La
Constitución Española de 1978, aprobada mediante referéndum el 6 de
diciembre de ese año, supuso el comienzo de una nueva etapa en la
Historia de España.
La
Constitución pretendía resolver los graves problemas que habían
atenazado nuestra historia durante los siglos XIX y XX. Guerras Civiles,
incontables constituciones, inestabilidad de los gobiernos, etapas con
carencia de democracia, derechos y libertades, dictaduras.
Tras
la muerte del Dictador Franco, España necesitaba hacer tabla rasa de
ese pasado tan convulso, abrirse al dialogo, posibilitar soluciones a
los graves problemas nacionales, de carácter histórico, y proponer
soluciones de consenso para toda una generación.
Una
de las grandes cuestiones históricamente pendientes era lograr un modelo
de convivencia con el reconocimiento del derecho a la Autonomía de
Nacionalidades y Regiones. De ahí emanaron los diversos Estatutos de
Autonomía.
Es
obvio que muchas de las Autonomías hoy existentes no tenían un
componente histórico o singular. Es más, nadie pensaba a priori, que se
constituyesen en Comunidades Autónomas. El devenir de los
acontecimientos durante la Transición Democrática, principalmente en lo
referente a Cataluña y País Vasco, y en menor medida Galicia y
Andalucía, devinieron en la apertura de un proceso político que se
extendió por todo el territorio nacional. Todo concluyó en la
elaboración de diecisiete Estatutos de Autonomía y el reconocimiento de
dos ciudades autónomas. Ese es el mapa que se ha ido consolidando a lo
largo de las últimas cinco décadas.
Todos
sabemos que Castilla-La Mancha no existía como entidades políticas
antes de 1978, pero nuestra tierra se constituyó en Comunidad Autónoma
ejerciendo el derecho a la autonomía que la Constitución Española
reconoce y garantizaba dentro de la indisoluble unidad de la nación
española tal y como establece el artículo 2 de la Constitución Española.
Así,
en el año 1982, Castilla-La Mancha accedió plenamente a su autogobierno
tras la aprobación por las Cortes Generales de su Estatuto mediante la
Ley Orgánica 9/1982, de 10 de agosto. El 8 de mayo del año siguiente se
celebraron las primeras elecciones a las Cortes de Regionales,
iniciándose así un proceso que iría conformando la estructura política,
jurídica y administrativa y competencial de la región.
Es
obvio que nuestra Comunidad Autónoma se justificaba plenamente por ser
útil a la ciudadanía a través de la prestación de servicios públicos
cercanos y de calidad, las mejoras en nuestro desarrollo y el impulso
económico y social de nuestras actuaciones. Desde ese momento
Castilla-La Mancha contribuye con absoluta lealtad, solidaridad y
sentido de la unidad al desarrollo de la nación española.
Castilla-La
Mancha fue el resultado de un acuerdo político, lo que ha hecho de
nuestra Región un espacio de encuentro, diálogo, convivencia y respeto,
que se sustenta sobre una rica historia.
En
estos más de cuarenta años, el Estatuto de Autonomía ha cumplido los
objetivos marcados desempeñando un papel crucial en el desarrollo
económico, social y político de la región, configurando una sociedad
cohesionada, integradora, esforzada, con capacidad innovadora y
emprendedora, que goza de una estabilidad envidiable en medio de un
mundo convulso. Un marco de referencia que ha ido dando fortaleza a la
identidad regional.
El
autogobierno, ha posibilitado mayor capacidad de gestión de los recursos
públicos en educación, sanidad o servicios sociales, mejorado el nivel
de vida y el bienestar de su ciudadanía. Competencias estas que son
claves en el Estado del Bienestar y que han hecho posible una gran
transformación en los servicios prestados, accediendo a derechos y
libertades en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía del
país. Objetivo este absolutamente irrenunciable.
Hoy
el Estado de las Autonomías es un hecho irreversible. Hemos de seguir
avanzando. Las importantes transformaciones producidas y la consecuente
evolución de la sociedad motivan una revisión del contenido del Estatuto
de Autonomía, adecuándolas a una sociedad más igualitaria, moderna,
dinámica, abierta y cambiante.
Se
opta por un Estatuto de Autonomía adecuado a un tiempo nuevo que nos
permita trazar el camino del futuro, ahondando en el autogobierno de
Castilla-La Mancha, mediante el blindaje de los derechos sociales de la
ciudadanía, la garantía de la igualdad de las personas y los
territorios, la solidaridad, la cohesión territorial y la atención a las
necesidades específicas de los distintos sectores poblacionales,
especialmente de aquellos más vulnerables. Refuerza la cooperación entre
instituciones, fomenta la sostenibilidad medioambiental y el equilibrio
territorial.
El
nuevo Estatuto, consensuado entre las dos fuerzas políticas más
representativas en las Cortes de Castilla-La Mancha, es reflejo de la
evolución de la sociedad en su conjunto, con el diálogo social como
componente básico de nuestro modelo democrático, e instrumento para el
crecimiento y desarrollo socioeconómico.
Se
blinda en él la protección de los derechos de la infancia y la
adolescencia, la atención a las personas mayores, personas con
discapacidad y personas en situación de vulnerabilidad y exclusión
económica y social. Se garantiza, afianza y fortalece la igualdad
efectiva entre mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida social,
económica y política.
Garantiza
el pleno desarrollo y la equidad de las zonas rurales, la cohesión
territorial y la lucha efectiva contra la despoblación. Se asegura el
derecho a un desarrollo integral de todos los territorios de nuestra
región, protección de nuestras tradiciones, el patrimonio histórico y
cultural, los propios recursos y el medio ambiente, incluyendo la lucha
contra el cambio climático.
Añade
medidas que mejoran la capacidad de autogobierno de Castilla-La Mancha,
la representatividad de las Cortes regionales, así como la agilidad en
la toma de decisiones, con figuras que permitirán dictar medidas de
carácter urgente y extraordinarias.
Se
abre a la posibilidad legal de reconocer áreas metropolitanas y
entidades locales autónomas, y comarcas de carácter histórico ahondando
en la colaboración y cooperación con las entidades locales.
Entiende
de la importancia de reforzar las relaciones institucionales y de
cooperación con el Estado y el resto de Comunidades Autónomas, así como
las relaciones con las Instituciones europeas.
Se
consolida el bloque competencial de acuerdo con el reparto
constitucional de competencias y se vigorizan aquellas que resultan más
esenciales para la ciudadanía, como la sanidad, la educación y los
servicios sociales.
Y se
regula, a su vez, competencias y deberes en relación a la protección de
sus recursos naturales, especialmente el derecho al agua y el cuidado
de los caudales ecológicos.
Se
establecen actuaciones efectivas para la lucha contra la despoblación y
la cohesión territorial y se regulan nuevas competencias como las
referidas a la inteligencia artificial o la acción contra el cambio
climático.
Pero
no podemos dejar fuera una circunstancia tan fundamental como el
garantizar la adecuada financiación que ha de ser suficiente, con acceso
a los recursos en igualdad de condiciones con el resto de los
españoles, y la garantía de que se garantice plenamente el coste
efectivo de los servicios públicos.
Pero
no deja de ser importante el procedimiento establecido para su reforma,
de tal manera que está siempre tendrá que ser por consenso al requerir
el voto favorable de tres quintos de los miembros de las Cortes,
impidiendo así reformas que desvirtúen la voluntad de consenso con el
que ha sido concebido este nuevo Estatuto.
Fernando Mora
Politólogo. Secretario de Análisis y Estudios estratégicos de la CER del PSCM-PSOE.