Este domingo, el actor y escritor Mario de la Rosa
participará en la mesa redonda "Cine vs Literatura", que se celebrará
en el salón de actos de la Casa de la Cuitara, dentro de las Jornadas Literarias
para jóvenes que organiza la Biblioteca Municipal de Tomelloso. Convencido de
la importancia de fomentar la lectura entre las nuevas generaciones, el actor
reflexiona en esta entrevista sobre la relación entre ambas disciplinas y cómo
su experiencia en el cine ha influido en su escritura.
Mario de la Rosa (Madrid, 1975) es actor y escritor. Como
actor ha participado en numerosas producciones nacionales, destacando en
títulos como: “La casa de papel” o Conquistadores: Adventum. Como escritor
empezó poniendo letra a canciones que se tornaron en poesías y estas en
narrativa. También ha escrito guiones. “Perros con placa” es su primera novela
publicada en 2019. En 2021 publicó “Hemorragias”, un poemario que fue
fraguándose con el paso de los años. “Que arda esta casa con nosotros dentro”
es su última novela.
—Viene a Tomelloso a participar en unas jornadas que
buscan acercar la lectura a los jóvenes…
—La lectura es necesaria e imprescindible para un buen
desarrollo y para potenciar el imaginario y la creatividad. Claro que sí.
—Y va a participar en una mesa redonda en la que se va a hablar
de cine y de literatura, dos mundos que han estado siempre unidos.
—Evidentemente. Una de las primeras piedras angulares de
cualquier proyecto audiovisual es el guion. A partir de ahí se desarrollan
otros documentos, como las escaletas de necesidades para los equipos técnicos.
La literatura juega un papel esencial en todo ese proceso, tanto en las
adaptaciones de las obras literarias al cine como en los libros que surgen
después de una película. Hay una simbiosis constante entre ambas disciplinas,
hasta el punto de que a veces es difícil decir qué fue primero. ¿Cuántos libros
hablan de cine y cuántos libros se han convertido en películas? Creo que se
retroalimentan el uno al otro, aunque, por supuesto, la literatura estuvo
antes.
—Existe la idea de que "la novela siempre es mejor
que la película". ¿Está de acuerdo?
—Desde que me profesionalicé como actor, entendí que son dos lenguajes distintos. No se puede juzgar una película comparándola con lo que uno ha sentido al leer el libro en el que se basa. Son formas de expresión con códigos diferentes y, además, hay que tener en cuenta las cuestiones técnicas y presupuestarias del cine. Cuando yo escribo una novela, puedo imaginar lo que quiera y simplemente plasmarlo en papel. Si quiero que un sofá se transforme en una nave espacial y salga volando hacia Júpiter, solo tengo que escribirlo. En cine, sin embargo, eso requiere efectos especiales, decorados, presupuesto... Es otro mundo. Por eso creo que es injusto comparar una novela con su adaptación cinematográfica.
—Pero más allá de los aspectos técnicos, también influye
la subjetividad del espectador.
—Exacto. Cuando alguien lee una novela, se imagina los
personajes y los escenarios a su manera. Incluso si la descripción es muy
detallada, cada lector puede visualizar matices distintos. Si le pides a un
grupo de personas que elijan al actor ideal para interpretar a un personaje
literario, probablemente habrá opiniones muy diversas. Por eso las adaptaciones
no siempre cumplen las expectativas de todos.
—¿Se escribe pensando en el cine o en las series? ¿Es su
caso?
—No exactamente. En mi caso, como soy actor y escritor, mis
inquietudes se retroalimentan. Cuando interpreto un personaje, a menudo
construyo su biografía, pienso en cómo habla, cómo se mueve, por qué se
comporta de determinada manera… Y cuando escribo, me imagino las escenas como
si fueran secuencias cinematográficas. Me ayuda a dar fluidez a la narración. A
veces visualizo si una conversación funcionaría mejor en un plano secuencia o
en un plano contraplano, si un capítulo debería empezar con un paisaje y
terminar con el rostro de un personaje… Pero eso no significa que escriba con
la intención de que mis libros se conviertan en películas o series.
