Si
hoy, en pleno siglo XXI, acudiésemos al aula de un instituto, a la sala
de espera de un hospital o a un centro de trabajo y preguntásemos
acerca de
la Mutilación Genital Femenina, la mayor parte de las personas
consultadas vincularían esta práctica atroz a tradiciones propias de
algunas culturas o comunidades, en el pasado.
La
triste realidad nos demuestra que esta práctica de tortura que afecta a
mujeres, y muy especialmente a niñas menores, sigue presente en todo el
mundo,
también en España, y constituye un importante ejemplo de cómo la
desigualdad y la violencia hacia nosotras ha formado y forma parte de
una estructura social patriarcal. De un modo de organización de la
sociedad, vinculado a la tradición, la cultura o la costumbre,
que otorga a las mujeres una situación de desigualdad, traducida en
violencia en su grado más elevado.
La
Mutilación Genital Femenina constituye una forma de violencia hacia las
niñas que aún hoy sigue existiendo y que supone una expresión extrema
de la
violencia de género que el conjunto de la sociedad debe conocer con el
objetivo de combatir. De ahí la importancia de que en 2012 la Asamblea
General de las Naciones Unidad declarase el 6 de febrero como día
Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación
Genital Femenina, con el objetivo de acabar con ella por completo en
2030.
Ninguna
religión y ningún país acepta formalmente esta práctica, aunque la
tradición o la presión social, siguen pesando lo suficiente como para
que,
cada año, según la ONU, dos millones de niñas menores de cinco años
sigan siendo sometidas a prácticas de mutilación genital, siendo ya 230
millones las mujeres que han sobrevivido a este tipo de violencia, que
supone un grave atentado contra los derechos
humanos más elementales.
Y
hablamos bien de sobrevivir, porque este tipo de tortura no solo
vulnera los derechos sexuales de las niñas que la sufren, sino que
atenta contra su
dignidad e integridad, con serios problemas y consecuencias sobre la
salud, no solo desde un punto de vista físico sino también psicológico.
Hablando
precisamente de salud, es importante señalar que otra injusta manera de
tratar de mantener esta atrocidad como ‘costumbre’ pasa por hacer creer
que el problema se acaba si la mutilación se realiza con supervisión
médica, algo que sigue atentando contra los derechos de las niñas a
desarrollar una vida plena en todos los sentidos. No se trata de dotar
de herramientas sanitarias o de generar una tramposa
seguridad médica a una forma de violencia que nos denigra como mujeres y
que solo algunas aceptan o consienten por pura imposición social.
Cierto
es que las cifras van en retroceso, pero no se puede ignorar que la
Mutilación Genial Femenina, en mayor o en menor grado, sigue muy
presente
en países de África, Oriente Medio y Asia, y que, como también ocurre
con otros tipos de violencia machista como la trata, existe en nuestra
sociedad, aunque no seamos capaces de imaginarlo. Los estudios más
actuales publicados por el Ministerio de Igualdad
concluyen que más de 3.650 mujeres viven en riesgo de ser sometidas a
la mutilación genital en España, cifras que entidades como Fundación
Kirira elevan a más de 15.000.
El
octavo eje del Pacto de Estado contra la Violencia de Género de 2017
recoge una serie de medidas y de compromisos vinculados a la lucha
contra la
Mutilación Genital Femenina. Una práctica que, aquí en Castilla-La
Mancha, nuestra pionera Ley por una Sociedad Libre de Violencia de
Género, de 2018, ya tipificó como un tipo más de violencia de género que
combatir, siguiendo la línea marcada por el Convenio
de Estambul.
Al
amparo de estos y otros textos legales, y bajo el firme compromiso de
erradicar cualquier expresión de desigualdad y violencia hacia las
mujeres,
el Gobierno de Castilla-La Mancha desarrolló el Protocolo para la
Prevención de la Mutilación Genital Femenina en la región, implicando a
varias de sus áreas, así como a asociaciones y entidades que trabajan
con niñas y mujeres víctimas de esta práctica, con
víctimas potenciales y también con países en los que esta forma de
violencia está más arraigada.
Desde
entonces, el Gobierno de Castilla-La Mancha, a través del Instituto de
la Mujer, ha destinado 350.000 euros a la lucha contra la Mutilación
Genital
Femenina y a la atención de las niñas y mujeres que la sufren, apoyando
y financiando 32 proyectos de entidades que previenen y combatir esta
forma de violencia. Este es nuestro compromiso, el de seguir luchando
contra cualquier tipo de violencia machista,
recordando a la sociedad las múltiples expresiones en las que se
manifiesta, aunque en muchos casos nos parezcan ya inexistentes. La
Mutilación Genital Femenina existe y hay que acabar con ella.
Sara Simón Alcorlo
Consejera de Igualdad de Castilla-La Mancha
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Viernes, 7 de Febrero del 2025
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