Tomelloso

Pregón de la Semana Santa 2025 a cargo de Miguel Carlos Gómez Perona

Miguel Carlos Gómez Perona | Domingo, 30 de Marzo del 2025
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Queridos hermanos:

Es para mí un inmenso honor y a la vez, una profunda responsabilidad, presentarme ante vosotros como pregonero de esta Semana Santa.

Mi voz, humilde y agradecida, buscará ser el eco de una tradición que no pertenece a una sola persona, sino al alma de nuestro pueblo, al fervor de quienes cada año acompañan el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde niño, tuve la dicha de vivir muy de cerca los preparativos de la Semana Santa.

En mi casa, la Semana Santa no era solo una época del año, sino un verdadero modo de vida.

Crecí rodeado de hilo de oro, abalorios y tejidos, viendo a mi madre bordar túnicas con dedicación y amor.

Su taller, lleno de luz y fervor, era un santuario donde cada puntada parecía una oración, un acto de devoción que no solo embellecía las procesiones, sino que también transmitía la esencia de nuestra fe.

Aquella experiencia marcó mi infancia y mi corazón, enseñándome a valorar el esfuerzo, la tradición y el sacrificio que hacen posible nuestra Semana Santa.

Entre los sonidos de las agujas bordando y el eco de los ensayos de marchas de procesión con mi querida Banda de Música, nació en un amor profundo por esta celebración.

Si algo me impactó desde entonces fue la música, ese lenguaje perfecto que une a todos en un mismo sentimiento y transforma cada procesión en una experiencia única.

La música me ha acompañado siempre, y hoy se convierte en el motor de este pregón, porque en sus acordes resuenan el trabajo de los costaleros, el arte de las bordadoras, el silencio de la madrugada y, finalmente, la gloria del Resucitado.

Ser el encargado de pregonar esta Semana Santa, es para mí un privilegio que nunca hubiera imaginado y que afronto con humildad, sabiendo que cada palabra debe ser reflejo de las emociones, los sacrificios y la fe de todos aquellos que, como mi madre, han dedicado su vida a engrandecer esta tradición.

Os invito a que juntos recorramos los caminos del recogimiento, la oración y la esperanza que nos conducen a la luz de la Resurrección, dejando que la música sea la guía que eleve nuestro espíritu hacia el misterio de Dios.

Que este pregón no sea solo un canto a la fe, sino también una sinfonía de gratitud y un homenaje a quienes desde sus manos y corazones, hacen de la Semana Santa un tesoro que hoy celebramos.

Marcha …. BENDICIÓN

ENTRE TÚNICAS Y PARTITURAS

Hay recuerdos que no se desvanecen con el tiempo, escenas de la infancia que permanecen intactas como bordadas en el alma con hilos de oro y notas de una marcha eterna.

Mi vida siempre estuvo marcada por dos legados sagrados: las túnicas bordadas por mi madre y las partituras de Semana Santa que fueron mi refugio y un aprendizaje.

Aún puedo ver aquellas madrugadas en mi casa, cuando el frío de la mañana apenas se disipaba con el calor de una vieja estufa de leña.

Mi madre, con su paciencia infinita, se sentaba junto a la mesa, entre ovillos de hilo, telas de terciopelo y dedales gastados por los años. Con manos firmes y amorosas, cosía cada puntada con la misma devoción con la que se reza un rosario, porque para ella, bordar una túnica no era solo un oficio, era una ofrenda, un tributo a Dios.

Y yo, a su lado la acompañaba con mi clarinete. Mientras ella hilvanaba con precisión cada pliegue de la tela, yo deslizaba mis dedos por las llaves de mi Clarinete, dejando escapar las primeras notas de una marcha procesional.

Aquellas mañanas tenían su propio ritmo: el crepitar de la leña en la estufa, el roce de la aguja atravesando el terciopelo y el sonido melancólico de mi clarinete, que intentaba dar voz a mi alma.

Crecí entre túnicas y partituras.

Aprendí que la Semana Santa no solo se carga sobre los hombros, sino que también se cose con amor y se interpreta con el corazón.

Descubrí que cada puntada de mi madre llevaba el mismo esfuerzo que cada ensayo mío con el clarinete; que cada hilo dorado reflejaba la misma emoción que cada nota temblorosa que salía de mi instrumento.

No hay mayor emoción que ver avanzar una imagen vestida con la túnica que salió de las manos de mi madre, mientras en el aire resuenan los acordes de una marcha que alguna vez ensayé en aquellas mañanas de invierno. No hay mayor orgullo que saber que, en cada procesión, caminamos juntos: ella en el bordado de sus obras y yo en el sonido que envuelve la calle.

Hoy, cuando escucho el eco de una marcha de procesión, cuando el terciopelo de una túnica brilla bajo la luz de los cirios, sé que mi madre está ahí, en cada puntada y en cada compás. Porque entre bordados y partituras se construyó mi infancia.

Que suene la música; que luzcan las túnicas, porque en ellas vive la fe que heredé.

MARCHA ….. LA PASIÓN

SONIDOS DE FE Y HERMANDAD

La Semana Santa siempre ha sido uno de los ejes de mi vida.