—Curiosamente, en la biografía de su editorial se le
presenta primero como escritor y después como actor.
—Sí, pero cuando voy a un festival de cine o a una
entrevista especializada en cine, a veces lo ponen al revés: actor y escritor.
Es la misma biografía, pero adaptada según el medio y el público. Yo,
sinceramente, me siento ambas cosas. Siempre me preguntan si tuviera que elegir
entre actuar o escribir, y yo digo: ¿por qué tendría que rechazar una? Son como
papá y mamá, no quiero elegir entre los dos.
—Empezó con la escritura a través de la música, ¿verdad?
—Sí, empecé muy joven escribiendo letras de rap y hip hop. A
finales de los 80 y principios de los 90, ese movimiento emergía en España,
influenciado por Estados Unidos, Inglaterra y Francia. En mi barrio, en
Alcorcón, había un grupo pionero de hip hop, y los chavales de entonces no nos
conformábamos con ser espectadores, queríamos formar parte del movimiento.
Dentro de las cuatro ramas del hip hop, yo me incliné por la escritura.
Escribía letras de rap con la visión de un chaval de 14 o 15 años. Con el tiempo,
mis inquietudes evolucionaron, empecé a leer más allá de lo que me exigían en
el colegio y aquellas letras se convirtieron en poesía. Y después, la poesía me
llevó a la narrativa.
—¿Y cómo paso del guion a la novela?
—Yo escribía relatos cortos y, al mismo tiempo, estaba
metido en el audiovisual. Llegué a desarrollar una serie de televisión con un
amigo, con la idea de venderla a productoras más grandes. Pero, como suele
pasar en este mundo, el proyecto no llegó a materializarse. Me daba mucha rabia
que quedara en un cajón, así que decidí convertirlo en mi primera novela, Perros
con plata. Fue un proceso muy satisfactorio porque me permitió dar una
nueva vida a esa historia.
—Desde entonces, ha seguido en el género negro y el
thriller.
—Sí, aunque al principio no pensaba en términos de género.
Simplemente escribí la historia que quería contar, y luego me di cuenta de que
encajaba en la novela negra. Después escribí un thriller, y con el tiempo fui
entendiendo mejor las diferencias y los matices dentro del género. Ahora estoy
terminando otro libro, que sigue la línea del thriller con toques de novela
negra.
—¿Y en cuanto a su faceta actoral? ¿Qué proyectos tiene
ahora mismo?
—Tengo pendiente el rodaje de algunos proyectos pequeños,
mientras espero la confirmación de otros en los que tendría más peso. Ya
sabemos cómo funciona este mundo: a veces los proyectos salen adelante, a veces
no, y mientras tanto hay que seguir adelante. Lo que sí puedo adelantar es que
este verano se estrenará una serie en Netflix en la que he participado. Es una
serie juvenil, pero con personajes adultos, y tengo un papel que seguro que el
público disfrutará.
—Su papel en La casa de papel le dio un gran
reconocimiento. ¿Cómo lleva la fama?
—En mi caso, no sentí el nivel de exposición que sí vivieron
algunos de mis compañeros, los que estaban en el centro de la historia. Para
mí, ha sido una experiencia muy bonita y siempre he recibido un cariño enorme
del público, tanto en España como fuera.
—Las series españolas han evolucionado para bien en los
últimos años, ¿no creé?
—Totalmente. En España siempre se ha trabajado bien, pero
ahora el alcance es mucho mayor gracias a la internacionalización de las
historias. La casa de papel se veía en Egipto, en Rusia, en Argentina… Cuando
una historia está bien contada y tiene una carga emocional fuerte, trasciende
las fronteras. Los sentimientos, los conflictos humanos, la emoción… todo eso
es universal.
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Lunes, 31 de Marzo del 2025
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