Opinión

Meretrices-prostitución: “El oficio más antiguo del mundo” (l)

Salvador Jiménez Ramírez | Viernes, 9 de Mayo del 2025
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“Duras necesidades de la vida, pueden obligar al más noble caballero a empleos de rufián, como a la más noble dama a bajos oficios…”. (J. Benavente. Los Intereses Creados).

Hay “obscuros lodazales” en la vida que, aun desde el error de la ilusión, y desde la historia que niega tantas cosas ciertas,  no resulta fácil “auscultarlos”… Desde el origen de los tiempos, van “cristalizando” en la genética y comportamiento humanos, siendo, casi, imposible “clarificarlos”, restañarlos…

Con el trabajo, que es tan antiguo como la propia existencia humana, “para obtener medios de vida…”; aparecen los oficios.

Era verano, casi un cuarto de siglo ha, cuando, un día, un agente del destacamento de Ruidera, con el que coincidía, alguna que otra vez,  en mi trabajo de conductor de patrulla, para la prevención y extinción  de incendios,  con el documento de la portada en las manos, me dijo: “…, como escribes en los periódicos, te doy estos papeles, sobre el oficio más antiguo del mundo, porque yo no hago nada con ellos, por si tú decides publicarlos algún día…”. Hoy reconozco que, en aquel entonces, no reparé en la importancia de la “Cartilla Sanitaria”, de una joven barcelonesa, de veintitrés años que, el año mil novecientos ocho, ejercía de meretriz de tercera clase; no sabemos si obligada o voluntariamente…

Alfayate, sería uno de los oficios más antiguo del mundo, según el Génesis Cp. 3, versículo 21, donde consta: “Yavé Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de piel y los vistió”. Pero vayamos al tema de la prostitución: “el oficio más antiguo del mundo”. En el libro Eclesiástico, Cp. 9, versículo 6, dice: “no te entregues a prostituta para no arruinar tu patrimonio”. El teólogo alemán Herbert Haag, en su “Breve diccionario de la Biblia”, apunta que en el Israel de la época, era frecuente el negocio sexual de mujeres, a cambio de ciertas cantidades de dinero… Las mujeres y hombres que se prostituían en honor de las divinidades, se les llamaba “hieródulos”. En los oratorios de Istar e Isis de Babilonia, Egipto y en los templos de Astarté cananeos, era frecuente la prostitución “religiosa”…, y la mayor parte del peculio obtenido por los “servicios”, se ofrecía a las diosas… Al “semidiós” Gilgamesh, la diosa Aruru le envió al monstruo Endiku unido a una prostituta, ya que el “divino” abusaba hasta de las hijas de los guerreros y de las esposas de los “aristócratas”. Ejercer de prostituta en Babilonia, no constituía una clara deshonra… Allá por el año 1700 a.d.C., cuando reinaba Hammurabi, ciertas cortesanas hacían de “madames” en la prostitución sagrada de los templos… Las prostitutas denominadas “harimtu”, eran semisagradas; las “gadishtu” eran las sagradas y las “ishtaritu” se conservaban para las divinidades… Popular y casi sacro era el refrán babilónico: “No te cases con “harimtu” pues son innumerables sus maridos, ni con una “ishtaritu” pues está reservada a los dioses”.

Extenso y estupendo se puso el griego, “Padre de la Historia”, Herodoto;  pensamos que sin ruborizarse, al “plumear” sobre el “tema”…: “Toda mujer del país debe, por lo menos una vez en su vida, ir al templo y entregarse a un desconocido. No puede volver a su domicilio hasta que un hombre haya depositado una moneda de plata en su regazo y se la haya llevado a acostarse con él. La mujer no tiene derecho a escoger, tiene que seguir a quien le ha dado la moneda. Cuando ella se ha acostado con él ha cumplido ya su deber para con la diosa y puede volver a su casa. Las mujeres hermosas pueden volver en seguida a su domicilio pero las feas y mal formadas deben esperar mucho tiempo antes de poder cumplir con las obligaciones impuestas por la ley. Algunas, tres o cuatro años”. (Carlos Fisas).

La ley no permitía llevar velo a las prostitutas ni cubrir su cabeza y cara, como el resto de las mujeres. Otro texto del político y orador griego Demóstenes, el de las Filípicas contra Filipo de Macedonia, también “largaría”: “Las hetairas sirven para proporcionarnos placer, las concubinas para nuestras necesidades cotidianas y las esposas para darnos hijos legítimos y cuidar la casa”. Las hetairas, se dice que bellas y cultas, eran estimadas y muy solicitadas por los griegos acreditados, con abundante moneda.  Continuará.    

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