Querido Francisco, o te llamo por tu nombre de Bautismo, Jorge Mario.
Desde que he conocido tu muerte, he sentido la necesidad de escribirte una carta de agradecimiento por todo Tú; pienso y veo un abanico ingente de detalles en tu vida y en tu persona que agradecerte.
Primero felicitarte por tu muerte: ¡Enhorabuena, ya estás en el Gozo de tu Señor! La naturaleza en plena primavera te ha llevado en volandas hasta la Casa donde Dios acoge a toda la humanidad. Tu encuentro con Jesús Resucitado ha debido ser apoteósico, tu cara mostrando la alegría insuperable y constante con la que te hemos conocido.
Te he dado la enhorabuena porque para ti, del mismo modo que para mí, que muera el cuerpo es ley natural. Formamos parte de una Naturaleza grandiosa en la que el Hacedor colocó a la humanidad; Jardín del Edén, la llama el escritor del Génesis. Del mismo modo que cualquiera de los seres que la componen, nacemos, nos desarrollamos y en otoño o ivierno de nuestras vidas nos vamos.
Espera, ahora que caigo, tú no te has ido en invierno, te has marchado en plena primavera con la primera luna, la de Nissán, la de la Pascua, la del Paso a la Libertad. Te has ido como un tal Jesús, el Cristo, del que intentamos seguir su doctrina, con el que has querido identificarte durante toda tu vida y lo has conseguido, vaya que sí, incluso en lo más temporal.
El mismo jueves santo (cinco días antes de tu muerte) quisiste rodearte en la cárcel, Regina Coeli, de los presos que la habitan. Qué alegría les diste a todos. Con qué cariño os estrechabais las manos. Jesús murió acompañado de dos de ellos, malhechores los denomina el Evangelio.
Te vimos en las pantallas de televisión con la cara y todo tu cuerpo muy hinchados por la falta de oxígeno de muchos días.
Te vimos moverte en silla de ruedas.
Te vimos impartir la Bendición Urbi et Orbi con un hilo de voz, apenas ampliada por los micrófonos, moviendo solo las manos, porque no tenías fuerza para levantar los brazos.
Cuatro días antes y hace años el Nazareno tampoco podía mover los brazos ni los pies clavados cruelmente en dos palos en forma de cruz, También Él se asfixiaba hasta morir, era el suplicio más inhumano inventado por alguna mente canalla.
Francisco, no has querido permitirte el “lujo” de permanecer en la cama al cuidado de médicos y enfermeros que hicieran más llevadera tu mortal enfermedad.
Había que darlo todo… y lo has dado. Hasta el último aliento de tu vida. Tu Getsemaní fue la plaza de San Pedro de Roma, con más gente que aquella tarde de viernes santo, pero con la misma dureza de la presencia de la muerte arrancando la vida.
¡Cómo suenan de claras, en tu figura y en tu persona, las palabras de Jesús en la despedida de sus discípulos, habiéndoles lavado los pies con actitud de esclavo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.» (1)
Se me ha helado el corazón al oír la noticia de tu marcha de entre nosotros; al modo de María, la Magdalena, cuando vio espirar a su querido Jesús; pero de inmediato he sentido una tranquilidad pacificadora, he recordado otra frase del Maestro a uno de los compañeros de muerte: «… hoy estarás conmigo en Paraíso» y qué cierto es, desde este valle que algunos llaman de lágrimas nos abofetean las cruces.
Tú, Francisco ya estabas en la Casa del Padre, con tu sonrisa dicharachera, invitando a un mate de tu querida Argentina a todo el que quisiera compartir y no habrá faltado tu chiste oportuno y jocoso, para divertir, aún más, a tus nuevos compañeros.
Te ha faltado tiempo para completar tu agenda de Papa de la Iglesia Católica. Cuando hay tantas cosas urgentes e imprescindibles que hacer, algunas de ellas, necesariamente, han de quedarse para el relevo siguiente.
El partido dura noventa minutos, lo sabes bien porque eres futbolero, incluso para vosotros los albicelestes. Lo has jugado hasta la última gota de sudor. Hay que dar paso al banquillo. Solo pido que, si tienes mano ahí por el cielo, ayudes a elegir al que mejor pueda guiar esta nuestra Iglesia, tan maternal y entrañable y a veces jaula de grillos, que tú has guiado con total dedicación y acierto durante doce años…
Y continuamos con los símbolos y las alegorías, esta vez del número doce, los Apóstoles, las piedras para el ara, las tribus, los meses del año, el múltiple de números perfectos tres y cuatro… y tantos símbolos más.
¡Francisco, nos has enseñado a encontrarnos con Papa-Dios a través de Cristo Jesús, por eso te hemos querido mucho y seguimos queriéndote!
Un abrazo y hasta que nos invites a otro de tus mates en alguna sala de tu nueva casa.
1)Nueva Biblia Española. Ediciones Cristiandad, Madrid. 1990. Jun. 13, 13-17
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Martes, 22 de Abril del 2025
Martes, 22 de Abril del 2025
Martes, 22 de Abril del 2025