Opinión

Incoherencia y caos

Fermín Gassol Peco | Jueves, 6 de Marzo del 2025
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Asistimos hoy con demasiada frecuencia a un hecho tan novedoso como insólito, a la vez que peligroso e inútil, cuál es pretender alterar las leyes de la naturaleza y de la lógica. Afanarnos en algo parecido a intentar que las cosas caigan hacia arriba, que sembrando trigo esperemos recoger cebada o que de la nada pretendamos obtener alguna cosa; extremos que, antojándose una solemne estupidez, a la hora de observar el comportamiento de ciertas personas, no parece ser considerada como tal, encontrándonos así con un problema de verticalidad mental a nivel social.

El concepto “causa” viene definido en el diccionario como aquello que se considera origen de algo que, según su propia naturaleza, produce actos, efectos o fenómenos. Así mismo el término “consecuencia” lo es como hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro anterior. También como correspondencia lógica entre la conducta de una persona y los principios que profesa, léase coherencia. La causa es por tanto el origen y la consecuencia el efecto derivado de un determinado hecho.

Aristóteles estudió la ley de causa y efecto o consecuencia, reconocida por ley de la “causalidad” considerando al movimiento como un paso del ser al no ser en potencia y un paso del no ser al ser en acto. A este movimiento, el filósofo universal lo considerará como consecuencia de una causa. Causa y consecuencia son pues a modo de una autovía de doble dirección. La consecuencia de un hecho hará preguntarnos sobre las causas que lo originaron y estas nos interrogarán sobre las consecuencias que pueden ocasionar…o al menos así debería ser, extremo que cuestiono.

Desde que el mundo existe, los fenómenos y acciones acaecidas más primarias siempre se han guiado, han respondido a la lógica como razonamiento en el que la sucesión de los hechos se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas.

Sin embargo, asistimos hoy a una dinámica ciertamente desconcertante, que consiste en criticar, descalificar, quejarnos o asombrarnos de las consecuencias de un hecho, manteniendo y sin poner remedio a las causas que los originaron. Una estrategia interesadamente incoherente y absurda que lejos de resultar positiva y beneficiosa, lo único que consigue es crear más caos en el comportamiento personal y colectivo.

Ejemplos podemos encontrarlos en todos los ámbitos, pero sobre todo en lo cultural y educacional. Esperar resultados basados en valores que bien no se han inculcado o se han olvidado, incluso despreciado porque no procuran rentabilidad a corto plazo; sí, estoy hablando de virtudes humanas, como la sensibilidad, solidaridad, educación. También de los valores filosóficos y trascendentes. Repasen, hagan memoria de sucesos y comportamientos que a diario inundan las noticias y verán que la incoherencia es la resultante con mayor éxito.

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