Si por algo se distingue Isabel
Cañas es por ser una mujer comprometida con su pueblo: Tomelloso, al que ama
profundamente. Ninguno de sus paisanos duda de su carisma y su simpatía añadido
a una trayectoria que avala estas palabras. Ha sido una pionera en el sector
textil contribuyendo a la incorporación de la “mujer rural” al mundo laboral
durante cuatro décadas y hasta el día de hoy, sigue siendo una activista
incansable en la lucha por la sanidad a nivel local. Y cómo no, también destaca
por ser una figura relevante en la Asociación de la Virgen de las Viñas,
convirtiéndose así en un símbolo del progreso de Tomelloso.
Desde los años 60, cuando pocas
mujeres se atrevían a dirigir empresas, ella cogió el timón y el de muchas
mujeres rurales que se incorporaron al mundo laboral. No solo les abrió nuevos caminos
en el sector textil, sino que también lidió contra el desempleo y la
desigualdad, especialmente cuando tuvo que competir con la mano de obra
baratísima de otros países, como China. Sin embargo, tuvo la capacidad de
reinventarse para crear una cooperativa y a pesar de no sobrevivir, su espíritu
de lucha sigue latente hasta el día de hoy.
Entrevista como empresaria: Los
desafíos que tuvo que afrontar
Me cuenta Isabel, con mucha nostalgia, como fueron sus
primeros comienzos en el año 1962, tras la muerte de su padre. Su madre era peinadora
y no quería que ella y su hermana ejercieran su misma profesión. Así que las
llevó a que aprendieran a coser. La hermana de Isabel se iba a Madrid para
conocer las empresas textiles y al poco tiempo comenzaron a coser pijamas de confecciones
Álvaro. Y hacia el año 1965, aproximadamente, pusieron el taller. No existía trabajo para las
muchachas jóvenes, sólo trabajaban en sus casas. Recuerda que la primera chica
que comenzó a trabajar con ellas se llamaba Emi.
La empresa se llamaba Mari Carmen Cañas, que es su
hermana. Cuando tenía 18 años, el Corte Inglés quería que Isabel aprendiera
como funcionaban las cadenas y estuvo en Confecciones América durante siete
meses. Empezaron a hacer abrigos de Confecciones House. Los cuellos llevaban
muchos pespuntes y me cuenta Isabel que no le ganaba nadie a coser porque le “cundía
mucho”, hacía once cuellos de los abrigos a la hora. Cuando se vino de Madrid, aumentaron
más el taller y contrataron a más gente.
En el año 1970, hicieron una nave grande en la Calle
Colón, nº36 y tenían una cadena de
señora y una cadena de pantalones que empezó a manejar Isabel. Comenzaron a
trabajar con la marca Pivot y su hermana con equipos Moda. Una vez que su
hermana se casó y ya entró su cuñado, decidieron separarse y se dividieron las trabajadoras.
Tenían 30 chicas trabajando por aquel entonces, su hermana con ropa de señora e
Isabel cosiendo pantalones.
Isabel Cañas, junto con su marido Cándido Palacios, comienzan su andadura en solitario como empresa textil, cuando ella se casa en el año 1977. Cándido era camionero, así que su vida da un giro y deja su profesión para dedicarse a ser empresario y poner la nave que tenía de camiones a disposición del taller de confección. Montaron una cadena de plancha para todos los pantalones. Compraron una nave, otro solar que estaba detrás, una nave de 1000 metros y consiguieron tener 57 trabajadoras.
La empresa y su impacto en la economía familiar
—¿Cómo describiría la situación de las mujeres en el
mundo laboral rural antes de que comenzara su empresa?
—Antes de la llegada de los talleres, las mujeres del
ámbito rural apenas estudiaban. Iban a aprender a bordar y se pagaban sus
clases. La apertura de estos talleres textiles supuso un cambio radical en la
economía de las familias y les permitió acceder a un jornal y seguridad social,
transformando su realidad laboral y evitando así el trabajo agrícola, como la
vendimia.
