos de mediados del siglo veinte y
veintiuno.
Tras su lectura, Chirbes dice: Me gusta mucho y me deprime, aunque
también me hace participar en la idea de la amplitud y continuidad del modo que
sea en la cultura, que tanto echa uno de menos últimamente: la sensación de que
formas parte de algo que viene de algún lugar.
En su faceta de crítico literario era o fue muy exigente; tenía sus
escritores preferidos y, claramente, utilizaba su intuición para desenmascarar
a otros, como hacía en Ozono, una
publicación de la época de la Transición donde Chirbes colaboró demostrando ser
un articulista riguroso. Recientemente se ha editado un libro sobre aquella
revista titulado "Ozono: Un sueño alternativo 1975-1979", que recrea
las portadas de los números de aquellos años y pone en valor la diversidad de
su contenido mostrando la vanguardia cultural de la época.
Entre sus páginas hay un revelador artículo sobre la figura de Ramón
Tamames acerca de su novela "Historia de Elio" que fue finalista del
premio Planeta en 1976. En relación con el devaneo político-literario del
entonces dirigente comunista, Chirbes se anticipó con clarividencia a la deriva
ideológica del personaje firmando una crítica demoledora. Tampoco tiene pelos
en la lengua sobre el editor de la misma, del que dice: y fantasma al
que teme especialmente -y detesta- quien esta crónica escribe.
Tampoco tuvo en alta estima a la pareja Gala-Dalí, a los que tilda de
farsantes sin escrúpulos; y explica el porqué de su odio ante el comportamiento
del pintor con sus compañeros de generación y el afán mercantilista de ambos.
De vez en cuando refleja su admiración por Galdós y por su amiga, y
valedora, la escritora Carmen Martín Gaite. Como ella, también él colecciona
cuadernos donde va reflejando a grandes rasgos sus lecturas, su estado de
ánimo, sus viajes, retazos de su vida privada e incluso sus achaques y
dolencias.
En el curso 2013/2014 nuestro club de lectura se desplazó a la vecina
ciudad de Fuenlabrada para participar en un encuentro con el autor de
"Crematorio", una de sus novelas más famosas o más reconocidas por
los lectores. Aunque aquel "Café Literario" fue tan interesante como
agradable, recuerdo que durante el coloquio se mostró tan realista que parecía
un pesimista; no obstante, al final del acto, el escritor amablemente aceptó
fotografiarse junto a nosotros. Quién iba a pensar que fallecería tan pronto.
En ningún momento pude intuir lo que a través de estas páginas ahora me
transmite. Siento un cierto reparo ante los detalles de una vida privada donde
hubo demasiadas copas, amantes, sexo y drogas. Reconozco que debo desprenderme
de mis prejuicios morales a la hora de leer, sobre todo biografías, ya que al
fin y al cabo todos tenemos una vida privada u oculta. Así, si hemos idealizado
al escritor, luego, al conocer su yo íntimo, puede defraudarnos.
Sin embargo, aunque no he terminado su lectura, desde el primer momento
entendí que debía escribir algo sobre este libro que, de alguna manera, a la
vez que me interesa, me crea desasosiego. Según las reseñas fue el mejor libro
del 2021 de una lista elaborada por escritores muy solventes, pero todo es
subjetivo. Él mismo se cuestiona comparando con otros baremos cotidianos la
calidad de la literatura de unos u otros, y dice así: ¿Quién está capacitado
para establecer un escalafón?, ¿recoger solo a los que merecen la entrada en el
panteón para ser venerados?, ¿y esos quiénes son?, ¿escogerlos?, ¿y eso cómo se
hace?, y, sobre todo, ¿quién coño lo hace?
Pero como un simple lector, reconozco su gran calidad y, sobre todo, me
sorprende su habilidad para mostrarnos una recopilación de asuntos tan
distintos como la crítica literaria, relatar viajes, hacer reflexiones sociales
y políticas o exponer su intimidad a través de los estados de ánimo del
momento.
Chirbes fue un gran escritor que luchó interiormente por superarse, un
hombre atormentado, exigente con los demás y consigo mismo, posiblemente ácido
pero que siempre trató de imprimir en sus novelas una realidad que no le
gustaba. Supongo que su impudor a la hora de contar apenas importa cuando has
pasado a mejor vida. Sus cuadernos de apuntes a modo de diario han terminado
siendo editados. El escritor dice y se
desdice, se hace trampas porque al final todo trasciende y lo privado se hace
público, pero qué importa ya.
Él dijo: "Por eso la vida es una novela mal resuelta". Y
seguramente tiene razón. Ahora bien, la lectura de estos diarios repletos de
detalles me conducen a pensar que los conceptos sobre genialidad y exceso están
íntimamente ligados. Aunque me cueste reconocerlo, es más común de lo que
pensamos en literatura y en muchas disciplinas relacionadas con el arte.
Supongo que para acometer la lectura de los otros dos volúmenes
pendientes deberá pasar un tiempo, todo se andará, de momento seguiré atento a
estas memorias que me interesan tanto
como me desazonan. Definitivamente debo vencer mis prejuicios lectores y,
aunque hago mía su frase: Me molesta ir perdiendo curiosidad,
seguramente más pronto que tarde terminaré por leer el resto de sus diarios,
aunque sea a ratos perdidos como dice en su título.
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Jueves, 13 de Marzo del 2025
Viernes, 14 de Marzo del 2025