Desde niño, aprendí a vivirla entre partituras, el incienso de las procesiones y las largas horas de ensayo con mi banda.

Pero si algo marcó mi destino fue la devoción de mi madre, por su Hermandad Jesús Camino del Calvario con la Cruz a Cuestas.

Recuerdo con claridad aquellas tardes en casa, cuando mi madre hablaba de su hermandad con la emoción de quien ve crecer un sueño.

Con trabajo, fe y sacrificio, ayudó a levantar los cimientos de una hermandad que no solo procesiona cada Semana Santa, sino que permanece viva durante todo el año en el corazón de quienes la sentimos como parte de nuestra historia. Y yo, su hijo, tuve el privilegio de acompañarla y formar parte de ese maravilloso sueño.

Tuve el honor de ser tesorero de esa misma hermandad, poniendo mi pequeño grano de arena para que todo siguiera adelante.

Pero mi amor por la Semana Santa no termina ahí.

La música, compañera inseparable de mi vida, me llevó a ser también director de la Banda de Cornetas y Tambores de mi Hermandad, la voz musical de nuestra fe, la que hacía que cada golpe de tambor y cada nota de corneta resonara como una oración en las calles.

Sin embargo, hay un recuerdo que siempre quedará grabado en mi alma: el orgullo de escuchar a mi banda tocar en la procesión mientras yo marchaba con mi otra gran familia musical, la Banda Municipal de Música de Tomelloso, hoy Asociación Musical Santa Cecilia.

Eran momentos únicos. Mientras yo sostenía mi clarinete y me preparaba para interpretar una marcha, podía escuchar en la lejanía los redobles y los metales de mi banda de cornetas y tambores.

Sentía cómo su música envolvía la procesión y a mi corazón de orgullo de aquellos chicos y chicas que tanto esfuerzo e ilusión ponían en cada ensayo.

Y así, con el corazón sincronizado con el compás de esas notas, hacía resonar mi instrumento, dejándome envolver por la armonía de las marchas procesionales, con la certeza de que todo estaba en perfecto orden.

Y el destino, que a veces nos regala momentos imposibles de imaginar, ha querido darme uno de los mayores honores de mi vida:

Cada año, cuando el sol ilumina las calles de Tomelloso y el aire se llena de la solemnidad del Viernes Santo, tengo el privilegio de unir mis dos pasiones: mi hermandad y mi música.

No hay palabras para describir lo que siento cuando camino junto a la imagen de Jesús Camino del Calvario con la cruz a cuestas, guiado por la música que interpretan MIS MÚSICOS. Es un regalo, un tributo a mi madre, a mis raíces y a todo lo que soy.

Cada Semana Santa, cuando la imagen de Jesús avanza, siento que la historia sigue su curso. Que mi madre y sus compañeros de batallas, con su esfuerzo, dejaron una huella imborrable. Que yo, con mi música, intento honrar su legado. Que la hermandad y mi banda no son solo nombres o cargos, sino parte de mi vida, de mi esencia y de mi fe.

Y así seguirá siendo mientras suene una corneta, mientras un tambor marque el paso, mientras una marcha llene de emoción las calles de mi pueblo.

Porque entre partituras, he encontrado mi lugar, mi misión y mi orgullo.

MARCHA …. REINA DE REYES

LA MÚSICA EN SEMANA SANTA…

LA MÚSICA, ese lenguaje eterno que nos conecta con lo divino y nos permite sentir en lo más profundo de nuestro corazón.

Cuando suena una marcha podemos ver a María caminar bajo el peso del dolor.

Cuando los acordes de “La Madrugá” estremecen el aire, sentimos la fuerza del Nazareno avanzando entre la muchedumbre.

Y cuando el redoble de un tambor marca el paso de un Cristo crucificado, parece que el cielo mismo contiene el aliento.

La música es la voz del silencio, el idioma de las almas.

En Semana Santa, no solo escuchamos: vivimos, sentimos, y rezamos con ella.

En el viento resuenan trompetas que narran la Pasión, y en el susurro de las flautas y clarinetes encontramos la ternura de María.

Cada nota es una pincelada de un cuadro que no se pinta con colores, sino con emociones.

Y no olvidemos la saeta, ese canto valiente que se alza desde un balcón o desde el corazón de una calle abarrotada. La saeta no necesita partitura, porque nace del alma. Es el grito desgarrado del pueblo que llora a Cristo y lo consuela en su agonía.

La música amigos, no es un simple acompañamiento en la Semana Santa: es su esencia.

Es la mano que nos toma cuando el paso del Señor se acerca, y el consuelo que nos queda cuando la procesión desaparece en la lejanía.

Por eso, en esta Semana Santa, permitamos que cada marcha procesional sea nuestra oración.

Dejemos que el tambor nos marque el ritmo de nuestra fe, que los metales nos eleven el alma, y que la música nos transforme.

Porque la música no solo embellece nuestra tradición, sino que nos recuerda que en el silencio del sepulcro, siempre queda un susurro de esperanza.

Amigos y amigas: QUÉ SERÍA LA SEMANA SANTA SIN MÚSICA?