—¿Cómo logró que mujeres rurales, que probablemente no
tenían experiencia previa en el trabajo fuera de casa, se incorporaran al mundo
laboral?
—Las ponías a trabajar y aprendían. Recuerdo que había
chicas con mayores habilidades para aprender a coser y a otras les costaba más.
Las máquinas eran de motor y también máquinas especiales. Tenían máquinas que
hacían los bolsillos completos y con ellas poníamos a las chicas que más sabían
para desempeñar esas funciones. Algunas eran muy hábiles y rendían para poder
pagar a las menos hábiles. La encargada cobraba más porque tenía mayor
responsabilidad.
—¿Qué tipo de prendas confeccionaba y cómo logró
posicionarlas en el mercado?
—Por el año 1990 comenzamos a trabajar para las
confecciones del Coronel Tapioca. Trabajábamos para la Guardia Civil y la
Policía Nacional, con el Corte Inglés. Hacíamos cazadoras y estuvimos
trabajando con la marca Lois, con Interlorce, con una fábrica de Málaga. Teníamos
30 trabajadoras para este tipo de confección. Montamos un corte automático de
tender que costó 32 millones de pesetas. Y llegamos a tener 100 personas
trabajando en el taller de confección.
Después comenzamos a trabajar con una fábrica de
Murcia que estaba en Puente Tocino, hacíamos pantalones del Coronel Tapioca,
que eran desmontables, que tenían muchas cremalleras. Estuvieron muchos años
trabajando para Pivot y hacíamos muchos pantalones vaqueros. Después Pivot
montó una fábrica en Socuéllamos y por culpa de los sindicatos se vino abajo y
comenzamos a trabajar con Pivot, en Murcia.
Trabajábamos para las primeras marcas como Pierre Cardin. Y con un empresario que tenía unas fábricas de pantalones en la Solana. Y estuvimos trabajando muchos años el pantalón chino, con un empresario italiano, Bianco, después de que Pivot se fuera.
—¿Cómo influyó el trabajo en su empresa, en la vida
cotidiana de las mujeres que contrataba?
—Cuando se incorporaban al trabajo las chicas, sus
madres les guardaban el dinero ganado para casarse y comprar sus dotes. Las
madres les sacaban a plazos sus dotes y cuando cobraban, iban y lo pagaban.
Cuando la mujer se incorporó a la vida laboral, las familias comenzaron a
desahogarse. Ya no tenían que pedirle dinero a sus padres, ya no tenían que
irse a trabajar al campo. Los talleres de confección trabajaban de lunes a
viernes y este último día, solamente por la mañana.
Aspecto social y cultural
—¿Sintió alguna resistencia por parte de la sociedad o
de las familias de las mujeres que decidieron trabajar?
—Las madres querían que fueran a los talleres a trabajar puesto que les
venía muy bien el dinero a ellas y a sus familias. Había una lista muy grande
de espera para entrar en los talleres.
—¿Qué cambios sociales notó en Tomelloso tras más de
20 años de actividad empresarial?
—El cambio venía a mejor. Las mujeres rurales
comenzaron a ser más independientes. Habían más de 2000 mujeres y existían
varios talleres, estaba el de Huertas y el de Paco, y contrataban únicamente a mujeres.
Y a los hombres los contrataban en el corte, pero había muy pocos hombres. Se
cortaban 2000 y 4000 pantalones diarios.
—¿Cree que su iniciativa ayudó a cambiar la percepción
de la mujer trabajadora en su comunidad?
Fueron unos años de crecimiento a nivel social, cuando
las chicas empezaron a estudiar. Los padres, también las mandaban a los
talleres en el verano para que tomasen la decisión de estudiar o decidieran
quedarse en el taller. Recuerdo que había muy buen ambiente en el taller. Y la
relación de empresaria con las trabajadoras era excelente. Yo trabajaba con
ellas, era un trabajo en equipo y con muy buen ambiente en el taller de Cándido
Palacios.
—¿Qué estrategias utilizó para que su empresa
sobreviviera y prosperara durante tanto tiempo?