Cerrad los ojos por un momento e imaginad una Semana Santa sin música. 

Imaginad una procesión en la que el silencio lo inunde todo, donde no resuene el redoble de un tambor ni el lamento de una corneta.

Imaginad a un Cristo avanzando entre la multitud sin que una marcha solemne lo envuelva, sin que una melodía eleve la devoción del pueblo.

LA MÚSICA no es un simple acompañamiento en la Semana Santa, es su alma, su latido y su voz. Sin música, la Pasión perdería su eco, la fe se sentiría muda, y las calles, por más llenas que estuvieran, parecerían vacías.

Pero detrás de cada marcha, de cada compás que nos estremece el alma, hay un sacrificio que muchas veces pasa desapercibido: el esfuerzo de los músicos. Hombres y mujeres que con frío o con calor, con sueño o con cansancio, lo entregan todo para que la Semana Santa tenga sonido, para que la fe pueda escucharse.

Porque ser músico de Semana Santa es mucho más que tocar un instrumento.

Es pasar horas interminables en ensayos, sacrificando tiempo con la familia, dejando a un lado el descanso para perfeccionar cada marcha procesional.

Es aguantar largas caminatas detrás de un paso, con los labios heridos por la boquilla, con los dedos entumecidos por el esfuerzo, con los pulmones agotados, pero con el alma llena de emoción.

Es tocar bajo la lluvia sin soltar el instrumento, es soportar el calor sofocante del mediodía con el uniforme empapado en sudor. Es escuchar al director pedir “una vez más cuando el cansancio pesa en los hombros.

Desde el primer repique de tambor hasta el último acorde de una marcha, la música es la oración que no necesita palabras.

En cada marcha procesional hay un relato de amor y sacrificio; en cada instrumento suena el lamento de la Pasión y la esperanza de la Resurrección.

Sin música, la Semana Santa no tendría alma, porque ella es el hilo invisible que une a los penitentes, a los costaleros, a los devotos y a los no devotos pero que participan de la solemnidad de una procesión.

Así que cuando esta Semana Santa veamos un paso avanzar, no solo miremos: escuchad

Escuchad al músico, que con su instrumento, convierte el arte en oración.

Escuchad la banda que con cada compás, sostiene el alma de una procesión.

Escuchad, porque en cada nota hay esfuerzo, entrega, devoción y fe.

Queridos amigos: una Semana Santa sin Músicos sería un río sin agua o una noche sin estrellas.

Por eso, cuando está Semana Santa salgáis a la calle a ver una procesión, valorarlos, aplaudirlos…sois la fuerza que necesitan en los momentos más débiles.

MARCHA ….LA ESPERANZA DE MARÍA

FINAL: GRATITUD DESDE EL ALMA

Y así, entre recuerdos, emociones y sentimientos a flor de piel, llegamos al final de este pregón. Un pregón que no han sido solo palabras, sino el reflejo de una vida.

No quiero concluir sin expresar, desde lo más profundo de mi corazón, mi más sincero agradecimiento a Roberto Marquina, en representación de su junta directiva y de todos los hermanos de la Hermandad Jesús Camino del Calvario con la Cruz a Cuestas.

Gracias por confiar en mí, por darme la oportunidad de expresar con mi voz lo que tantas veces he expresado con mi música.

Gracias por mantener viva nuestra hermandad con el mismo amor y entrega con la que fue fundada.

Mi gratitud también a la Junta General de Cofradías por el cariño y el respeto que habéis mostrado hacia mi persona, hacia mis bandas y hacia todos los que de una u otra forma, trabajamos por engrandecer nuestra Semana Santa. Ha sido un honor conoceros.

Y si la emoción me deja y vosotros y vosotras me lo permitís quiero poner en valor a quienes son mi “REGALO DE VIDA”.

A mi mujer y mis hijas: gracias por ser mi pilar, por estar a mi lado en cada ensayo, en cada procesión, en cada concierto. Gracias por alentarme, por darme fuerzas cuando el cansancio pesa; por compartir conmigo la pasión que llevo dentro, la Música; nuestra Música.

Y a vosotros, mis músicos, mis compañeros de fatiga y de gloria, mis hermanos de pentagramas y compases. Gracias por tanto.

Por estar siempre a mi lado; por dar lo mejor de vosotros en cada marcha; por convertir el sacrificio en arte; por hacer que la música de la Semana Santa sea eterna. Sin vosotros, nada de esto tendría sentido.

Por último, a todos los que hoy me habéis escuchado, a quienes habéis compartido conmigo esta mañana de emociones y recuerdos, gracias de corazón.

Espero haber sabido transmitir lo que siento, lo que vivo y lo que amo de nuestra Semana Santa. Espero que al igual que yo, sintáis que la música, la hermandad y la fe nos unen en algo mucho más grande que nosotros mismos.

Que Dios os bendiga, y que cada Semana Santa, cuando suene una marcha en la lejanía o cuando el tambor marque el compás del alma, recordemos que no hay mayor privilegio que formar parte de esta tradición sagrada, que nos une, nos emociona y nos trasciende.

Muchas gracias a todos.

MARCHA …… LA SAETA

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