—Crear la Cooperativa, movilizarnos para sostenerla,
pero no podíamos competir ni subsistir con China. Teníamos que pagar muchos
impuestos, el hilo, los seguros, entonces ya no nos llegaba. Las mismas
trabajadoras se sentían mal porque no podían seguir.
Hicieron un tipo de política que hizo cambiar el rumbo en el ámbito textil porque empezaron el “boom” de los pisos y comenzaron a trabajar en la hostelería, los bares. El aumento de los bares de copas, las chicas empezaron a trabajar ahí. Como estaban acostumbradas a ganar dinero, se las llevaban con las empresas de limpieza, después surgieron los supermercados como el Mercadona, ahí seleccionaban más el personal.
—¿Cuál fue el momento más gratificante de su carrera
como empresaria?
—Los años 80 y 90. Empezamos a hacer los pantalones
del Coronel Tapioca, a nadie le gustaba de hacerlos porque costaba mucho
confeccionarlos, para la marca Legui en Murcia. Eran pantalones que tenían
mucha salida, fueron un “boom” y valían muy caros. Empezaron a pagárnoslos a
850 pesetas. Llegamos a hacer mil pantalones diarios. Aparte hacíamos los
trajes de la Guardia Civil y la Policía Nacional.
—¿Qué consejo daría a las comunidades rurales para
fomentar el empoderamiento de las mujeres en el ámbito laboral y qué mensaje
daría a las mujeres jóvenes de hoy que quieren emprender?
Que les den facilidades y que sea accesible para las
mujeres ya que siempre tienen más dificultades y les deben ayudar para que
comiencen sus empresas. Y es bueno que la gente tenga iniciativa de montar
empresa. Y si las empresas funcionan bien, y un empresario que lleve bien el
negocio tiene derecho a ganar tres veces más que un trabajador ya que arriesga
más.
Ahora los mayores avances están en las nuevas
tecnologías. Lo mejor es que tengan una preparación académica, antes no era
necesario tener formación pero hoy en día sí. Ahora mismo las mujeres se tienen
que preparar para tener un trabajo digno. Yo siempre les decía a mis hijos que
se formaran porque he trabajado 10 y 12 horas diarias. Era impensable trabajar
8 horas. Les decía a mis hijas que estudiaran, y trabajaban en el taller los veranos.
A mi hijo le gustaba el taller y me lo llevaba
conmigo. Nació en el año 1994 y a él le gustaba el taller pero estudió medicina
y es médico. Mis hijas son una arquitecto y la otra es científica y hoy en día
es la presidenta del Comité de Física Atómica y Molecular de la sociedad Europea.
—¿Se siente orgullosa de haber sido un modelo a seguir
para otras mujeres rurales?
—Pues sí, totalmente.
Reflexión final
—Si tuviera la oportunidad de volver a empezar: ¿Haría
algo diferente?
—Si pudiera volver a empezar, volvería a tener el
taller. Lo añoro mucho y sueño todavía con el taller y con mi marido, era muy
ordenado con los papeles.
—¿Cómo le gustaría que su historia y su legado sean
recordados en su pueblo?
—Reconozco que he sido siempre muy
reivindicativa, comencé en el año 2000
con el hospital de Tomelloso porque mucha gente faltaba al trabajo ya que tenía
que ir al hospital de Alcázar. Me rodeé de gente buena como Dolores de la Santa y Araceli
Olmedo. Comencé con la Plataforma y fui recompensada por el presidente José
María Barreda porque inauguré el hospital con él y fui la promotora.
Me gustaría que me recordaran por ser una buena
empresaria y por ser una persona muy reivindicativa especialmente por el
Hospital. Considero que tenemos que hablar bien del hospital de Tomelloso para
que los médicos quieran venir a vivir a Tomelloso. Aquí hay un equipo de
Traumatólogos muy buenos.
Una frase de
su legado con la que cierra la entrevista Isabel Cañas es: “He hecho un trabajo
bien hecho y he colaborado con la sociedad mucho”.
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Martes, 11 de Marzo del 2025
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